Un testigo del crimen de la estación de Vigo: «La vi encima de él, de rodillas, y me dijo: "Lárgate, ¿y a ti qué te importa?"»
VIGO
Un sintecho, que vivía en una caseta colindante, sorprendió a la pareja junto al cadáver de Roberto Carrera. El amigo que vivía en la misma chabola que la pareja se encargó de quitarle a la sospechosa el cuchillo que portaba en la mano, según los testimonios
08 nov 2025 . Actualizado a las 16:10 h.«Aquí no sabes si es lunes o martes. Vivir aquí no es vida, mentalmente es duro, buscamos vivienda y no las hay, está todo alquilado y en los albergues no hay plaza. Aquí coges la gripe, estás solo», dice Juan Ignacio, una persona sin hogar que mora en el campamento de casetas de cartón de la vieja estación de autobuses de Vigo, en el barrio de A Doblada.
Juan Ignacio sigue en shock y conmocionado por la muerte por apuñalamiento de su compañero Roberto Carrera, de 56 años. La principal sospechosa es la pareja de él, Silvia G., en la treintena. Todo apunta a que dormían juntos en la caseta de Roberto, pero en los últimos días, se les había unido un antiguo colega de él, de 50 años, que ocupó el segundo colchón de la caseta de la pareja.
«Nunca dieron problemas, ella tomaba medicación. Esa mañana fui a cargar unas baterías de una furgoneta y los vi. Roberto estaba enfadado. Me ofrecieron algo de cerveza que habían comprado. Volvieron sobre las cinco y media los tres solos y se metieron en la chabola», cuenta. Ella, dice, llevaba varios días sin venir, la habían visto con un «chaval». Solo dos horas después, un compañero le avisaba de que habían matado a Roberto y que hallaron a Silvia «con el hombro apoyado sobre él».
Ese mediodía, otro sintecho les había invitado a Roberto, Silvia y al acompañante a almorzar. Al nuevo amigo, lo había visto dos o tres días antes. «Estuvimos comiendo jamón serrano, licor café, queso y bebiendo unas cervezas», relata. «No vi ninguna discusión ni tensión con el otro chaval. Ella parecía buena persona, estaba aquí tres o cuatro días, se marchaba y volvía», cuenta este testigo. Todo le parecía haber transcurrido con normalidad.
Sobre las seis y media de la tarde, el tercer ocupante salió de la chabola de Roberto para orinar. Quedó la pareja sola, probablemente descansando en la misma cama. En ese momento, el vecino de la caseta colindante oyó a alguien que pedía auxilio. «Oí gritos de "¡Me están matando!" y pensé que era una broma», relata el testigo. No hizo caso pero pasado un rato, el amigo volvió a la caseta y vio a Roberto ensangrentado. Corrió a avisar a Casimiro, un veterano del campamento para pedirle ayuda. «¿Tienes un teléfono? Han matado a Roberto, está todo lleno de sangre, llama a la policía», le dijo. De los trece moradores, solo uno o dos disponen de móvil.
Al escuchar el alboroto, el vecino más cercano acudió a la chabola y halló a Roberto tendido en la cama ensangrentado: «Silvia estaba encima del cuerpo, de rodillas. Pregunté: «Roberto, ¿estás bien?" y ella me respondió: "Lárgate, ¿y a ti qué te importa?"». El amigo se había encargado poco antes de quitarle el cuchillo que la joven esgrimía en la mano, el cual tiró al suelo. La pareja se quedó allí sentada junto al cadáver, sin decir nada.
Una mujer que ordena la ropa en su caseta cuenta que la sospechosa estaba medicada, «a veces cogía y se largaba, era muy rara pero no agresiva. Cuando la detuvieron, no dijo ni una palabra. Estaba empapada de sangre», dice.
La policía se llevó en coches separados a Silvia y al amigo que convivía con la pareja en la chabola. Ella está detenida y pasará hoy a disposición del Juzgado de Instrucción número 5 de Vigo, en funciones de guardia. La jueza podría ordenar a los forenses que realicen una evaluación psiquiátrica de la joven para determinar si
Os Ninguéns deposita flores en homenaje al difunto
La oenegé Os Ninguéns, de ayuda a personas sin hogar, depositó ayer un ramo de flores en la caseta de Roberto Carrera, como último homenaje. El portavoz Antón Bouzas pidió a las autoridades que abran una residencia asistencial para personas que carecen de solución habitacional.
«As persoas que pernoctan neste lugar están gravemente empobrecidas, vulneralizadas e moitas delas teñen enfermedades complicadas que se ven empeoradas polo contexto de senfogarismo, que as cronifica e potencia», afirma la oenegé en un comunicado.
Según Bouzas, una salida sería que la Administración reacomodase a estas personas «nunha alternativa segura e confortable». Una propuesta pasaría por cederles una residencia a las personas sin hogar, durante varios años, para que pudiesen reconstruir su vida y salir de la calle. Otra solución sería crear nuevos albergues en la ciudad que los acojan.