Luz Casal, Roberto Vilar, Benedicta Sánchez, Xoanqui y María Castro. Todos ellos, que fueron noticia en el 2020, cuentan cómo recibirán el año y qué deseo le piden

CARLOS CRESPO

REMITIDA AMANTA COMUNICACIÓ

No se anda con remilgos Luz Casal (Boimorto, 1958) a la hora de calificar este 2020. «¡Qué puñeta de año!», espeta a modo de elocuente resumen. Y no porque, como a muchos de sus compañeros músicos, se le hayan truncado sus planes profesionales. «Se dio la casualidad de que en el 2019 nosotros, después de dos años, habíamos dado prácticamente por acabada la gira. Solo nos quedaban pendientes unos conciertos en el extranjero. Y yo ya me había planteado el 2020 para desarrollar un nuevo disco». El puñetero calificativo al que aduce Luz tiene más que ver con las vidas truncadas o malheridas que ha dejado la pandemia. Con los infinitos dramas humanos que ha generado. Algunos de los cuales tuvo ocasión de conocer de primera mano con motivo de la iniciativa que llevó a cabo durante el confinamiento. La artista de Boimorto llamaba cada día a varias decenas de personas, desconocidas todas ellas, a quienes ofrecía su voz, sus palabras, su fortaleza y su consuelo. «Las experiencias vitales de aquellas llamadas permanecerán para siempre en mí como lecciones de vida», confiesa ahora.

Aun y a pesar de la fuerte carga emocional que la mayoría de aquellas llamadas conllevaban, Luz asegura: «Bendito el momento en el que decidí hacer aquello. Porque me di cuenta de una forma directísima de cómo era la realidad de gente muy dispar. Yo he salido muy beneficiada de esa acción». Y añade aún más. «Una circunstancia que me facilitó aquellos contactos fue el hecho de que la gente tuviera el recuerdo de que yo he pasado por las experiencias del cáncer y que siempre he hablado abiertamente de ello. Quizá por ello las personas a las que llamaba se expresaban con mayor franqueza. Porque de alguna manera sentían que yo sabía de qué me estaban hablando. Del dolor, de los miedos, de las pérdidas…», comenta.

Añade Luz que, con la perspectiva de los meses transcurridos, hoy tiene la sensación de que «aquellos 60 días se esfumaron» de su vida. «Mi vida dejó de ser mía para formar parte de la de los demás». Pero lejos de plantearlo como un lamento o un reproche, Luz aduce que se trató de un regalo vital. «Cuando alguien me decía que no olvidaría jamás aquella llamada, la que se venía arriba era yo. Era a mí, en realidad, a quien le estaban haciendo un regalo».

¿En qué medida aquellas llamadas durante el confinamiento le han ayudado a sobrellevar mejor lo que ha ido aconteciendo el resto del año?, le pregunto. «Yo soy una persona que tiene tendencia a quitarle drama al drama. Para poder sobrellevarlo, probablemente. Es como una defensa», responde. «Yo en ningún momento pensé que una vez que recuperásemos cierta libertad de movimiento esto se iba a acabar. Lo que ha venido después, a mí no me ha sorprendido nada».

La pandemia no fue tampoco capaz de truncar uno de los pocos planes que la artista tenía para este 2020, el Festival de La Luz, que desde hace nueve años organiza en su localidad natal, Boimorto. «Lo fácil habría sido arrojar la toalla y suspenderlo. De hecho en algún momento llegamos a anunciar que se cancelaba», recuerda Luz. «Pero después cambiaron las condiciones y surgió la posibilidad de hacerlo cumpliendo todas las normativas y todas las exigencias sanitarias y dijimos: ‘Venga, para adelante'. Y bueno, lo conseguimos». Luz confía en repetirlo en el 2021. «En las condiciones que sean. Si no pueden ser 15.000, que sean mil. Pero mantener prendida la mecha del festival me parece importante».

Confiesa Luz Casal que afronta las Navidades de este año en unas circunstancias un tanto atípicas. Seguramente no podría ser de otro modo en un año que de común nada ha tenido. «Las voy a celebrar en un entorno muy reducido y lejos tanto de Galicia como de Asturias. Las voy a pasar en Málaga y serán muy recogidas. Sin grandes alardes. Pero llevo años no haciendo alardes en Navidad». Aun así, hay tradiciones que se resiste a perder. «Tomar las uvas, por ejemplo. Me mola. Tan es así que alguna vez que he pasado el Fin de Año en Nueva York he tomado las uvas en la hora de España y en la hora de allí».

Y tras las uvas llegará el brindis. No brindará Luz por despedir con aire fresco al 2020, «porque ya se va a ir, sí o sí». Su brindis será en positivo y, confiesa, nada original. «Brindaré por que no perdamos la salud. No solo yo, nadie. Porque una vez que la pierdes te mosqueas con el mundo y todo lo que gira alrededor de tu vida deja de tener interés. Eso es terrible».

