La panadería que nació antes que Rosalía

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Delante del local que fundaron en Vigo Germán Amoedo y Hilda Suárez siempre hay cola. La calle que tiene el nombre de la escritora llegó después que ellos, pioneros en elaborar panes y pasteles artesanos

06 ene 2024 . Actualizado a las 01:01 h.

Cuando la calle Rosalía de Castro de Vigo era un barrizal sin urbanizar, una atrevida pareja de emprendedores decidió que plantaba su primer negocio en aquella «calle sin calle» y casi sin edificios que bautizaron con el nombre de pila de la poeta gallega. Fue un poco locura, pero con 26 años y muchas ganas de trabajar, Germán Amoedo Cabaleiro y María Hilda Suárez Corujeira hicieron buenas migas en aquel asentamiento. Se plantaron con su panadería y pastelería como si llegasen de pioneros al Far West, solo que en vez de vender zarzaparrilla a los forasteros que iban llegando a cuentagotas, les proporcionaban buen pan. Con el tiempo, Rosalía se ha convertido en un enclave acomodado y burgués y una de las vías con más ajetreo de la ciudad, llena de edificios, tiendas, bares y servicios de todo tipo. Delante de su establecimiento es habitual que se formen largas colas.

Ahora, el principal escollo es la subida del precio de casi toda la materia prima que necesitan, y que en Rosalía llevan conteniendo desde el 2021. «Solo subimos 5 céntimos la barra», explica Germán argumentando que, en realidad, tendrían que aumentar costes en muchos más productos,, «pero por ahora lo estamos repercutiendo en la cuenta de beneficios».

El artesano tuvo su primer contacto con el gremio en la panadería de Pepe Corujeira, tío de su mujer. La Unión, en el barrio de Bouzas, fue su estreno. «En aquella época surtíamos a la panadería de El Corte Inglés», recuerda el redondelano, que yendo aún más atrás cuenta que en realidad su primer trabajo fue en la construcción. «Carretaba cubos de masa de día y estudiaba de noche en el instituto. Hice hasta COU y empecé algo de Decoración pero no terminé», reconoce. Mientras hacía pan para el centro comercial se inició en serio en el sector, tanto en panadería como en pastelería, haciendo cursos, devorando decenas de libros sobre el tema.... y una operación frustrada para asociarse con el tío de Hilda les llevó al erial de Rosalía. «Era todo tierra, no había aceras. Las primeras personas en ocupar el edificio fuimos nosotros y creo que somos el único negocio que sigue aquí desde aquellos tiempos», calcula mientras a su alrededor revolotea una coreografía de empleados metidos en harina, ocupados cada uno en su faena: trajinando de aquí para allá panes de todo tipo, pasteles, cruasanes y sobre todo, los roscones que esta semana son los reyes de la fiesta. «Aquí las únicas máquinas que hay son las amasadoras y el horno», advierte el profesional, empeñado en dar el valor que merece un oficio en el que todos los procesos los realizan a mano. En Rosalía empezaron él y su mujer «con un millón seiscientas mil pesetas y un crédito con unos intereses altísimos» junto a dos ayudantes, y hoy son once personas en plantilla. Algunos, con veteranía, como Guada Leirós, que lleva 30 años tras el mostrador o Miguel Nacher, que suma 22 amasando panes de todo tipo, desde las barras artesanas a inventos como un churrusco al que llaman cachelo y que en la fiesta de la Reconquista de Vigo es el que arropa al chorizo del choripán.

Germán apunta además que muchas de las creaciones que ahora están en un sinfín de panaderías (y en otras todavía no), comenzaron a hacerlas ellos en su obrador. «Bollas de trigo del país, bollas de broa, de centeno...», enumera añadiendo que «hay días que el panadero queda harto de mí porque siempre estoy buscando hacer cosas nuevas», afirma el empresario, que señala el último invento, la bolla de remolacha.

La panadería Rosalía, además de atender a cientos de personas que cada día esperan turno ante su puerta, sirve su producto a numerosos establecimientos de hostelería. A pesar de los años de experiencia acumulados, asegura que no le interesa presentarse a premios. «No me llama y además, no tengo tiempo. Lo que hacemos lo demostramos aquí cada día, con productos de elaboración propia», reflexiona sobre un saber que comparte a menudo con alumnos que le llegan de escuelas como el centro de FP Manuel Antonio o con estudiantes de Erasmus de Alemania «que cuando ven cómo se trabaja aquí, alucinan», asegura un profesional que aunque domina la panadería y la pastelería —y sustituye a sus empleados cuando no están— pero reconoce además de encantarle viajar y traerse recetas, su verdadera pasión es la cocina. «Me encanta desde siempre y en casa cocino yo», cuenta sobre una afición que dejará para cuando se jubile. El negocio, en pleno proceso de cambio de imagen, pasará a manos de quien quiera hacerse cargo, porque sus hijos no están por la labor «¡y además son celíacos

Desde 1991

Dónde está

Calle Rosalía de Castro, 51. Vigo