Vega: «No quiero cuotas femeninas, yo quiero estar de igual a igual»

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Cordobesa con el ancla en Galicia, ha trazado una de las carreras más particulares del pop español. Dice que admira la música en todas sus formas, que no quiere ser una mujer rellenando carteles de festivales y que va a seguir transformándose hasta el final

23 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque la entrevista está fijada para las doce, se tiene que retrasar. Vega se encuentra en urgencias con su hija. Es uno de los vaivenes que da la maternidad y que se van descubriendo sobre la marcha. «Tuve que estar allí un montón de tiempo y, al final, no fue nada», se excusa ya por la tarde. «Con esta edad puedes tener hijos, pero físicamente a los 40 te cuesta todo más. Cuando toco de noche y luego estoy con el público sé que al día siguiente tengo que estar por la mañana con la niña. Y una ya no es la misma», se ríe.

-¿Tanto ha cambiado todo?

-Con 24 años me quería comer el mundo. Pero el tipo de carrera que elegí, siendo autoeditora, las exigencias de los grandes retos han desaparecido de repente. Mi trabajo es tocar, salir, atender al público, hacer entrevistas y compaginarlo con mi familia. 

-Pese a ello, se te ve cómoda en la madurez. Tu último disco, «La reina pez», transmite serenidad y sosiego. ¿Es así?

-Me pasa a mí y a muchos otros artistas, que con los últimos discos no es que sean mejores pero sí que nos sentimos más cómodos con ellos. Mira, el otro día en Sevilla una chica me pedía si podía tocar Mejor mañana. Le dije: «Lo siento, te voy a cantar una estrofa. Te agradezco un montón que te guste, pero ahora me siento ridícula con eso». Mi música actualmente se aparta del pop más fácil. Quiero contar historias como salen, sin preocuparme mucho de su repercusión. En los primeros discos no era así. Andaba con una multinacional. No eran mis expectativas, sino las suyas. ¿Qué esperaban de una chica de 25 años? ¿Cómo les podía encajar en un look musical y físico dentro del márketing? Ahora pienso que el mejor márketing que puedo tener con mi público es la autenticidad y ser quien soy. Eso afecta a la música.

-El salto es importante. En el último disco hay una canción, «Santa Cristina», que parece definitiva. ¿La hiciste pensando en la playa de Oleiros?

-Sí, vivo allí en A Coruña. Está escrita en la playa, en invierno, cuando no hay nadie. Es cuando más se disfruta. Mi marido nada allí en pleno invierno. Un día estaba sentada esperándolo con la angustia que te entra al mezclar el «qué bonita es esta playa» con el «ven pronto, que me estoy poniendo un poco nerviosa». Cuando la terminé tuve la sensación de tener algo bonito, no ya porque la haya escrito yo sino por cómo surgió. Y sí, ya no es una cuestión mía, sino del público. Es una de las que más han gustado. Es una canción especial.

-En ella da la sensación de que todo encaja, empezando por la gaita de Budiño enterrada en la canción. ¿Cómo surgió?

-Esa colaboración está en la propia composición de la canción. Yo colaboré con él en Volverines por primera vez. En La reina pez no sale en el disco entero porque no quería fagocitarlo para la banda [risas]. Un día le dije: «Tengo un problema, porque ya empiezo a componer pensando en dónde entra la gaita y dónde entra la flauta». En mi caso, lo suyo no es un arreglo a posteriori, sino que está en el origen de la canción para ubicarla. En el caso de Santa Cristina es fundamental.

-Quizá esa canción es para ti lo que «Turnedo» fue para Iván Ferreiro o «Tierra» para Xoel López. ¿Qué piensas?

-¡Buff! No puedo esconder que era y sigo siendo fan de los dos. Sus trayectorias han tenido un peso muy importante para mí como autora. Yo recuerdo cuando salió Atlántico de Xoel López, que para muchos fue un cambio tan grande. Para mí no fue tan extraño. Ya pintaba maneras en Deluxe. Con Iván Ferreiro me ocurre tres cuartos de lo mismo. Es muy fuerte su influencia en mí. Si Santa Cristina en algún momento te ha recordado a eso, bendito sea.

-Precisamente, acabas de lanzar «Dónde estabas tú» con Iván Ferreiro. ¿Un sueño hecho realidad?

-¡Me tengo que pellizcar todavía! Yo oía a Iván cantando esa canción en mi cabeza. Él puede fagocitarla y hacerla como si fuera suya. Cuando estuve en OT me pidieron 30 temas. No me dejaron cantar ninguno. Eran 15 de Los Planetas y 15 de Piratas [risas].

-Ferreiro y tú tenéis una similitud más allá de lo sonoro: en su primer disco él decía que quería hacer canciones para Bisbal. Tú las hiciste de verdad.

-Sí, cuando la grabamos hablamos de las canciones que escribimos para Raphael. Es cierto que tenemos en común esa actitud en la música de «me tira de un pie». Con 25 años pensaba que las etiquetas podían abrir puertas. Hoy, con 40 años, me las pongo todas. A mí me mola todo. Yo veo a Bisbal cantando con la energía suya los temas que he escrito para él y las disfruto muchísimo.

-Una cosa es decir «no tengo prejuicios» y «no me gustan las etiquetas». Otra, hacer el recorrido que va de David Bisbal a PJ Harvey. ¿No va eso más allá de lo habitual?