Roberto Vilar: «A palabra do ano que vén ten que ser 'vida'» 

No son capaces las gratificaciones personales y profesionales que este 2020 le ha deparado a Roberto Vilar (Xove, 1971) de apaciguar su valoración respecto al año que claudica. «Foi un desastre», sentencia. «Pero un desastre fronte ao que hai que enfrontarse sen medos», apostilla. Y recuerda al respecto una frase que le escuchó a Pau Donés, ya con el cáncer en fase terminal. «Dicía que se pode vivir de moitas maneiras. Con moito ou con pouco, con saúde ou convivindo coa enfermidade. Pero nunca con medo. E este ano o covid o que nos fixo foi vivir con medo. E iso non pode ser».

Un miedo que, de algún modo, determinará también sus celebraciones navideñas. «Serán meus pais e meus sogros os que decidan onde e como as pasaremos. Se eles queren que ceemos xuntos, cumprindo todas as medidas, por suposto que iremos con eles. Teñen todo o dereito».

Reconoce Roberto Vilar que é «de celebralo todo. O Nadal ou o Yom Kipur». Pero al tiempo asegura tener muy presente que no hay que asumir más riesgos de los absolutamente imprescindibles. «Sería moi triste caer morto pola última bala da guerra».

Apunta que la noche de Fin de Año brindará «pola vida». Sin más apellidos. «Cando Benedicta Sánchez, unha persoa a que eu considero unha sabia, veu a Land Rober pregunteille que era o máis importante da vida. E díxome que vivila. Foi unha grandísima lección. Por iso penso que a palabra do ano que vén ten que ser ‘vida'. A vida real é o máis grande que existe. Estar vivos é un milagre espectacular». Y esa es precisamente su única proyección de cara al 2021. «Vivir. E camiñar cos ollos ben abertos. Ese é o meu plan».

Recuerda el conductor de Land Rober que lo que hacíamos antes de la pandemia era estar continuamente proyectando el futuro. «Pero chegou o covid e dixo que non serve para nada proxectar. Fai cada día o que teñas que facer e despois déitate e dorme. Non te poñas a pensar moito porque non verás máis que problemas».

Aínda así, vaticina Roberto Vilar que de este año «desastre» también se van a poder extraer algunas lecciones. «Eu intentarei que sexa unha lección modesta porque se busco unha grande seguramente non vou ser capaz de xestionala».

De momento, ya lamenta que haya mudado, quizá para siempre, la forma de relacionarnos y de manifestarnos con los demás. «Non só pola perda do contacto físico. É que o covid cambiounos a forma de querer».

VÍTOR MEJUTO

Benedicta Sánchez: «Mi deseo es gozar la libertad»

No es Benedicta Sánchez de atenerse a los criterios de valoración convencionales. Tampoco en Navidad. Pasará las fiestas sola y sin ninguna celebración especial. «Nada tienen esos días que vayan a cambiar el rumbo de mi vida», comenta. «Para mí, el año nuevo empezó la noche del 21, la del solsticio de invierno. A partir de ahí empiezan a crecer los días y eso sí que me da energía y vida. Eso sí que me hace feliz».

Confiesa la protagonista de O que arde que no es nada amiga de celebraciones y que ya hace mucho que la Navidad no le altera. «Ya de adolescente era rarita y no me gustaba cumplir años. Como tampoco me gustan las felicitaciones en fechas señaladas. A mí el cariño me lo tienen que demostrar los 365 días del año». Que es, según detalla, el modo en el que ella profesa su sentimiento religioso. «Yo siento una gran admiración por Jesucristo, pero no le dedico un día al año sino que lo tengo presente en mi vida de forma permanente».

Tampoco entiende Benedicta Sánchez la vorágine comercial que en Navidades se desata. «Esa cosa de los regalos, regalos y más regalos no me gusta nada. Es un mundo del que no quiero participar». Ella prefiere dejarse guiar, también en estas fechas, por los ritmos de la naturaleza. Saborear el sol cuando sale y dejar pasar el tiempo cuando llueve. «En una reencarnación anterior debí de ser un animal salvaje. Porque a mí es la naturaleza la que me alegra y la que me acobarda». A sus 85 años asegura Benedicta que ya nada la coge de sorpresa. ¿Ni siquiera recibir un Goya? «No, porque yo no hice nada. Fue todo mérito del director y de los cámaras. Yo lo único que hice fue ser yo misma», justifica. Aun así, reconoce que «fue bonito» «y me permitió estar con gente maravillosa, eso sí», resalta.

