
Beatriz Fernández comenzó a ejercer a los 16 años, fundó el Vagalume en el 2006 y ahora se desdobla con el Rosaleira
04 ene 2022 . Actualizado a las 00:21 h.El patinaje es su mundo y entrenar es su pasión. Beatriz Fernández Bahamonde (Vigo, 1970) comenzó a ejercer en su colegio a los 16 años y tres décadas después, compagina su labor docente en el Vagalume vigués, que cuenta con el patrocinio de Celtamotor y que ella misma fundó, con el Rosaleira de Mos.
«Empecé en el colegio Amor de Dios como patinadora y luego fui avanzando. A los 16 años empecé a dar clases», recuerda Beatriz de su génesis con el mundo del patinaje. No tardó mucho en superar los muros del centro de enseñanzas para embarcarse en otras aventuras: fundó el Castrelos, luego el Anduriña, que tuvo una nada fructífera fusión con el Coruxo y en el año 2006 decidió darle nombre y forma a su proyecto definitivo: el Club Patín Vagalume, un club especializado en la disciplina de solo danza. La entidad comenzó entonces con siete patinadoras para contar con 33 en la actualidad, además de dos centenares de niños en las escuelas. A mayores, lo largo de este tiempo, el club ha establecido lazos con clubes de Italia, Portugal y de todas las comunidades autónomas.
«Fue una modalidad que vimos en Portugal hace muchos años y nos gustó. En España se hace desde hace una década o menos, y en Galicia fuimos los pioneros con el Alquimia». Hoy, siguen siendo una referencia de este apartado del patinaje artístico como confirma su cuenta de resultados: podios a nivel gallego, estatal y continental. Javier García fue segundo en el europeo y subió al cajón en el nacional. En la actualidad cuentan con la campeona gallega Paloma Fernández Gómez, y el club logró podio en las competiciones organizadas por la Federación Galega de Patinaxe a lo largo del año 2021.
Con el Vagalume asentado por completo, Beatriz Fernández ha decidido dar otro paso en su labor docente para encargarse de la coordinación deportiva del Rosaleira de Mos, una entidad que apuesta por la modalidad de libre y cuartetos y que cuenta con una treintena de patinadores en la actualidad. «Se quedaron sin entrenadores, yo conocía a una directiva y habló conmigo para que me hiciera cargo del club», comenta la viguesa.
Compaginar los dos clubes no está siendo un problema, todo es cuestión de organización. «A veces entrenan los dos juntos, tienen amistad entre ellos y tiran unos de otros. La verdad es que está resultando una buena experiencia», comenta la entrenadora.
En su filosofía, el rendimiento deportivo no es lo más importante para Beatriz, que tiene su propio orden de prioridades: «Que aprendan a patinar, que disfruten aparte de competir y sobre todo que se relacionen entre ellos». Una apuesta que parece haber calado entre la que fueron sus patinadoras, ya que hoy entrena a sus hijas en algunos de los casos.
Una idea, además, que puede ir de la mano con la exigencia de un deporte tan sacrificado como el patinaje. «Si no entrenas, no puedes llegar a competir a alto nivel», sentencia la entrenadora, que cifra en una media de seis horas semanales la media para la modalidad de libre. Además, y como primer paso, recomienda a aquellos que quieren ser patinadores «que no tengan vergüenza, eso es lo primero. Luego, tienes que disfrutar del patinaje y a mayores, como en otros deportes, están las cualidades, pero todo el mundo puede aprender a patinar, eso es lo importante», sentencia.
Preguntada la entrenadora por el significado del patinaje para ella, no duda en decir que «es mi mundo, aquí se combina lo artístico con la técnica, es una explosión de transmitir emociones», una pasión que como peaje exige dedicación absoluta y muchas horas de trabajo. «Aparte de los entrenamientos, hay que preparar en casa las coreografías, buscar músicas, los entrenos...». A mayores, el patinaje está inmerso en una época de cambios a nivel de puntuación: «Está cambiando muchísimo y hay que prepararse para todo lo que viene, tienes que avanzar» y una de las aristas son las nuevas tecnologías «que ayudan mucho, porque grabamos a los niños y se dan cuenta de sus errores».
Una tecnología que resultó clave también para que el Vagalume no dejase de funcionar cuando la pandemia le obligó a parar de entrenar en Candeán, su pabellón habitual. «Realmente nosotros no llegamos a parar, seguimos trabajando con clases online. Trabajábamos la flexibilidad, la potencia...».
Todo para mantenerse como referente de un deporte que en Vigo ha crecido de un modo exponencial en las últimas décadas, con al menos una decena de clubes, lo que provoca una sana competencia «que hace que te esfuerces más y que intentes superarte». Algo que Beatriz lleva haciendo desde los 16 años y sin fecha de caducidad.