
La artista malagueña expone el proyecto «Si recordad fuera olvidar»
03 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Aunque el título es Si recordar fuera olvidar, la exposición de Iria González (Málaga, 1988) es una exaltación de los recuerdos cargados de melancolía, aunque a la autora también le interese la reconstrucción de la realidad pasada a partir de la elaboración de su propio relato. La exposición se podrá ver en el Marco hasta el 11 de enero. En ella, el dibujo es la vía de expresión de la artista. Un dibujo de los espacios y de las figuras, muchas veces veladas, que trata de detener el tiempo hasta el punto de proponer una serie a modo de fotogramas que solo se ven animados a través de un pequeño audiovisual. Iria González es en realidad archivera de sensaciones. Colecciona imágenes ajenas que, cuando lo ve oportuno, las reproduce para «verse en el otro y para comprender al otro».
Miguel Fernández-Cid, director del Marco, explicó, durante la presentación del proyecto, que lleva siguiendo el trabajo de Iria González desde hace años y que ahora llegó el momento de exponerlo en Vigo. En esta ocasión, Patricia Verdial Garay asumió el papel de comisaria, aunque ella prefiere denominar esa función como curadora, en el sentido de que ha cuidado y acompañado a la artista en el trayecto de elaboración de la exposición. «El tiempo, en la obra de Iria, se transforma en el espacio donde encontrar el eco de lo que permanece», explicó la curadora. Otra característica de la obra de la artista malagueña es la querencia hacia la cultura japonesa. Ella lo explica aludiendo a la conexión estética y de carácter con lo sugerido, aunque también lo resume con un contundente «odio el ruido».
La exposición comienza con tres grandes piezas en las que el dibujo adquiere características escultóricas para representar lo irrecuperable de la memoria. «Es una arquitectura del deseo para el espectador», explicó la artista, que no quiso desvelar su método de trabajo. La repetición de dibujos para crear movimiento está presente en otras dos piezas, de tamaño medio, y, sobre todo, en la disposición de varios dibujos a modo de plano secuencia cinematográfica.
La pieza central de la exposición, que hay que ver con perspectiva espacial, es un trampantojo. Cree el espectador ver un cuadro, que realmente no es. Es una nueva referencia a la relación entre el recuerdo y lo que realmente sucedió. Especialmente llamativa es otra serie de 21 dibujos, que son reproducciones de imágenes de la historia del arte. Son pequeños detalles, como las manos de las figuras, todas femeninas, que acaparan la atención del espectador y le permiten reconstruir el resto de la escena.
Concluye el recorrido con un vídeo en el que la artista, a modo de libro, recopila fragmentos e fotografías de ese archivo que Iria González utiliza a modo de banco de imágenes. En palabras de la curadora, la obra de Irene González «es una invitación a detenernos, a observar con calma y a dejarnos habitar por la memoria, la ausencia y también por el anhelo».