Valeria Vegas, biógrafa de La Veneno: «Me han marginado más por ser rara que por ser trans»

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Mista Studio

Es el corazón de «Veneno». Cuatro años después de publicar las memorias de Cristina Ortiz, la serie de televisión ha relanzado la carrera de esta periodista y escritora que sigue luchando por la normalidad en una sociedad aún prejuiciosa

20 nov 2020 . Actualizado a las 20:51 h.

«Peligrosa es una madre que te maltrata. Peligroso es tener que huir de tu casa a los 13 años. Peligroso es que en cada esquina de tu pueblo te llamen maricón y que tu mayor tortura sea el deseo de que te amen. O sentirte sola porque nadie ve quién eres. Eso es peligroso, mamá. Ella (La Veneno) supo luchar, sí. Pero no es una mujer peligrosa. Son mujeres... Bueno, somos mujeres para las que el mundo es peligroso. No me quiero ir de casa, mamá. No quiero hacer este proceso sola. Pero depende de ti». Estamos en Valencia, en el año 2006, y una joven estudiante de Periodismo acaba de conocer a Cristina Ortiz, La Veneno. Está preparando un trabajo sobre ella para una asignatura. Una amiga de la que fuera estrella / juguete roto de la televisión le regala sus primeras pastillas de hormonas y se enfrenta a la decisión de contárselo a su madre. Diez años después, aquel trabajo se convirtió en Digo! Ni puta ni santa. Las memorias de La Veneno, biografía que ahora triunfa gracias a la serie creada por los Javis. A sus 35 años, Valeria Vegas aprovecha el foco que le ha proporcionado el éxito de la serie para seguir luchando por dar visibilidad a una realidad que a buena parte de la sociedad le cuesta asumir.

-«Veneno» , además de darnos a conocer el lado más humano de Cristina Ortiz, da visibilidad a la transexualidad, tema que abordabas en tu libro «Vestida de azul» (Ed. Dos Bigotes). ¿No crees que en algunos aspectos estamos todavía en 1982, año en el que se rueda la película que analiza tu libro?

-Sería injusto si pensáramos eso. Si yo digo eso, personas que tuvieron que vivir la lucha diaria hace 40 años podrían responder que ojalá ellas vivieran en la actualidad, que cómo yo puedo decir eso. Claro que se ha avanzado. Y mucho. Pero más socialmente que legislativamente. Desde que en 1983 se despenaliza la reasignación sexual, no hay más cambios hasta el 2007, cuando se aprueba la ley de identidad de género. Socialmente, sí que creo que se ha avanzado más. Hay más ganas de empatizar por parte de la sociedad que desde las leyes. Ahora nos queda avanzar hasta la naturalización de las personas trans.

-¿Pero realmente piensas que en la calle se sabe que transexual es un adjetivo y no un nombre, o lo que significa cisgénero?

-A la gente le puede faltar información, pero tiene ganas de empatizar, algo que es muy importante. Ahora es cuando los medios están dando más información. La gente está claro que no sabe distinguir entre lo que es la identidad sexual y la orientación sexual. Pero las nuevas generaciones lo tienen más asimilado y aprendido. Está claro que a gente de determinada edad, igual que no se le puede pedir un dominio pleno de Internet, por ejemplo, tampoco le vamos a exigir que entiendan abiertamente nuestra realidad.

-¿No crees que todavía sigue ahí la visión de que si no hay una operación no se os considera mujeres?

-Socialmente, sí. La sociedad acepta más a una persona reasignada porque vivimos en una sociedad binaria, en la que juzgamos por el físico, en general.

-Ergo no estamos preparados. Queda camino.

-Claro que estamos preparados. Que socialmente no seamos aceptados no significa que nos desprecien. Se acepta lo que es agradable, lo que transmite belleza. Y con nosotras, mucho más. Si comparamos la sociedad actual con la de 1982, sería injustísimo quejarse tanto porque, repito, estamos en el cielo respecto a ellas.

-Cristina Ortiz, La Veneno, es un ejemplo de las muchas mujeres trans que han tenido que meterse en la prostitución para sobrevivir. ¿Tú has tenido una vida más fácil?

-Sí, porque yo tenía muy claro que quería estudiar, aunque me costara lágrimas de sangre, las mismas que la gente que se ha prostituido. Sin embargo, a diferencia de tanta gente, como Cristina, yo he tenido un apoyo familiar. Cuando existe una situación de exclusión, no somos conscientes de la importancia que tiene ese apoyo.

-¿No sentiste nunca esa mirada acusadora o ese rechazo propios de la crueldad infantil?

