Las primeras lluvias contaminan la ría de Vigo

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Oscar Vazquez

La creación de jardines urbanos reduciría los arrastres de aguas tóxicas tras períodos secos

31 ago 2025 . Actualizado a las 20:28 h.

Cuando hablamos de la depuración de las aguas residuales existe un criterio que podríamos denominar el de «Moisés cruzando el mar Rojo», que viene siendo el concepto de separación de las aguas. Por un lado las aguas estrictamente residuales y por otro, las pluviales. A conseguir esta separación se destinaron buena parte de las obras en Vigo para evitar que por nuestra red de saneamiento fuera todo junto a la depuradora. La iniciativa tenía su lógica, pero partió de un error de base: nos imaginamos el agua de lluvia como limpia. Es una bonita idea, romántica, pero lamentablemente no es cierta, al menos desde que toca el suelo. Se trata de una contaminación que pasa desapercibida, pero muy importante y que se produce con intensidad precisamente en días como estos en los que, tras semanas de sequía, llegaron las primeras lluvias. La buena noticia es que un jardín natural podría solucionar el problema. 

Pongamos las cosas en su contexto. Durante los días secos, la ciudad se convierte en un vertedero involuntario de contaminantes: Los más habituales son los derivados del tráfico (somos la ciudad peninsular con más coches por habitante) e incluyen restos de aceites, hidrocarburos, partículas metálicas como zinc, cobre y plomo que salen de la combustión y el desgaste de los coches, neumáticos, frenos y escape, además de microplásticos y otros residuos. Todos esos contaminantes se quedan pegados a las carreteras, aceras, párkings y tejados. Cuando llega la lluvia, especialmente la primera tras un período seco (lo que los técnicos llaman «primer arrastre» o first flush), esa agua arrastra esa suciedad de golpe. El resultado es un cóctel tóxico que llega directamente a la ría sin pasar por ningún filtro, con impactos negativos para los ecosistemas acuáticos e indirectamente para nuestra salud. 

Teniendo en cuenta el volumen de nuestro parque móvil podríamos hacer un cálculo conservador: diariamente se acumularían en nuestras calles unos 20 kilogramos de zinc, 4 de cobre, 0,6 de plomo y unos 60 de partículas, hidrocarburos y aceites de motor usados. De todo este total diario, al menos un 30 % es arrastrado directamente a la ría. Sin tratamiento alguno, con las primeras lluvias. 

Se suele decir, y es cierto, que la lluvia limpia la ciudad, el problema es a dónde va lo que limpia. Evidentemente, este mismo proceso contaminante se produce con los baldeos de las calles. Existen muchos sistemas para evitar que esta contaminación llegue a la ría, cada cual más complejo y caro, y también otros sistemas igual de eficaces más baratos y, sobre todo, que mejoran la calidad de vida y la biodiversidad más allá, que también, de cumplir su labor como depuradoras naturales: los jardines de lluvia. 

Un jardín de lluvia es una depresión con plantas autóctonas adaptadas a la humedad y al ciclo húmedo-seco, que permite infiltrar el agua lentamente, reteniendo metales pesados, aceites y sólidos en sus capas de tierra y raíces. Diversos estudios demuestran que pueden reducir entre el 50 y el 80 % de estos contaminantes, algo que, aplicado a Vigo, significaría que podríamos evitar que decenas de kilos de metales tóxicos y kilos de hidrocarburos terminen en la ría cada día. Simultáneamente, crean pequeños oasis de biodiversidad urbana, favoreciendo la presencia de insectos polinizadores, anfibios y aves, y embelleciendo también zonas grises y asfaltadas. 

Implementar jardines de lluvia a escala urbana —en los barrios, colegios, parques y polígonos industriales— puede ser una solución económica, natural y eficaz para proteger la ría, mejorar la calidad ambiental y preparar la ciudad para un clima cada vez más impredecible. Porque la salud de la ría se consigue gota a gota.