«Ya no ves aquel heroinómano, ahora llegan ludópatas y adictos al alcohol»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Tras 37 años atendiendo a personas drogodependientes en Cedro, la enfermera Mariló Fernández se jubila. «Nuestros pacientes sufren muchísimo, pierden la libertad», dice

16 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«He oído a familiares decir que era tan insoportable lo que estaban viviendo que temblaban al oír el teléfono, esperando la peor de las noticias sobre sus hijos. Alguna madre incluso me ha dicho que lo mejor sería recibir esa llamada, porque ya no podía más». Mariló Fernández Besada (Vigo, 1956) recuerda los momentos más duros de la otra pandemia que golpeó Galicia en los años 80 y 90. Junto a otros tres profesionales, fue una de las que puso en marcha el centro Cedro, de atención para drogodependencias del Concello de Vigo, que nació en noviembre de 1984 cuando la heroína y el sida hacían estragos. De los cuatro, es la única que sigue en activo, pero dejará de estarlo en breve, el próximo viernes es el día de su jubilación.

Fueron años complicados, en los que perdían a los usuarios del centro por una enfermedad desconocida que «arrebataba vidas» y producía una enorme «impotencia» a los profesionales de Cedro. «Eran pacientes muy deteriorados, que consumían por vía intravenosa, que traían la enfermedad escrita en la cara. Se inyectaban en cualquier sitio, brazos, piernas... Donde encontraran una vena». Esta enfermera especializada en salud mental ha llegado incluso a enseñarles a estos drogodependientes cómo tenían que pincharse para reducir el daño. «Yo hago trabajo de terapia, de trabajar la reducción del daño para que el consumo sea lo menos perjudicial. Los que consumen por vía intravenosa, intentar cambiar la vía de consumo, reducir dosis si se inyectan, enseñarles para evitar abscesos... Al ver que su salud va mejorando ya te marcas objetivos más encaminados a la abstinencia pero hay algunos con los que no puedes pensar en la abstinencia desde el principio».

Afortunadamente, esos duros años han quedado atrás pero algunos de esos pacientes siguen en tratamiento en Cedro, tres décadas después. Estas despedidas están siendo las más duras para esta profesional sanitaria que colgará la bata el próximo día 22. «No era consciente de los sentimientos que los pacientes tenían hacia mí, se les llenan los ojos de lágrimas y todos me desean lo mismo, que sea muy feliz. A mí también se me llenan los ojos de lágrimas, creo que voy a tener que pasar un duelo».

El perfil del paciente ha cambiado mucho. Las drogas duras ya no son las únicas protagonistas, ahora hay incluso adicciones a las nuevas tecnologías. «Ya no ves aquel heroinómano, ahora tenemos patologías más actuales. Tenemos muchos jóvenes adictos al alcohol, a los que les espera un futuro muy negro si no hacen una deriva. También por cannabis, muchos se creen que es una droga inofensiva pero a veces hace salir a flote trastornos psiquiátricos ocultos. También nos están llegando pacientes con ludopatía». 

Consultas en la playa

Junto a Fernández Besada, trabajaban en Cedro desde los inicios el psiquiatra José Teijeiro, el psicólogo Jorge Cabrera y el educador social Antón Bouzas. «Sin ellos no sería quien soy», recuerda. Además del proyecto profesional, esta enfermera acabó formando una familia con Bouzas, una unión de la que nacieron dos hijos, testigos de la entrega de sus padres con los pacientes. Enfermos que llegaban a hacer colas en Samil, esperando consuelo de estos profesionales fuera de la consulta. «Estábamos jugando con los niños en la playa y venían los pacientes a contarnos su sufrimiento. Un día nos dimos cuenta de que teníamos a cuatro esperando para hablar con nosotros», recuerda Fernández con cariño. «Hay el concepto de que las personas consumidoras son unas viciosas, pero una persona que llega a los extremos que llegan nuestros pacientes, no lo hacen por vicio, es por pura enfermedad. Nuestros pacientes sufren muchísimo, pierden la libertad, se convierten en personas esclavas».

Mariló Fernández quería estudiar medicina pero, por circunstancias familiares, acabó en enfermería. Su pasión por la psicología la llevó a empezar una carrera que interrumpió para entrar a trabajar en Cedro, «no sería la que soy si no trabajara aquí». Fernández pide al Sergas que considere las unidades asistenciales de drogodependencias, UAD, como unidades de salud mental, por el alto porcentaje de pacientes con ambas dolencias: adicciones y problemas psiquiátricos, muchos de ellos son personas sin hogar. «Los días de frío y lluvia estoy en casa pensando en algún paciente que he visto por la mañana y que sé que va a dormir en la calle, entre cartones». Muchos utilizan la droga como «automedicación, para anestesiarse», explica Fernández Besada. «Durante la pandemia, las instituciones se movilizaron para que no hubiera personas en la calle. Esos días en los que todos tenían un techo, la mayoría de los pacientes tuvo una mejoría impresionante». Muchos no tienen arraigo ni familia, pero siempre han encontrado consuelo en esta sanitaria que se lleva cada uno de los historiales en la cabeza y el corazón y que ejerce hasta el final, convencida de que «la enfermería es un arte».

 Su canción favorita

«La vuelta al mundo», de Txarango. «Me trae muy buenos recuerdos. Siempre que hago talleres con los pacientes tengo una música vinculada porque me gusta terminar de una manera vital. Con esta canción, salen alegres, cantando Dale la vuelta al mundo, les hace felices. Es mi homenaje a los pacientes».