Una vida formando a niños con autismo: «En mi colegio no hay depresión»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

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Oscar Vázquez

Acaba de jubilarse tras 33 años como tutora en la Fundación Menela, donde ha educado a más de cien pequeños. Sigue difundiendo sobre el espectro: «Te hacen mejor persona»

29 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Conocer a una persona con autismo no es conocer el autismo». Así arranca Berta Meijide (Vigo, 1957) sus charlas por Galicia para trazar puentes entre los dos mundos que ella y muy pocos otros profesionales saben conectar. Tras haber tratado con más de cien niños con autismo en sus 33 años de vida profesional puede considerarse una de las grandes expertas en Galicia del TEA, una variación neurológica que puede afectar a una de cada 100 personas. «A veces es complicado interpretarlos, pero quieren estar en nuestro mundo y relacionarse, hay que ayudarles», aclara. Se calcula que hay más personas con autismo que con ceguera, pero la sociedad no se ha adaptado a estas personas que «necesitan apoyo durante toda su vida».

Meijide acaba de jubilarse de su trabajo como tutora de la Fundación Menela, en Vigo, pero el TEA sigue siendo su universo. «Después de hacerme las fotos, tengo que ir al cumpleaños de una antigua alumna. Seguimos hablando mucho. Y tengo que ser puntual, para ella las cinco son las cinco, ni un minuto más». Así refleja la rigidez que acompaña a muchos de quienes están diagnosticados del espectro autista, aunque las etiquetas son cada vez menos fiables. «No en todos incide igual, es muy amplio», explica. «Es muy curioso ver a un niño que se sabe las capitales del mundo y no es capaz de llamar a su madre o señalar».

Esa fascinación la enganchó cuando era una estudiante de Pedagogía en Salamanca, y sigue sintiéndola, como una pasión que no se agota. «Fui a al primer congreso internacional de autismo y me encantó, me quedé impactada. Me atrajo muchísimo». Meijide recorre Galicia, allí donde la llaman, para divulgar las peculiaridades de esas personitas con las que ha compartido su vida, y que la siguen acompañando. Su labor ha sido con niños con discapacidad intelectual. «Creo que en mi colegio ningún profesor ha tenido una depresión. Es que estás allí y se te olvida si tu hijo tiene gripe, o tienes algún problema. Te aíslas metiéndote en sus cabecitas». 

¿Cómo acercarse a ellos?

Su obsesión es que sus alumnos puedan integrarse en un mundo que «para ellos es muy cambiante». La cautela y respetar sus tiempos es básico y también tener unas nociones elementales que la mayoría social desconoce. «Su felicidad depende también de lo que nosotros seamos capaces de adaptarnos a ellos». Anticipar es una receta maestra, igual que dibujarles el mensaje que queremos transmitir. «Son pensadores visuales, si quieres decirles que al día siguiente vayan a tu casa, dibújales un sol y una casa, y se guardarán el papel y podrán verlo y recordarlo».

La educación consiste en que los protagonistas también puedan adaptarse al mundo que les rodea. Berta Meijide ha trabajado incansablemente para que sus alumnos no vean en el entorno una amenaza, una tarea que puede llegar a ser muy complicada. «Tenía un alumno que cada vez que entrábamos en un centro comercial se tiraba en plancha. Yo seguía caminando hasta que él se levantaba y venía. Para unos padres eso puede ser muy violento, por eso había que repetir esa rutina». Esta profesora recién jubilada también mandaba deberes, pero en su caso, la tarea consistía en reproducir en familia esa escena, hasta normalizarla. «A veces los deberes son ir a la panadería X y que la niña pida lo que ya ha pedido con nosotros. El autismo permanece, pero sabemos que con la educación mejora». Por eso buena parte de las clases son salidas a la ciudad, donde hay que poner a prueba todo lo que se trabaja en el aula. «Nuestro colegio es pequeño porque es un chalé, pero es grande porque es toda la ciudad de Vigo».

Meijide piensa en sus compañeras docentes en Menela que afrontan en estos tiempos un aumento de la ratio en las aulas que considera improcedente. Cinco niños por aula es excesivo para esta pedagoga, sobre todo cuando los niños tienen carencias cognitivas severas. «Invitamos a los políticos a venir a las aulas y a ver. La educación es el único arma que hay para estos pequeños».

Ella, que se considera un puente entre ambos universos, ha dedicado mucho tiempo a los padres, a veces tan perdidos como el propio niño. «Se convierten en los intérpretes del mundo para sus hijos. Yo siempre digo que si algo va a hacer que los padres lo pasen mal, mejor no hacerlo». Ahora los diagnósticos llegan a los tres años, o antes, salvo en los niños con altas capacidades, en los que se certifica más tarde. «Cualquier trabajo te cambia, pero este es apasionante. Te hacen ser mejor persona, más observadora. Son seres opacos, curiosos y diferentes, hay que llegar a entenderlos para poder ayudarles porque ellos están deseando estar con nosotros».

Su canción favorita

«Héroe», de Antonio Orozco. «Creo que nuestros niños y chicos son auténticos héroes en este mundo que les tocó vivir. Socialmente se están haciendo cosas, pero se puede hacer más por la inclusión. Ellos tienen que hacer un esfuerzo cuádruple al resto para convivir con nosotros y nuestras costumbres».