ZURDOS Y ESPABILADOS. Desde que son más inteligentes hasta que tienen una esperanza de vida más corta, muchos son los mitos sobre los zurdos. La realidad es que en el día a día tienen que adaptarse a un mundo de diestros
11 jun 2019 . Actualizado a las 08:22 h.Por suerte, lejos quedaron esos tiempos en los que los profesores golpeaban con una regla a aquellos niños que no escribían con la mano derecha y ahora hasta existen tiendas (aunque no muchas) como la pionera Anything Left-Handed, en Londres, en la que se pueden encontrar desde relojes, tijeras o bolígrafos, hasta bumeranes o camisetas. Sin embargo, a pesar de que en la actualidad ser zurdo está completamente normalizado, muchos de ellos se enfrentan en el día a día a situaciones complicadas solo por el hecho de tener más mano izquierda. Desde abrir una lata hasta cambiar de marcha se puede convertir en un trámite difícil para esta parte de la población que a menudo se ve obligada a ser por lo menos ambidiestra.
Del pupitre al coche
Para Lola Correia, coruñesa de 29 años, ser zurda no conlleva ningún esfuerzo diferente al de los diestros, sin embargo, cuando se para a pensar en situaciones cotidianas sí se da cuenta de que en algunos aspectos deben adaptarse. «Son cosas tan del día a día con las que ya convives sin darte cuenta de que estás cambiando de mano para poder utilizar un determinado aparato», explica. Ella forma parte de una generación que creció cuando escribir con la mano izquierda ya no conllevaba castigo, sin embargo recuerda que su abuela le decía de pequeña que debía aprender a hacerlo con la derecha. «Como hace años no se consideraba normal y mi abuela fue educada en esa época, cuando me veía con la izquierda me decía que con esa mano, no», explica.
Ahora de mayor comenta que sí hay algún objeto que le cuesta utilizar por ser zurda. «Por ejemplo el ratón en el trabajo, que siempre está en el lado derecho. Una compañera mía lo cambia para la izquierda, pero yo ya me he acostumbrado y lo uso así», comenta. Otro de los utensilios que más lata le da son las tijeras. «Sí que son de lo más incómodo, pero pasa como con lo demás, uno se acostumbra. También molestan mucho las libretas con anillas, sobre todo si son pequeñitas, y los abrelatas pero ya compro latas con abrefácil», dice.
Cuando van a hacer alguna gestión a una entidad bancaria, ellos también se tienen que adaptar. «El aparatito de la firma digital está siempre a la derecha y tiene el bolígrafo enganchado. Yo lo que hago es tirar de él y levantarlo hasta que me llegue a la izquierda», explica. Esa misma situación también es una de las que complica un poco la vida a Berto. «Yo muevo todo el aparato a la izquierda para poder firmar bien», dice. Otra de las situaciones cotidianas, la de pagar el peaje, también puede ser más difícil para ellos. «Pago con la mano derecha porque si lo hiciera con la izquierda, que sería lo natural para mí, no llego bien», confiesa Berto. Por su parte, Lola indica que ella sí lo logra. «Eso sí, tengo que sacar medio cuerpo por fuera de la ventanilla para conseguirlo [ríe]». Dentro del vehículo también se encuentran con la dificultad de el cambio de marchas, siempre a la derecha. «Como ya aprendes a conducir así en eso ni te fijas», coinciden.
Una de las anécdotas que Berto recuerda de su infancia es sobre la taza que usaba para desayunar: «Tenía un dibujo de un perro salchicha y como la cogía con la mano izquierda me quedaba del revés y crecí viéndole el culo [ríe]». Otra de las situaciones que le vienen a la mente es la de cuando se sienta para comer. «Procuro ponerme en un extremo de la mesa para no tener a nadie al lado y evitar darle codazos». De su paso por el colegio, Lola y Berto recuerdan las típicas sillas con mesa incorporada a la derecha. «Yo lo que hacía era ponerme al lado de alguna vacía para poder apoyar las cosas y escribir hacia la izquierda». Ese mismo truco es el que utilizaba Lola, pero si se daba la casualidad de que no quedaba ningún asiento libre, los dos tenían que retorcerse para poder escribir bien. «Al final estabas dándole un poco la espalda al profesor, pero si no era imposible», recuerda Berto, que añade: «Otra cosa común es la de mancharte el lateral de la mano al escribir porque te apoyas sobre el texto con lo cual lo acabas emborronando y tú terminas manchado». Se refiere al denominado síndrome de la superficie plateada, característico de los zurdos y que Lola también experimenta. «Sí, es cierto. Al escribir arrastras la mano y acaba todo emborronado», dice.
A la hora de pensar otras situaciones en las que ser zurdo les dificulte un poquito la vida, Berto se da cuenta de que incluso para entrar en su casa debe cambiar de mano. «Abro el portal con la mano derecha porque si no, si abro con la izquierda, luego no puedo empujar la puerta bien, ya que lo hago también con esa mano». Para él, el mito de que los zurdos son más inteligentes puede ser cierto. «Claro, nos tenemos que adaptar a un mundo de diestros entonces desarrollamos más la inteligencia», bromea, antes de añadir: «Si te fijas, hay muchos famosos fueron zurdos: Einstein, Mozart o Beethoven, sin ya hablar de Messi».
La ciencia ha tratado de constatar si efectivamente los zurdos son más listos y creativos o si es una simple casualidad que pintores como Vincent Van Gogh, Leonardo Da Vinci y Pablo Picasso, músicos como David Bowie, Paul McCartney o Jimi Hendrix, deportistas como Rafa Nadal, Pelé o Maradona, y compositores como los citados por Berto escribiesen con la izquierda. La explicación está en que el hemisferio derecho, el que predomina en los zurdos, contiene la orientación del espacio y el ordenamiento de las capacidades visuales y espaciales. Así que quién sabe, quizá estemos ante dos nuevos genios.