La nueva iglesia de santo André de Comesaña se construyó en 1804

j. miguel gonzález fernández VIGO

TUI

M.MORALEJO

El templo vigués es obra de los maestros cantero y carpintero hermanos Solla

04 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El rey Fernando II de León, durante su gobierno (1157-1188) interviene varias veces en Terra de Toronio, con donaciones y mercedes o con confirmaciones de dádivas de él o sus predecesores: realengo de santa María de Vigo, castillo de Santa Elena, término de Benevivere/Bembrive, etc, bien al monasterio de Melón, bien al obispo de Tui. Es a este, don Beltrán, a favor de quien entrega en 1180 la mitad de la iglesia de santo André de Comesaña. Es la referencia más antigua que se conserva de este templo parroquial, que ya estaría edificado.

Con el paso de los siglos se va produciendo el deterioro de estas antiguas iglesias, al tiempo que iban quedando pequeñas con el aumento de población desde tan temprana fecha. El obispo miñota o un alto representante, al menos desde el siglo XVI, realiza periódicamente una visita pastoral en la que, entre otros aspectos, se inspeccionaba el estado de la arquitectura religiosa. Debió de encontrar el templo de Comesaña tan arruinado que Juan García de Benito en 1804 dispone que a cuenta del beneficio curado pague el ecónomo general (administrador de los caudales) la construcción de un nuevo templo en Comesaña, encargándosela al presbítero Francisco Cristóbal Costas, cura en ejercicio, junto con tres «acordadores» de la feligresía.

Los anteriores señalaron que la obra de cantería debía comprender una espadaña o torre para dos campanas «que se puedan tocar a sacramentos y más funciones» en el frente, imitación a de san Miguel de Oia. En la misma fachada principal se abriría una puerta y un tragaluz o «espejo» con red de alambre amarillo -otro en la capilla mayor-; en sus inmediaciones dos pilas para el agua bendita. Fuera la llamada

Casa de obra» (almacén de objetos ya sin uso); el muro del atrio; igualar el pavimento donde se encontraban las sepulturas; las escaleras de acceso al coro, etc.

El resultado en el templo de traza simple, montura pesada y gusto clasicista, que hoy se ve. La de carpintería, todo de madera de castaño, comprendería la armazón de la techumbre de tejas, la cajonada para las ropas con crucifijo, la puerta de doble ala de color verde, la balaustrada del coro, etc. Sacada a subasta pública bien anunciada se presentaron tres postores, conocidos maestros del ramo (Novás, J. Solla, y F. Solla), aceptándose la postura de José Solla, de Camos (Nigrán), por la cantidad más favorable de 16 700 reales con las tumbas sin nivelar 100 reales menos. La de carpintería salió, entre varios candidatos (uno clérigo), con 3 970 reales. Juan Felipe Solla, de Valladares, se presentó como fiador de Manual de Carramal, de Bouzas, y este a Benito de Sanromán, de Oia. Cobraría por tercios el primero y a tramos de 2.000 reales el segundo, con un plazo de ejecución de seis meses según fuera avanzando la construcción. Antes de dar por recibida la obra aun debía pasar por la inspección de unos peritos facultativos arzobispales, si acaso arreglando lo que estuviera mal hecho.

Como complemento, señalar que de nuevo Fernando II de León donará en 1179 el término de Biaby/Beade, «in terra de Fragoso», a la mitra tudense. También su iglesia, muy antigua, acabará arruinándose. En 1785 el procurador general, mayordomo pedáneo y un grupo de vecinos reunidos en el atrio, acordaron la construcción de una torre para cuatro campanas en la fachada, «sin que en ella quede fealdad y menos ruina», que ejecutarán los también hermanos Manuel y Domingo Novás, maestros canteros de Pazos de Reis (Tui), en el término de 10 meses, por 11.900 reales. Se pidió prestado dinero y hubo conflicto. Corría diciembre de 1791 cuando Julián de Abalde, del lugar de Quintas, procurador general, ajustó con don José Rucavado, maestro campanero de san Verísimo de Arcos (jurisdicción de Salvatierra) la fabricación de una campana nueva de 26 arrobas castellanas y el aprovechamiento del material de una «quebrada» que ya estaba en la feligresía de 8 arrobas, comprometiéndose a fundir lo que resultase imperfecto, sin indicar de quien iba a cargo el traslado, dándole 6.000 reales, de los que adelantaron 2.500, pero resulta que además de darle algo más de peso a ambas, la campana mayor salió «defectuosa en sus asas», de lo que se derivó un pleito a tres bandas (una con el apoyo del párroco), que se saldará con el dictamen del perito don Juan Manuel de la Vega, maestro campanero de Pontevedra.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses