
Romana Gómez vivió una vida de superación ante las adversidades de la época
02 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Era una mujer muy avanzada a su tiempo; muy positiva», dice la escritora Yashmina Shawki para referirse a su madre, recientemente fallecida.
Romana Gómez Garrido había nacido en Vigo en 1932, en el seno de una familia humilde. «Mi abuelo era clarinetista en la Banda Municipal de Vigo y trabajaba en los Astilleros Barreras», añade. Fue la mujer de él quien apoyó a Romana a abrirse al mundo, viendo que era una niña con grandes inquietudes intelectuales. «Ella era una ama de casa que supo apoyar a mi madre en una época en la que las mujeres tenían grandes dificultades para acceder al bachillerato o a la universidad», asegura Yashmina. Con este apoyo, Romana Gómez pudo ir más allá de los estudios básicos que recibió en el Colegio Niño Jesús de Praga. Se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios en los cursos de inglés y francés, pero también de piano. Fue el profesor de idiomas quien le recomendó que viajase al extranjero para aprender mejor otras lenguas. Ahí se le ensanchó el mundo a Romana.
Antes de los veinte años viajó a Londres. Trabajó primero cuidando niños y después en un hospital, donde consiguió la titulación de Enfermería. Eran los primeros años de la década de los cincuenta. Allí conoció al que sería su marido a través se un primo de este. «Se conocieron en una estación de metro, fíjate qué romántico», dice la hija. Él era kurdo iraquí. Estuvieron saliendo muchos años, como era costumbre entonces, hasta que Romana regresó a España y su novio, que hacía el doctorado en Ingeniería Eléctrica, a Bagdad.
Poco después, la viguesa Romana se fue a Alemania, donde estuvo una temporada trabajando, y manteniendo correspondencia con Shawki Aziz Faraj. «Fue cuando mi padre decidió que no podía vivir sin mi madre y la vino a buscar a Vigo», añade Yashmina. «Hizo un viaje muy romántico porque lo realizó en tren desde Bagdad a Vigo. Recorrió Siria, Líbano, Turquía y Europa oriental hasta llegar a Vigo. Mi madre contaba que siempre le había dicho a su marido que la ría de Vigo era preciosa, pero cuando llegó mi padre le dijo que se había quedado corta, que era aún más bonito de lo que le había dicho», dice la escritora viguesa.
Pero no fue fácil la estancia en el Vigo de primera mitad de los años sesenta. La diferencia religiosa de la pareja les planteó impedimentos, que solo se resolvieron con el decidido carácter de Romana Gómez. «Mi madre, que tenía mucho carácter y era muy moderna (fue la primera mujer en Vigo que llevó pantalones), se cabreó y decidieron ir a Bagdad, donde se casaron en octubre de 1965», añade. Al año siguiente se quedó embarazada y regresó a Vigo para dar a luz a su hija, hoy colaboradora de La Voz.
La vuelta a la ciudad de las mil y una noches se desmoronó al coincidir con la Guerra de los Seis Días. Estuvieron viviendo en Vigo hasta que Yashmina cumplió los catorce años. Fue cuando volvieron a Bagdad, pero nuevamente la situación política jugó en contra. Irak estaba en plena guerra con Irán. Cuando la situación se hizo insostenible regresaron a Galicia.
Esta ajetreada vida estuvo a la vez marcada por una grave enfermedad pulmonar que Romana Gómez supo superar con su gran fortaleza. El pasado viernes eran inhumados sus restos mortales en el cementerio de Pereiró. «Era una mujer muy avanzada a su tiempo; muy positiva. Le encantaba la música clásica y era una voraz lectora, especialmente de la literatura rusa del siglo XIX», dice su hija casi a modo de epitafio.
Antes de cumplir los 20 años se fue a Londres, donde trabajó como enfermera