Monjes y ciudadanos

YES

Daniel Cruz

13 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Justo el día en el que un grupo de Ciudadanos oficialmente aseados sofisticaban en el Orgullo su estrategia del follón, según atinada definición de Fernando Salgado, una marea de tipos clásicamente desaseados transportaban en volandas a un chico en silla de ruedas en uno de los momentos más épicos del último Resurrection.

La estampa, de una belleza que sacude, parece una procesión posmoderna, pero aquí los costaleros son tipos con melenas y dilataciones en los lóbulos que jamás superarían las típicas exigencias del departamento de recursos humanos de un banco. La cosa es que en este gesto comunitario ante el que es imposible no sentir un picor en el lagrimal, con todos esos jevis con la piel tatuada y los oídos sordos a una balada de Alejandro Sanz, se detecta una corriente apabullante de dignidad y una evidencia de que las cosas no siempre están donde solían, o sea, en el nudo prieto de una corbata de seda.

Los periódicos también son un álbum de la naturaleza humana en el que una va pasando páginas y el mundo se le va revelando. Ese día en el Resurrection los fans de Arch Enemy, con Álex y su silla de ruedas encaramados sobre las cabezas de la muchedumbre que los aupaba, todos parecían personajes de un cuadro de Delacroix mientras los Ciudadanos Aseados mostraban las hechuras de una compañía de actores aficionados afanados en sobreactuar. La historia es también la de nuestros atuendos y las tribus de hoy en día son tan líquidas como todo lo demás. Un jersey de alpaca no es garantía de orden ni una melena desaliñada, una amenaza.

En la década de los noventa, los editores de moda impusieron una imagen que destrozaba el estándar aseado y jugoso que se tenía hasta entonces como referente de belleza. Modelos escuálidas, con ojeras y una determinación lánguida sustituyeron a las diosas perfectas y rotundas de los ochenta. El movimiento se bautizó como heroin chic, su musa fue Kate Moss y la banda sonora, una canción de Nirvana. Tom Ford dio en aquellos años una explicación del proceso: «En la moda, el hastío es cool. El punto está en parecer que lo has visto todo, que lo has hecho todo; que lo has sido todo». Es una actitud que pretende intimidar, y la droga es el siguiente paso. Si parece que has estado de fiesta la noche entera se invocan todas esas imágenes en tu cabeza».

Esta posmodernidad en la interpretación de los hábitos de los nuevos monjes, es lo que se vio estos días en el Resurrection y en el desfile del Orgullo. Hábitos nuevos para los viejos monjes.