Alberto Leiro, mayor restaurador audiovisual de Galicia: «Nunca se hicieron tantas fotos y vídeos, pero casi nada se conservará, todo es postureo»

VIGO

Atesora dispositivos de todo el mundo y de más de un siglo para reproducir, restaurar y digitalizar toda clase de películas; «recupero historia», afirma
14 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Un hombre de la zona de Ourense encontró una vieja lata escondida al vaciar la casa familiar que quería poner a la venta. Dentro había un montón de carretes, con mucha suciedad, polvo y óxido. Sin saber qué contenían me los trajo, los recuperé y positivé. Eran cientos de fotos de su padre en el frente ruso, de soldados de la División Azul con mujeres cerca de San Petersburgo, ante un avión soviético derribado, en la trinchera, comiendo el rancho... es la magia de las imágenes, que atrapan un instante para siempre y conseguir volver a darles luz es lo que me apasiona».
Alberto Leiro (Vigo, 1966) es un mago de la imagen, un artesano de la recuperación de cualquier clase de película, negativo o archivo de sonido, esté como esté. «He recuperado cintas de casas incendiadas o llenas de moho y filamentos de varios centímetros», asegura para establecer el nivel de éxito al que puede llegar a la hora de devolver la memoria a las familias que se encuentran tesoros fotográficos o cinematografía casera perdida. «Me trajeron hace poco uno rollo de una película para restaurar en la que aparecía una comida familiar. Al recuperarla me llevé la sorpresa de encontrarme a Camilo José Cela en aquel evento de aquella casa particular. ¿A que es algo muy bonito?», pregunta con plena conciencia de que solo hay una respuesta posible
En su casa del barrio de Teis, Leiro ve pasar tesoros, pero lo que él acumula podría ser digno de un museo de la imagen. Un pathescopio de 1919 resume adónde ha sido capaz de llegar para contar con 35 aparatos en los que es capaz reproducir más de un centenar de sistemas diferentes de vídeo, audio y fotografía. Los ha comprado por todos los rincones del mundo, a veces para poder digitalizar una única cinta. «Yo nunca digo que no se puede, o que esa película está demasiado estropeada».
No hay nadie en Galicia que reúna tanta posibilidad técnica, y tanto conocimiento adquirido. Están los VHS, los Beta, el Vídeo 2000, Súper-8, DAT y otros muchos de nombres olvidados para el público en general o fallidos para el mercado global. Alberto Leiro los tiene todos. «Este lo compré en Estados Unidos, este otro en Japón, ese en Jordania, aquel en Lituania... estoy invirtiendo constantemente en equipos que consigo por todo el mundo, porque en España no los hay o son mucho más caros», apunta a la vez que señala que hay empresas que se dedican a restaurar toda clase de equipos también. «Vete a Leiro, que lo tiene todo», dice que recomiendan quienes le han confiado la recuperación o conversión a formatos digitales de sus vestigios gráficos.
«Cada vez las cintas llegan más dañadas, con moho, rayazos, guardadas en desvanes sin protección... dan mucho más trabajo y la calidad resultante es peor, pero siguen siendo bienes de mucho valor familiar, por eso siempre busqué ser el mejor, tener la tecnología necesaria para ofrecer la excelencia en imagen», dice Leiro, operador de cámara y realizador de vídeo formado en la escuela de RTVE, y empresario de tiendas de fotografía hasta que la revolución digital se llevó por delante a los carretes de toda la vida.
«Recupero recuerdos, recupero historia, recupero momentos que ni se sabía que existían», dice al tiempo que enseña un reproductor de bobinas de audio. «Lo usé hace poco para pasar un montón de cintas que me trajo un cliente en las que su abuelo, que fue locutor, tenía grabados sus programas de radio», describe añadiendo más experiencias.
«Más de una vez me han llamado clientes desde sus casas llorando al volver a ver a familiares en las películas que he logrado recuperar. ¡Me encanta este trabajo!», reitera para advertir que lo peor es hacer frente al intrusismo poco instruido, a los que solo salvan lo ya salvado, a los que ven solo el posible negocio y dejan a un lado la pasión de recuperar.

Y en medio de la época de la historia con la mayor globalización de la fotografía y el vídeo, de la imagen en cualquier variedad, Alberto Leiro es concluyente: «Nunca hubo tanto acceso a la imagen, nunca se hicieron tantas fotos y vídeos como ahora, pero casi nada se conservará. Se quedan en teléfonos sin uso, en la nube, en redes sociales, nada que ver con la fotografía y el vídeo como fueron concebidos. La imagen ahora es postureo, ha dejado de ser memoria y recuerdo, por eso yo soy analógico», se declara mientras sigue mostrando escenas de películas familiares recuperadas en las que se recogen escenas callejeras de Cangas en los años cincuenta con el sorpresivo encuentro incluido del cámara aficionado con el arrastre y despiece de un cachalote en la factoría de Massó.
«Yo pido más tiempo que dinero», dice sobre su trabajo, «y si no soy capaz de recuperar la película o la imagen, no la cobro, aunque lo consigo, como mínimo, en un 70 %, y en un 90 % de los casos garantizo tener un sistema para reproducirlas las cintas y digitalizarlas, y si no lo tengo, lo busco», concluye con la seguridad que le da ser la referencia para clientes de toda Galicia y para profesionales de diversos puntos de España también. «Esto me sigue apasionando, es el verdadero secreto».