
La escolta porriñesa del Celta fue reclutada para la selección sub-19 mediada la concentración y su trabajo defensivo resultó clave para subir al podio mundial
22 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Paula Salinas (O Porriño, 2007) acababa de regresar de un campus de baloncesto cuando recibió una llamada que le cambió el verano por completo. Al otro lado del teléfono estaba un emisario de la Federación Española de Baloncesto indicándole que se incorporarse a la concentración de la selección española sub-19 para disputar el Mundial de la categoría. Sucedió bien avanzado junio y un mes después, está de vuelta en Vigo con una medalla colgada al cuello. «Pocos pueden decir que tienen un bronce mundial», comenta la jugadora del Celta, especialista defensiva y que el próximo curso formará parte de la plantilla del primer equipo en la Liga Challenge.
«Yo había acabado un campus de baloncesto y después de dos días, me llamaron. Fue súper inesperado, no contaba para nada. Me incorporé a mitad de concentración, porque ellas ya llevaban desde el 7 de junio y yo me metí dos semanas después, pero los entrenos me ayudaron mucho; los entrenadores, para ir viendo las jugadas, y las compañeras me lo pusieron muy fácil», comenta la escolta sobre la tardía llamada que en absoluto entraba en sus planes. «No me esperaba para nada que me llamasen. Fui a última hora y esa oportunidad para mi fue increíble. Estoy muy contenta».
Quienes apostaron por ella acertaron de pleno, porque Paula Salinas demostró sus dotes de especialista defensiva. «Yo me enfoqué más en el trabajo defensivo, necesitaban a una persona para esa papel y estoy muy contenta, porque yo creo que ese trabajo lo realicé bien. Saqué a muchas jugadoras del campo», comenta al tiempo que considera que su mejor actuación fue en la batalla por el bronce «porque defensivamente fue muy bien».
La tercera posición sabe a oro después de caer con Estados Unidos en el cruce de semifinales. «Es un equipo muy superior, aunque nosotras le competimos casi durante todo el partido dejándole en 70 puntos, mientras que a otros rivales le metieron hasta 160. Competimos hasta donde pudimos», asume.
Superado el duelo, encararon la final de consolación ante Canadá y fueron capaces de firmar una remontada de época. «Hubo un momento de tensión. Íbamos 15 abajo y parecía que iba a estar complicadas las cosas, pero hubo un punto en que nos pusimos las pilas en defensa, apretamos muy bien las líneas de pase y apretando el balón a la pequeña y al final sacamos los puntos claves y remontamos el partido». Ella, que disputó once minutos, fue una de las claves para hacerse con la medalla por un apretado 70-68.
A nivel personal, la céltica está feliz con su aportación: «Yo estoy contenta, salió como esperaba y me vi bien», quedándose con las sensaciones de verse en un partido con la etiqueta de final a nivel mundial. «Es algo muy bonito que muy pocas pueden decirlo porque estás compitiendo a un nivel muy alto y te estás jugando una medalla del mundo».
De vuelta a Vigo, su cabeza ya está en el Celta y en el trabajo anterior al inicio de pretemporada, que en teoría comenzará el 25 de agosto, pero antes ya quiere adelantar plazos con un entrenador personal. «Estoy con mucho entusiasmo, va a ser un año seguro que muy bueno y a ver si conseguimos ese ascenso aunque sea complicado. Trabajaremos duro desde el principio de la pretemporada», asegura.
Ponerse a las órdenes de Cristina Cantero no será nuevo para ella. El curso pasado estuvo en dinámica del primer equipo y además, jugó en el júnior y en el Primera Nacional que consiguió el ascenso a la LF2. «A veces, jugaba tres partidos por fin de semana. Personalmente, el año fue muy duro mentalmente, pero al final todo salió bien y creo que me sirvió de mucho». Tanto, que acabó en la República Checa fundida en un abrazo con su madre con una medalla de bronce en el pecho.