
El uso descontrolado en el día a día de la ciudad contrasta con la previsión de sequía a corto plazo
19 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Tras la oleada de incendios de este verano, hemos escuchado la frase de todas las oleadas: «Los incendios se apagan en invierno». Existe una coincidencia con las sequías. Cada vez que termina una alerta por sequía, que en el área de Vigo se han repetido recurrentemente cinco veces desde el 2007, escuchamos la misma frase desde el Concello: «La sequía volverá». Es decir, lo saben. Por eso es difícil comprender que se siguen realizando, y presumiendo de ello, ríos y cataratas artificiales, fuentes ornamentales, baldeos de medio millón de litros de agua potable diarios (aunque llueva), etc. Y sobre todo, que sigamos con pérdidas en la red de abastecimiento que se estiman entre un 10 y un 30 %.
Dicho de otra forma: no tomamos medidas estructurales ni eficientes para el ahorro de agua, más bien todo lo contrario, y cuando ya es demasiado tarde nos limitamos a eliminar baldeos (que retomamos en cuanto termina la alerta) y exigimos nuevas presas o reducción del caudal ecológico del río que nos abastece.
Por definición, el caudal ecológico es el volumen mínimo de agua que debe fluir por un río de manera natural y continua para mantener su equilibrio ecológico, incluyendo sus variaciones estacionales. Este caudal no solo permite que sobreviva la biodiversidad, sino que garantiza sus servicios ambientales, entre ellos recargar los acuíferos que ahora la Xunta busca como reservas de agua. Mantener ese caudal es una obligación recogida en la directiva marco del agua de la Unión Europea y las leyes estatal y autonómica. Solo en caso extremo, cuando esté comprometido el abastecimiento a la población y tras adoptar todas, repetimos, todas las medidas posibles previas de ahorro, que incluyen la reducción de suministro a industria obligatorio (no una petición, que se hace ahora, tarde), agricultura y las primeras restricciones a la población, se autoriza su rebaja puntual.
En Vigo, más allá de la habitual inundación de declaraciones hiperbólicas, no se tomaron todas estas medidas previas, por lo que reducir el caudal ecológico del Oitavén a día de hoy tiene difícil respaldo legal.
Desconocemos con base a qué estudios de evaluación de impacto ambiental el alcalde afirma que la construcción de una nueva presa en el río Oitavén «no afecta a nadie» o que reducir todavía más los mínimos calculados (sistemas 7Q10 o Tennant) de caudal ecológico «no afecta a la biodiversidad». Nos gustaría conocer los datos en los que se sustentan unas afirmaciones que contradicen toda evidencia científica. Hace años, refiriéndose precisamente al río Oitavén, el maestro y querido amigo Joaquín Araújo lo definía con precisión: «El caudal ecológico de un río es toda el agua que lleva el río».
Estos años hemos escuchado también reiteradamente el manido argumento de que el agua que los ríos vierten al mar se desperdicia. Decir esto es un indicador de profunda ignorancia ecosistémica. El aporte de agua dulce de los ríos a un ecosistema semicerrado como la ría de Vigo, muy especialmente en períodos de sequía, es un elemento vital para mantener el equilibrio de salinidad del que depende el ecosistema y su biodiversidad, paralelamente a toda la actividad económica que vive de la explotación de sus recursos naturales.
¿Soluciones? Algo tan simple y rápido como un dragado de los embalses devolvería un 30 % a su capacidad, pero lo urgente, como hemos repetido reiteradamente, es una nueva cultura del agua. Tenemos que cambiar, porque la sequía volverá para quedarse cada vez más, y no podemos exigir presas, trasvases o matar ríos para seguir usando el agua como si no pasara nada y la emergencia climática no existiera.
¿Y remunicipalizar la gestión de un bien esencial?