
Les llevaron los enseres que le quedaban antes de cumplir la orden de demolición
27 may 2025 . Actualizado a las 14:41 h.La pala y la piqueta comenzaron este lunes a derribar la casa de una familia de Nigrán con una orden judicial de demolición desde el 2019 por estar en suelo no urbanizable.
La actual propietaria, Jessica Iglesias, afirma que heredó la vivienda en 2022 mediante cesión, pero no tuvo conocimiento de la orden hasta después de la muerte de su abuelo. «Sabía que en su día tuvo una orden de derribo, pero mi abuelo me dijo que ya la había legalizado, y como tenía escrituras y pagaba el catastro, no pensé que hubiera problema». Falleció el 1 de febrero de 2023 y, el 27 de ese mes, Jessica recibió la resolución judicial que obligaba a ejecutar la demolición.
Horas antes de que empezasen las obras, la familia sufrió además un robo. Según denuncia Jessica, alguien accedió durante la madrugada del lunes 19 al bajo de la vivienda y se llevó todo lo que quedaba en el interior. «Ese mismo domingo habíamos vaciado la casa, desmontado puertas y ventanas. Solo quedaban algunas cosas necesarias para seguir cuidando la finca. Cuando mi marido llegó el lunes por la mañana, ya no había nada. Nos lo habían llevado todo», lamenta. Entre lo sustraído, detalla, había una desbrozadora, una máquina cortacésped, una freidora, una cocina portátil, una parrilla, aperos y una caldera.
La vivienda forma parte de un conjunto de propiedades denunciadas en 2001 por un particular de la zona en Chandebrito. No cuenta con licencia y no tiene encaje en el Plan Xeral de Ordenación Municipal. El Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 1 de Vigo dictó la demolición en 2019. El Concello de Nigrán recurrió sin éxito ante el TSXG, y el Supremo inadmitió el recurso. Tras años de procedimiento, y tras recibir multas y apremios judiciales, el Concello se vio obligado a licitar la obra, con un coste de 73.000 euros.
Para evitar ese gasto a mayores, Jessica asumió el derribo por su cuenta. «Estoy tirando la casa que heredé hace dos años sin saber que había que derribarla, para pagar 40.000 y no 70.000 euros», afirma. En 2023, la familia colgó pancartas en el muro: «¿Somos la cabeza de turco?». Otra rezaba: «Paremos el derribo. Stop derribo». Jessica pensaba mudarse allí con su familia y su abuela al heredarla, pero sus planes se truncaron. Ahora, tras perder la vivienda y asumir una deuda importante, la familia intenta cerrar una etapa marcada por la incertidumbre y el dolor.