-Para nada. Es que mi caso es muy particular. Soy tan rara que cuando la gente me conoce se olvida de que soy trans. Me han marginado más por ser rara que por ser trans. Ten en cuenta que hablas con una mujer que tiene toda la colección de Interviú [se ríe].

-¿Pero no estabas preparada de algún modo para posibles capítulos de discriminación?

-Claro que sí. Tú tienes que darte cuenta de que tu diferencia te hace distinta y lo que te hace distinta te hace fuerte. No nos debe dar vergüenza ser diferentes. En ningún aspecto, no solo en la condición sexual. Así es como yo vi siempre las cosas.

«Lo pasé igual de mal que la chica de clase que tenía sobrepeso o el que tenía las orejas grandes»

-¿Tú misma te considerabas diferente o era algo que te hacían sentir?

-Yo, en el día a día, me percataba de que era diferente. Pero no por ser trans, sino ya por la música que escuchaba. Oía Alaska, que no era precisamente su mejor momento. Para mí, la transexualidad era algo más dentro de eso que te hace ser diferente. Por eso no tengo una historia de victimismo. Lo pasé igual de mal que la chica de clase que tenía sobrepeso o el que tenía las orejas grandes.

-¿En qué momento diste el paso?

-Es que ya lo estás llevando al terreno privado. Obviamente, tengo que darte la razón en que no estamos normalizados cuando me haces este tipo de preguntas. El paso lo di en la universidad. Pero, antes hablábamos de normalización y… el día que dejemos de hacer este tipo de entrevistas, y no lo digo por ti, sino en general por todos los medios, entonces habremos conseguido la normalización que deseamos. Si cuando tenga 60 años tengo que seguir respondiendo a estas preguntas, habré enloquecido.

-Volvemos a la casilla de salida, ¿cómo se puede conseguir esa normalización?

-Pues entrevistas como esta dan visibilidad. La va a leer una persona que quizá tenga dudas y le ayude a aclararse.

-¿Pero no me cuestionabas por el tipo de entrevista? Espera que me aclare.

-No era una crítica hacia la pregunta o la entrevista [sonríe]. Para nada. Es normal que hagas algunas preguntas. Lo que estaría mal es que pasados unos años siguiéramos en esta onda. Ahora, como quien dice, se está empezando a hablar abiertamente de la transexualidad y se está haciendo con reportajes y entrevistas, como esta, realizadas con sensibilidad, a diferencia de lo que sucedía hace años. Yo no espero que la normalización llegue de la noche a la mañana. Pero vamos por el buen camino. Insisto, esta entrevista está siendo sensible. Las de hace tiempo no lo eran. Ahí ya hay un avance. Dentro de diez años, lo que espero es que se hagan otro tipo de preguntas, porque estas dejarán de tener interés. Ya no serán noticia ni ayudarán a responder dudas como ahora. Por eso no me molesta, pero sí digo que si dentro de diez años tengo que seguir haciendo entrevistas como esta, sentiré que he fracasado.

«Hay gente que no entiende que si eres trans te puedan gustar las mujeres, dicen que entonces por qué no te quedas como un hombre»

-Pues dejemos un poco el aspecto personal y vayamos a tu visión general. Empezamos o avanzamos a la hora de aceptar a los hombres y mujeres trans. ¿Pero qué pasa si son trans y homosexuales?

-Ahí la gente lo entiende menos, porque cree que el cambio de identidad va acorde a lo heteronormativo. Todo esto es cuestión de escalones, por eso yo insisto en que no me quiero victimizar. Porque estoy en un escalón en el que todavía hay otros por debajo, como en el que se sitúan las trans negras. Y si eres lesbiana, pues aún estás por debajo. Hay gente que no entiende que si eres mujer trans te puedan gustar las mujeres, dicen que entonces por qué no te quedas como hombre.

-¿Volvemos a la falta de información?

-Claro. Porque empatía yo creo que hay. Aunque tampoco pensemos que va a dejar de haber discriminación y gente que opine lo contrario. Es como la maldad en el mundo, es imposible que desaparezca, pero eso no significa que la humanidad sea mala. En esto es igual, la sociedad empatiza, pero siempre habrá transfobia.

-¿Qué te supone el éxito de la serie?

-Pues una alegría y una esperanza de que sirva para que la gente empatice más. También para que nos demos cuenta de que se puede hacer ficción, que guste y, al mismo tiempo, servir de ayuda a colectivos discriminados. Y, por último, que la serie marque un punto y aparte, que el 2021 y el 2022 sean mejores que el 2020.

-¿Qué ha sido Cristina para ti?

-Una persona muy importante, de la que guardo muy buenos recuerdos y que sigue muy presente. Yo la siento como viva. Pero no porque ahora haya triunfado la serie, sino porque la ausencia de la gente a veces te da presencia. Mientras alguien te tenga presente no te mueres. Y yo a Cristina la tengo presente cada día.

