La naviera proponía coger por el aire los 250 kilos que pesa con su transporte
22 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Alejandro Estévez, 57 años, ingeniero. Vivía en Argentina por trabajo en el 2013. Algo empezó a ir mal. Su cuerpo no respondía con agilidad a los órdenes que salían del cerebro. Fue al médico, se hizo pruebas y se topó de frente con una afección rara que metamorfoseo su vida. Se llama enfermedad de Devic. «Es similar a la esclerosis múltiple, degenerativa, y tiene el mismo tratamiento —explica Alejandro—. Destruye la mielina, y produce lentitud en los impulsos del cerebro a los músculos». Cuatro años después, en el 2017, tuvo que dejar el trabajo. Una silla de ruedas empezó a ejercer de piernas.
A mayores, Beatriz, su compañera y ángel de la guarda, siempre a su vera, llega adonde él no puede. Pero Alejandro le sonríe igual a la vida. La mira de frente, no se amilana. Un ejemplo de dinamismo y valentía. También conoce sus derechos y exige su cumplimiento. Está pendiente de la respuesta de la Consellería do Mar a una reclamación iniciada en septiembre del año pasado.
Todo empezó un día de buen tiempo. Él y Beatriz decidieron aprovechar el día en Cangas. Se desplazaron al muelle de A Laxe para coger una barco de trayecto regular. Se personaron ante la taquilla, preguntaron y la persona que los atendió se encogió de hombres. Alejandro preguntó por la pasarela que hace de puente, según la legislación vigente, entre el pantalán y el barco. «Nos miraron con cara de asombro... no sabían de qué hablábamos. La alternativa que nos dieron implicaba cogerme por el aire, subido a la silla, para dar el salto del pantalán al barco. Lo nunca visto», explica el afectado. Beatriz, siempre a su lado, añade: «Es denigrante algo así. Además: ¿cuántas personas harían falta para algo así? ¿Y si se lesionan?».
Las preguntas tienen su lógica. Solo la silla de Alejandro pesa 150 kilos; él, otros 100. Alejandro, templado, aplicando la norma y el sentido común, añade: «La legislación vigente es nacional... un real decreto del 2007 ¡Ya han pasado 16 años! Pero estamos así». El decreto en vigor lo deja claro: se pondrá a disposición de las personas que lo requiera una pasarela con suelo antideslizante y barandilla. Alejandro, pese a la enfermedad, no ha dejad de viajar. Antes de la silla utilizaba un scooter. «En Venecia no hubo problema, ni en Sevilla, para recorrer el río Guadalquivir. Pero sí en Vigo. A ver cómo queda todo, seguimos esperando». Alejandro lo expone con resignación. Comprobar que no podía cruzar la ría en barco de trayecto regular atenta contra sus derechos.
Primero escribió a la naviera para pedir explicaciones, pero sobre todo soluciones. Ahí empezó otro viacrucis, burocrático. «Hacía referencia al real decreto, vieron que iba en serio y me enviaron un correo electrónico reconociendo que no cumplen la normativa. Decían que es responsabilidad de Portos de Galicia. Reclamé a Portos de Galicia y me dijeron que hiciera la reclamación por vía oficial en la web de la Xunta. También lo hice y me respondieron que la competencia es de la Consellería do Mar. Eso fue este mes, así que estoy esperando por la respuesta» añade Alejandro, que aporta copias de todas las comunicaciones enviadas por él y de las respuestas recibidas de la naviera y del Gobierno gallego.
Pendiente excesiva
Alejandro y Beatriz participaron en la elaboración de este reportaje el miércoles a mediodía. Él intentó, con la rampa de acceso vacía tras zarpar un barco, llegar al pantalán de embarque. No pudo por sí solo, demasiado empinada. De hacerlo al punto de embarque, la distancia hasta el interior del barco, implica un cuarto de metro. Una persona con plenas facultades lo resolvería en un salto tan sencillo como inocente. A él se le convierte en un abismo insalvable. Uno más para alguien que, aunque apenas tiene fuerzas para alzar el antebrazo y estrechar la mano, se resiste al inmovilismo. «Esto es uno más de los impedimentos, falta mucho por hacer. En hoteles, restaurantes, por ejemplo. Aunque muchos tienen accesibilidad, para llegar a la mesa, moviéndose entre otras mesas, es imposible por falta de espacio», relata Beatriz.
También asistir a un espectáculo en el Auditorio Mar de Vigo. «Solo hay tres plazas para sillas de ruedas, y tenía que haber 30. Elevamos una queja al Valedor do Pobo y nos ha dado la razón. Obliga al Ayuntamiento de Vigo a hacer las reformas necesarias, pero también llevamos meses esperando», añade Alejandro antes de despedirse relatando otra barrera que no ha podido librar, al menos por ahora. «Si quiero ir a Bouzas, no puedo, al llegar a Barreras se acaba la acera y solo me queda ir por la carretera esquivando coches».