Rubén, Marcos y los Albertos vuelven del caos: «La normalidad de ahora me parece artificial»
O PORRIÑO
Los bomberos del Consorcio estuvieron una semana trabajando de sol a sol, buscando víctimas, vaciando casas, abriendo puertas y retirando libros de una biblioteca
12 nov 2024 . Actualizado a las 17:17 h.Alberto Castro lleva 21 años trabajando como bombero. Ha intervenido en desastres ocasionados por los incendios forestales del 2006, las posteriores inundaciones en Vilagarcía, el incendio de Brenntag que tiñó de azul el Umia, la explosión en la pirotecnia de Tui, el accidente de tren en Porriño..., «pero como esto nunca había vivido nada igual». Habla de Valencia, donde estuvo trabajando durante una semana junto a otros cuatro compañeros pertenecientes al Consorcio de Bombeiros de Pontevedra: Marcos Barros, Rubén Sío, Alberto Agrelo y Alberto González Pana.
Conformaron un equipo de cinco magníficos integrando el dispositivo que se movilizó desde Galicia para dar respuesta al caos que dejó la dana y, como todos los que han estado allí, coinciden a la hora de relatar sus sensaciones: hablan de una «zona de guerra», de la solidaridad de la gente y de la necesidad de aprender de los errores. A nivel personal, la principal lectura que hace Alberto Castro es que «hay que valorar lo que tenemos, los bienes materiales van y vienen, pero la vida no». Lo ha visto con sus ojos y lo ha palpado con sus manos. Los Albertos, Marcos y Rubén han tenido que desnudar hogares y negocios retirando muebles y todo tipo de enseres para dejarlos apilados en la calle. «Las casas quedaban vacías, como si fuera una mudanza». Achicaron agua de bajos y garajes, participaron en la búsqueda de personas —en su caso no llegaron a localizar ninguna víctima—, en aperturas de puertas de domicilios, hicieron mediciones de gases... Lo que no entraba en sus planes era verse retirando cientos de libros empapados en la biblioteca pública de Paiporta, quizás una cuestión menor dentro de la gravedad de los hechos, pero que plasma todos los resquicios por los que se coló la riada más mortífera de la historia reciente en España.
En Galicia no se han vivido desastres de esta magnitud, pero conocemos los daños demoledores del fuego y el agua y conviene no olvidarlo. Es otra de las lecciones que deja el drama de Valencia. «Hay que prevenir, toda prevención es poca, y hay que potenciar los servicios públicos de calidad porque en momentos como estos son, junto con el pueblo, los que sacan la situación adelante». Habla de un pueblo, el valenciano, que no dejó de mostrarle su gratitud — «lo daban todo»— y de quienes lo hacen también desde el resto de España; en Valladolid o A Cañiza los recibieron con saludos y muestras de cariño cuando pararon a repostar, relata.
Trabajando de sol a sol entre el hotel y la zona cero
El dispositivo del Consorcio de Bombeiros do Salnés partió el lunes 4 hacia Valencia y volvió el domingo 10. Se alojaron en un hotel situado en Puig, a unos 40 minutos de la zona cero de la dana, de donde salían a eso de las 8.30 horas después de desayunar y ya no volvían hasta la noche, para cenar y dormir. Trabajaban de sol a sol con un corto descanso para comer el avituallamiento que le preparaban en el propio hotel y lo que le daban los vecinos, siempre atentos a que no les faltase agua y alimento. Una familia marroquí incluso les cocinó en plena calle un postre típico de su país para endulzarles la jornada.
Alberto lo cuenta con emoción porque, dentro de todo lo terrible que ha vivido en Valencia, también se lleva algo positivo: el cariño de la gente, de los damnificados y de quienes coincidieron allí para ayudarlos. El Consorcio compartió sector con los bomberos del Concello de Pontevedra y el personal del GES de Padrón y esa semana de trabajo juntos «creó lazos que serán para siempre», relata.
Paiporta, Massanassa, Catarroja y Torrent también quedarán en su memoria porque en estos lugares ha pasado los días más intensos de su vida a nivel profesional. Volverá con su familia, afirma, para ver como la gente reconstruye sus vidas a partir del caos. Habrá quien nunca pueda hacerlo del todo, porque para la muerte no hay vuelta atrás, y esa evidencia se hace más presente ante calamidades como la provocada por la dana.
Alberto Castro tardará algún tiempo de recobrarse del shock. «La normalidad de ahora me parece algo artificial». Lo cuenta desde una cafetería, después de haber dejado a su hijo en el colegio y sin barro en las botas. Tras un largo viaje y haber podido descansar en su casa, este miércoles vuelve al trabajo en la sede de Vilagarcía, también en su faceta como delegado sindical, peleando por mejorar las condiciones laborales del colectivo y poner fin a una huelga que está obligando desde hace meses a cerrar los parques de bomberos del consorcio provincial. Hoy toca nueva reunión.