-Cuando interiormente hablas con ella, ¿qué te transmite que está sintiendo viendo la gran acogida de la serie?

-Eso no te lo voy a decir. Se queda entre ella y yo.

-¿Pero qué pensaría de este éxito?

-Estará encantada. Como Freddie Mercury o Judy Garland con sus biopics. Lo que se ha conseguido con Cristina es mejor que una calle. Es la mitificación absoluta. Se sabe importante y todo lo reconocida que no fue en vida.

«Con la serie ha habido un cambio positivo en la mirada de la gente hacia ella [La Veneno]»

-¿Sientes que Los Javis y tú habéis hecho justicia con este reconocimiento?

-Somos conscientes de que ha habido un cambio positivo en la mirada de la gente hacia ella. Los medios no tenían ningún interés por ella, no comprendían a la persona. Yo escribí sobre ella para que se viera la persona, no el personaje. No había ganas de querer comprenderla, y ahora se ha conseguido.

-Llevas años de carrera periodística y literaria, pero el éxito te llega ahora con la serie. ¿No crees que ha tardado demasiado?

-Yo no creo que tenga éxito. Éxito lo tenían en los ochenta gente como Mayra Gómez Kemp o Alaska. A mí lo que me ha llegado ahora es el reconocimiento. Pero llevo diez años trabajando en la sombra. Es cierto que ahora aparezco más en las radios y la televisión. Pero cuando esto pase y vuelva a estar en segundo plano seguiré trabajando muy feliz. Con la serie se me ha visto más en entrevistas y apariciones televisivas, pero no es un sitio en el que me sienta identificada.

 -Dices que escapas del éxito y el reconocimiento. Pero, en una profesión como la de periodista, eso da trabajo.

-Claro que da trabajo, pero es un reconocimiento al trabajo. Yo no creo que puedas vivir toda la vida de un hecho puntual como  puede ser ahora que la gente ha descubierto que hace años escribí un libro que ahora se ha hecho famoso por la serie de televisión.

-Alguna puerta te habrá abierto.

-No sé qué decir, porque yo no conseguí trabajo al día siguiente de publicar el libro. Llevo años trabajando y no gracias al libro. Es más, mucha gente en Canal Sur o la Ser, en donde llevo años trabajando, han descubierto ahora que soy la autora del libro de la Veneno.

-Y ahí es donde nos encontramos con que la televisión sigue siendo el gran escaparate.

-Totalmente, incluso, pese a lo fragmentada que está hoy en día. Imagínate cuando había solo dos canales. Está comprobado que cuando a Sabrina se le salía un pecho, todo el mundo se enteraba. Y todo el mundo en este país conoció le pecho de Sabrina. Yo disfruto la televisión, pero siempre que sea acorde a las cosas que me gustan. De hecho, he rechazado algunas propuestas porque no me interesaban. 

Portadas de los los libros escritos por Valeria Vegas
Portadas de los los libros escritos por Valeria Vegas

-¿No temes que en algún momento, gracias a la fama que te está proporcionando la serie, te llamen para trabajar más por tu condición de mujer trans que por tus dotes periodísticas o literarias?

-Está claro que puede pasar que se fijen en mí por cubrir una cuota trans. Pero, de momento, no me ha sucedido. Mira, llevo trabajando en Canal Sur desde marzo del 2019 y en el programa en el que colaboro, con Toñi Moreno, nunca se ha hablado de este tema. Yo me siento allí, al lado de Rosa Villacastín o Fernandisco, de igual a igual. No se me ha utilizado en ese sentido. Y no lo digo porque a mí me siente mejor o peor, sino que lo digo en favor de ese equipo. Yo, de momento, no esto en esa discriminación positiva.

 -¿Desde que te has hecho famosa tampoco has notado este interés?

-Es que, desde entonces, solo me ha salido una colaboración en Las mañanas de la 1. El resto ya lo tenía. Además, estoy segura de que si tú no das contenido, al final, tampoco te quieren. No solo por ser trans les vales. Sí que existe una discriminación positiva, pero en mi caso no. 

-¿Ese foco que ahora está puesto en ti te lo tomas como una oportunidad para reivindicar una realidad que hasta no hace mucho se veía como algo sórdido?

-La visibilidad siempre es positiva. Incluso en caso de discriminación positiva. Lo contrario es invisibilidad, y lo invisible es como si no existiese. Por eso sí que es bueno aprovechar la oportunidad. Pero no llega. Ahora que tenemos visibilidad, hay que mostrar pluralidad, que no solo existimos sino que somos diversas.