El Meetic sénior del siglo pasado

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

El pub Brindis es uno de los pocos clásicos del ocio nocturno para público longevo en el que se citan parejas para bailar y tomar copas; David Otero, su gerente, vela por mantener un ambiente tranquilo

25 nov 2023 . Actualizado a las 01:14 h.

Hubo un tiempo no muy, muy lejano, en que la gente, cuando quería conocer a otra gente, se arriesgaba a salir a los bares, con la intención, si había interés por ambas partes, de conocerse un poco mejor e intimar, llegado el caso. Ocurría esa forma de proceder en todas las franjas de edad, pero los establecimientos de ocio que estaban especializados en un público maduro han ido perdiendo espacio. Aquel tipo de local que respondían a un mix entre boîte, pub y discoteca son ya prácticamente arqueología de la vida nocturna. La sala Nova Olimpia se podría considerar la catedral de este modo de entender las relaciones sociales y aunar la diversión con el tonteo, pero aún quedan en Vigo algunos rescoldos.

El pub Brindis, por ejemplo, todavía responde, en algunos aspectos, a esas características. El local cumplió un cuarto de siglo este año y hace tres que cambió de manos. David Otero quiso mantener la esencia de lo mejor que tenía, y borrar del mapa lo más nefasto de la nocturnidad. Otero, mosense curtido en el sector de la hostelería, donde se ha ocupado de varios establecimientos en Vigo, como el pub Atocha, en Churruca, La Madrila en Pontevedra y actualmente la cafetería Estación Centro, tomó las riendas del Brindis en plena resaca de la pandemia. «Tardé meses en poder abrir desde que lo cogí», recuerda el profesional, que antes de inaugurar esta nueva etapa, se ocupó de hacer una pequeña reforma. Cambió el color de las paredes y las luces de la pista, añadió pantallas donde la clientela puede ver los vídeos de los artistas al tiempo que están sonando en el equipo de música, mantuvo la estructura en hierro forjado con el nombre del local que decora la entrada, también conservó el mueble bar, y la barra de madera, «pero eliminé el acolchado con el que estaba forrada y lo sustituí por espejos», adorno que añadió además en otros puntos de la estancia, explica sobre este bar que, como recuerda, «era de gente mayor, pero he intentado bajar un poco la edad, quería cambiar el perfil. Antes venían clientes de 60 para arriba y predominaba el ligoteo; ahora también entra gente que está en la década de los 40 y los 50, y hay más parejas, calculo que son un 80 % de nuestra clientela. También acuden mujeres y hombres solos, pero mucho menos que antes», constata el hostelero.

El Brindis es un pub tranquilo, pero es también un lugar donde el movimiento se concentra en la pista. Cumbia, bachata, merengue, música de los 80, algo de rock, clásicos de Elvis Presley, canción mexicana en sesiones donde intercalan dos o tres lentas para bailar agarrao son los estilos que menciona el gerente de un local que tiene un horario superrestringido. Solo abre los viernes y los sábados, que es su día fuerte, sin duda, y en verano amplían su actividad también los jueves. El usuario de Brindis no es la clientela típica del barrio. Acude desde todo Vigo a disfrutar de un tipo de ocio en el que Otero ha insistido en marcas sus propias reglas: «Los ambientes cambiaron mucho, había locales como Topaz o Dickens que fueron referencia de una forma de pasar las noches que era completamente diferente. Yo ese ambiente no lo quiero, y a la gente que viene pasada no la dejo entrar por muchas copas que le pudiera vender. No me compensa, yo quiero trabajar un entono seguro y tranquilo para tomarse algo, bailar o charlar», reflexiona. Para ello puso en marcha una importante labor de limpieza y una tarea de filtrado con la ayuda de un portero en la entrada, y el cometido de intuir y despejar problemas incluso antes de que aparezcan. Grupos de universitarios también han tanteado a Otero para hacer fiestas los jueves, pero declinó la oferta por el mismo motivo: «Evitar desmadres», resume añadiendo que de vez en cuando atraviesan el umbral pandillas jóvenes, «pero no es ambiente para ellos», reconoce sentado en uno de los sofás rojos que aportan ese aire de otra época, con guardarropa a la entrada y bola de cristal al fondo, coronando la pista.

El Brindis, cuyo aforo ronda las cien personas, albergó este año en primavera, una fiesta para solteros que fue todo un éxito y que no descartan repetir.

Desde 1998

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