De vivir drogada en la calle a ayudar a otros a desintoxicarse: «Les escucho»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Teresa García es un ejemplo de superación. Tras 24 años sin consumir trabaja para Médicos del Mundo como mediadora con personas con adicciones. Rehízo la vida con sus hijas, encontró el amor y ayuda a visibilizar el sida

08 oct 2023 . Actualizado a las 01:29 h.

«Llevaba meses durmiendo en un cajero, sin ducharme en días, con piojos... Me dije: ‘No puedo seguir con esto'». Hace 24 años que Teresa García (Vigo, 1971) dejó las drogas. Lo hizo por determinación personal, por eso no le gusta decir que ella ahora ayuda a otras personas con adicciones. «A mí la palabra ayudar no me gusta... Ellos son mis iguales, les escucho». Trabaja como mediadora y agente de salud en el centro de Médicos del Mundo en Vigo, en la calle Islas Baleares, donde da apoyo a quienes siguen siendo víctimas de las drogas, las mismas sustancias que ella se inyectaba en lugares sórdidos donde es complicado sobrevivir. Por poco, ella se deja la vida en uno de esos portales inmundos donde se contagió de VIH.

Junto con una psicóloga, una trabajadora social y una educadora, Teresa García dedica sus mañanas a atender a personas en situación de calle. Pobreza y adicciones suelen ir de la mano, y es complicado dejar una de estas condiciones sin soltar la otra, por eso, ella reconoce que haber tenido oportunidades laborales ha sido su tabla de salvación cuando la tentación acechaba. Todavía asoma. «Dejar las drogas es complicado, se puede, pero es difícil. Aún hay días que me levanto y hay algo ahí... Pero sopeso. Tengo mi casa, mi pareja desde hace 17 años y mis hijas».

La suya ha sido una rehabilitación modélica, sin recaídas y con la independencia que da no haber dejado de trabajar desde que salió de Proyecto Hombre, en el año 2000. Su primera oportunidad laboral la tuvo en hostelería, en la taberna El Pescador en O Berbés, y luego en el Rías Baixas. Su jefa la contrató después para servicio doméstico y estuvo cuidando niños hasta que, hace 14 años, empezó como voluntaria en el centro donde trabaja a jornada completa. Es un espacio donde se dan desayunos a los usuarios, todos con drogadicción o pobreza severa, allí tienen donde lavarse la ropa y guarecerse. Una vez se hacen habituales, se les hace seguimiento médico y de control de daños. 

Síndrome de abstinencia y VIH

Algunos de los que pasan por el local son viejos conocidos de Tere, con los que convivió los ocho años que estuvo durmiendo en la calle. «La calle es muy dura, si no te drogas, no lo soportas. Yo consumía mucho, y haces lo que sea para conseguirlo. Antes de dejarlo del todo tuve mil intentos, pero volvía, hasta que salí por mi propio pie». Fueron 21 meses de ingreso y abstinencia, desde que se presentó en la sede de Proyecto Hombre en la calle Ramón Nieto, de allí la mandaron al centro de A Coruña donde comenzó la rehabilitación. Al poco tiempo del ingreso supo que tenía sida. «Pensé que me iba a morir, pero hoy tomo una pastilla al día y tengo una vida normal. Soy activista y visible y lo llevo estupendamente».

Haberse topado con personas como Antón Bouzas, educador social y terapeuta de Cedro, el centro de atención a drogodependencias del Concello de Vigo, o Mariló Fernández Besada, enfermera especializada en adicciones, le ayudó, aunque lo más complicado lo hizo ella, que aprovechó cada una de las oportunidades que le ha dado la vida. «Me preguntan cómo lo he hecho, pero sé que no es fácil. A veces, me tomo un café con personas que no han conseguido dejarlo y les digo: ‘Sé que estás hasta las narices de que te digan lo que tienes que hacer, pero prueba...'. Cada persona tiene sus tiempos». Ella es una mujer fuerte, querida por sus compañeras y admirada por su trabajo y su humanidad. «Yo he tenido suerte, mi cabeza está perfecta. Muchos se quedan con patologías duales y tratamientos psiquiátricos tras el consumo».

Ni en los peores momentos esta mujer perdió la relación con su madre. Al desengancharse, retomó el contacto con sus tres hijas que, casualidad o no, han estudiado para trabajar en temas relacionados con la atención social. La han convertido en abuela de una niña de un año, una oportunidad que ella aprovecha para vivir aquello que se perdió. «No fui a la comunión de las mayores, no estaba en condiciones y no quise estropear su día». Nunca dejó de ser madre, ni mujer. Su vida la completa su pareja, un hombre con el que lleva conviviendo 17 años y que le ha ayudado a vencer la intolerancia. «Al principio, yo pensaba que nadie me iba a querer con VIH. Él es negativo, siempre supo mi enfermedad y siempre estuvo al pie del cañón. Me apoya en todo y mis hijas lo adoran». Una vida plena de alguien que está totalmente enganchada a la vida.

La presencia de drogas en la calle no es hoy tan visible como en aquellas décadas de los 80 y 90, pero está aumentando el consumo. «La cosa está mal, no sé si como en los 80, pero vamos de camino. Vemos a gente que está volviendo a consumir por vía inyectada, tenemos narcopisos, y hoy se pide la droga como el que pide un globo...». La situación no es sencilla en las organizaciones sociales que trabajan las adicciones. A la merma de recursos se suman los problemas de convivencia que están surgiendo en algunos barrios de Vigo en los que urge intervención profesional.

Su canción favorita

«Comiéndote a besos», de Rozalén. «La canción se conoció después de comenzar mi historia con mi pareja, pero la refleja. Él sabía que yo era seropositiva, pero siempre me aceptó tal cual, a pesar de la enfermedad. A día de hoy, con medicación, y estando indetectable, podemos tener relaciones con seguridad».