-Sí, claro. Yo he compuesto para Bisbal y para otra gente. Y, de repente, hice un disco en italiano con Elvis Costello.

 -Otro movimiento insólito.

-Esas son las libertades que no sabes si te las puedes conceder o no, pero te las concedes. Yo escribo para muchos artistas y me pago mis discos con los derechos de autor y con lo que gano tocando para gente que paga una entrada. Entiendo que eso me da un cierto poder de hacer lo que me apetece. Si no entendéis el disco italiano, lo acepto. De todos modos, se vendió bien. Cuando pase el tiempo y tenga 70 años quiero mirar atrás y ver que hay una canción mía que haya quedado en la memoria de la gente. También otra que haya escrito para otros artistas. Y que con todo eso me lo haya pasado bien. Esa es mi gran meta en la música. No tengo otra.

 -Le compuso también temas a Pastora Soler. ¿Qué te motiva a trabajar para artistas que, aparentemente, están tan alejados de ti?

-Sí, me divierto mucho. Igual que Bisbal, tiene una voz poderosa. La mía es muy grave y tiene sus cotas. De repente, tener a alguien que posee una abanico vocal tan grande me permite soñar como compositora con melodías que, a lo mejor, yo no puedo ni interpretar. Para mí es un ejercicio muy sano.

 -Esa amplitud de miras suele ser más común en las mujeres. Si a una le gustaban los Hombres G de niña no lo oculta de adulta. En los hombres cuesta más encontrar a alguien que diga que era fan de Mecano o los Hombres G, aunque le hayan gustado. ¿Qué ocurre?

-Eso lo noto, incluso conmigo misma. Hay una brecha como de género que personalmente no la acabo de entender muy bien. Hablas de Mecano. En mis primeros discos tuve la oportunidad de que me invitara Nacho Cano a cantar con él temas del grupo. Disfruté muchísimo. A mí, como artista femenina, me ha pasado algo curioso. En la última etapa, a raíz de las colaboraciones que he hecho, hay un público masculino, más macho, porque a los homosexuales no les pasa, que te viene y te dice: «Es que le dije a mis amigos que venía a verte y me dicen que cómo me puede gustar Vega?». Es decir, están diciendo que eso no es de chicos. Y eso es frustrante. ¿Qué es esto? ¿Hay tanto complejo de poder admitir que te gusta algo? Si te gusta, te gusta y si no te gusta, no te gusta. Y sí que hay algo ahí extraño: que la virilidad está asociada a lo que escuchas o algo así. Es muy absurdo.

 -Defiendes la presencia de la mujer en la música, pero te pronuncias en contra de las cuotas. ¿Cómo lo justificas?

-Llámame ilusa, pero es que creo que hay mujeres haciendo música descabelladamente buena para estar por méritos propios. De hecho, soy un poco reacia cuando me llaman para algo «de mujeres». Por un lado, estás agradecida porque tu nombre esté ahí, pero por otro lado me crea rechazo. No quiero cuotas femeninas para nada, porque yo quiero estar de igual a igual. En algunos festivales he dicho que no. Yo pregunto: ¿te gusta o no te gusta lo que hago? He oído cosas como: «Es que este año si eres mujer y no estás en los festivales es que te lo montas muy mal». Es decir, estamos de moda y vamos llenando carteles. Si es para eso, conmigo que no cuenten.

 -¿No será eso la perversión de una discriminación positiva necesaria?

-Ya, pero es que pones en duda que llamen porque les guste la música o porque yo tenga el tirón objetivo para el público de ese festival. Piensas si es solo debido a que mi nombre va a sumar en una estrategia de márketing. Yo no tengo más márketing que este: ‘Soy así y si te gusta, bien’. Luego, cuando negocias un caché, yo pongo sobre la mesa 16 años de carrera y un currículo. Con eso no puedo ir a tocar a tu festival por 5.000 euros de caché, porque no cubro los gastos de la gente que trabaja conmigo. Te dicen: ‘ Es que es una oportunidad’. ¿Para quién? ¿Para mí o para ti, que ya tienes otra mujer dentro del cartel? Me pilla mayor todo este juego.

 -¿Quién era su referente de joven?

-Me encantaba Janis Joplin, Patti Smith y todas las grandes. Me flipaba también Lole y Manuel. Pero si tengo que coger un referente, Christina Rosenvinge. Canté con ella y fue un sueño cumplido. Me quedan pocos: J y Xoel López son los únicos. Con el resto, canté con todos.

 -¿Y el gusto por su transformación estética de dónde viene?

-Si me siento bien o me siento mal lo primero que hago es cambiarme el pelo [risas]. Una vez leí que una barra de labios puede hacer feliz a una mujer. Y es verdad. Te pones un color distinto y te sientes diferente. Mis cambios de look venían respondiendo a mi necesidad de rebeldía. Recuerdo, cuando salí, que había comentarios estúpidos que me los tomaba mal. Yo era la niña del pelo largo con una guitarrita acústica. Lo odiaba. Una vez me lo dijeron y me rapé la cabeza al uno. ¿Querías ver guitarrita y pelo largo? Pues la guitarrita no, pero el pelo se ha ido a tomar viento. Ahora la estética va ligada al momento que estoy viviendo musicalmente.