Los felinos originales de Palacios clonados en Madrid son de hormigón
21 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los auténticos leones del metro de Madrid, que a lo largo de medio siglo cobijaron a millones de usuarios de la primera línea suburbana de la capital y que durante otro tanto descansaron en el Campo da Feira de O Porriño, han salido de su letargo. La imagen es impactante y, por primera vez visible, no solo desde la base de este conjunto de Antonio Palacios sino también desde varios metros a la redonda, mejorando ya sustancialmente toda la avenida Domingo Bueno.
«Estamos convencidos de que este enclave va a convertirse en un punto de encuentro fundamental», apunta Alejandro González. Es el jefe de obra de la empresa Gomacóns, la división del Grupo Godoy Maceira, que consiguió clonar el conjunto en la Gran Vía madrileña y que también ganó el concurso para rehabilitar el primigenio. «Es una responsabilidad mayor y con dificultad técnica añadida», advierte el responsable de una obra y un equipo que moviliza a medio centenar de profesionales
El arquitecto de la intervención financiada por la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta es Vicente Pintos y ambos están de acuerdo en que «¿Quedamos en el metro?» va a ser una pregunta habitual en el único municipio de España con boca de metro pero sin suburbano.
Como curiosidad, la constatación de lo que ya sospechaban: Aunque Metro de Madrid dijo que los leones de Gran Vía «son una réplica idéntica de los que hubo en su día, realizados en granito», realmente los auténticos son de hormigón, confirma Alejandro González. Son dos monumentales felinos de 1,60 metros, situados a otros 10 de altura y de unas tres toneladas de peso por cabeza sobre los que ayer trabajaban los restauradores.
La prioridad es devolverle la identidad, avanza Vicente Pintos. «No es una escultura, sino una pieza de arquitectura, con una utilidad y finalidad que ha de entenderse e interpretarse», recalca. Se trata de un minucioso trabajo en el que se respetan todas las partes para respetar esa continuidad temporal. «Toda nuestra labor ha de ser reversible, es un criterio genérico en las restauraciones y un gran esfuerzo», destaca Pintos.
Han empezado por el suelo, preparándolo para respetar el carácter urbano sobre el que se diseñó el templete. Hubo que quitar los parterres y reordenar los servicios «porque hay que integrar el edifico en el conjunto». Parten de un error de posición ya que, cuando se trajo de Madrid, se colocó con la boca hacia el cementerio, por lo que parece una puerta. El arquitecto Xosé Bar Boo pretendía colocarlo con la entrada hacia el parque, para hacer una biblioteca infantil y el archivo de Palacios, explica, pero ahora reformularán la propuesta como un espacio cultural para eventos de menor aforo.
Nada es casual y nada se altera porque «han de diferenciarse bien todos los momentos». Así que el suelo va a reflejar la marquesina, por ejemplo, «para sentir y entender su dimensión». Desde su sombra añadiendo una grada de distinto color a las que se colocaron en el proyecto del parque y diferentes piezas y texturas para recrear dónde estaban las escaleras o el ascensor, con losas en azul noche flameado o abujardado para los ascensores.
El 6 de diciembre de 1969 se cerró la entrada al metro de la Gran Vía de Madrid, tras la llegada de las escaleras mecánicas y se abandonó la obra de Palacios. Sobre esa fecha, pero 55 años después, la villa natal del arquitecto recuperará el esplendor de esta «ermita secular y cuadrada. Un lugar con un aire muy neoyorquino», según Francisco Umbral. El alcalde en la época, Gonzalo Ordóñez y Raúl Francés, padre del que luego sería regidor por el BNG, lo rescataron tras ser desahuciado en Madrid.
En la parte superior lucirá el cartel luminoso
Durante la fase de limpieza, hubo que retirar además de los musgos y líquenes, los óxidos e incluso grafitos. En laboratorio se identificaron ceras empleadas en su día y la salinidad de la piedra que, curiosamente, tampoco es de O Porriño. La obra original está hecha con la piedra Gris Villa de una cantera de Guadarrama que ya cerró, mientras que la de Godoy Maceira en Madrid es Blanco Alba de unas canteras de A Cañiza, explica Alejandro González.
En esta respetuosa rehabilitación se distinguen los momentos y materiales, para facilitar su comprensión y asegurar su durabilidad, «empleando un blanco alba para las piezas nuevas». Tampoco faltará uno de los elementos más llamativo y lucidos del templete porque además de la cubierta acristalada, en la cima del monumental conjunto volverá a brillar en unas semanas el cartel de Metro de tres metros de largo por uno de altura y será visto a dos caras.