Fiel a su natural determinismo, no quiere Benedicta Sánchez darle un valor especial a lo vivido durante el 2020. Ni en su vertiente positiva ni desde la negativa. Que de ambas hay. «Un año es como el planeta. Tiene montañas y tiene valles. Y hay que recorrerlo entero y enfrentarse a todo. Porque lo que no mata, fortifica. Yo soy de esas que piensa que de esta saldremos más fuertes», comenta, para de inmediato recurrir a una elocuente imagen gráfica. «Cuando tú te peleas cuerpo a cuerpo con alguien, de entrada, ya te ejercitas. Eso ya es positivo. Y si además ganas, sales fortalecido».

Asegura Benedicta Sánchez que en su casa no habrá un brindis especial la noche de Fin de Año. «No, ya digo que a mí estas fechas no me alteran», insiste. Ni siquiera echará de menos el poder dar o recibir un abrazo. «Aprecio mucho más la energía del querer que el contacto físico», confiesa.

Eso sí, requerida sobre cuáles serán sus deseos de cara al 2021, Benedicta recurre de nuevo a su espíritu indómito. «Gozar de la libertad como he gozado toda mi vida», dice. «Solo con lo puesto y sin temer a nada».

Respecto a la pandemia y a su posible evolución, la actriz asegura que, sea cual sea, la afrontará sin miedo. «Estaré muy atenta y precavida. Pero sin nada de miedo. Miedo es la palabra más triste del mundo».

J. M. VILLALBA

María Castro: «Por mí ya pondría el árbol en octubre»

Las Navidades han pillado a María Castro (Vigo, 1981) ensayando la obra que estrenará a finales de enero. Será la primera vez que suba al escenario tras su maternidad. En octubre nació Olivia, su segunda hija. Un acontecimiento que eclipsa todo lo malo que a nivel global ha ido acarreando el 2020. «Ha sido un año, en general, muy triste y profesionalmente difícil porque tuvimos que posponer una gira teatral. Pero desde el momento en el que llega una hija a tu vida el balance no puede ser sino positivo. Eso lo compensa todo», explica.

Se declara María Castro «supernavideña». «No pongo el árbol en octubre porque no me dejan, que si por mí fuera...». Al tiempo que confiesa sentirse felizmente poseída por «la magia» de la Navidad. «Fue algo que me inculcaron muchísimo desde niña y que yo ahora también quiero transmitir a mis hijas».

Apela la actriz a un sentimentalismo conectado con sus raíces gallegas a la hora de explicar su debilidad por las celebraciones de estas fechas. «En mi familia somos muy de xuntanza navideña. Pero nunca las hemos hecho por compromiso, sino por un deseo real de compartirlas juntos», comenta.

De ahí, reconoce, que las sensaciones de este año sean contradictorias y un tanto inciertas. «La Nochebuena la pasamos en Madrid con mis padres. Y mi idea, lo que me encantaría, es pasar el Fin de Año en Galicia porque mi familia aún no conoce a Olivia. Pero aún no sabemos si será posible».

Cuando echa la mirada atrás, hacia este 2020 que en estos días agoniza, María Castro antepone la salud a cualquier otra circunstancia y celebra el que nadie de su familia haya caído enfermo. «En este momento tengo la cabeza centrada en la salud, así que no puedo pedir más. Estamos todos y estamos sanos. Con eso me conformo».

De cara al año que entra, la actriz gallega prefiere no plantearse demasiadas expectativas. «Si algo nos ha enseñado la pandemia es que de nada sirve hacer planes a largo plazo. Así que vamos a vivir al día y a valorar lo que de verdad es importante, que es que estemos todos intactos».

Aun así, reconoce que en la noche de Fin de Año levantará su copa y brindará «por que el año que viene podamos estar de nuevo todos juntos, con salud, cuidándonos y queriéndonos unos a otros». De inmediato se detiene, hace una pausa valorativa y se intuye una sonrisa. «Ya sé que suena un poco a viejuno, pero qué quieres, yo soy así».

Xoanqui: «Cearei ostras e as sobras dos demais»

Hace un par de años Xoanqui Ameixeiras (Fene, 1971) cocinaba básicamente para su familia y sus amigos. Hasta que un cásting, el de Desafío nos fogóns, se cruzó en el camino entre el supermercado y su casa. Allí ya avanzó lo que podía dar de sí. Como cocinero y como comunicador. Un tipo afable, resuelto, espontáneo y empático. En los fogones y ante la cámara.

Su segunda temporada al frente de Estache bo, el programa diario de cocina de TVG, lo ha confirmado como una de las grandes revelaciones de este 2020. Con audiencias en muchos días solo superadas por el Telexornal y una cuota de fidelidad abrumadora. Fiel reflejo de su popularidad es que estos días se asoma a cuanto spot o especial navideño emite la televisión autonómica.

Preguntado sobre las claves de su éxito, alude al acertado equilibrio entre entretenimiento y cocina que tiene su Estache bo. «Hai que cociñar con moito agarimo. A xente ten que sentilo. E tamén ten que sentirse capaz de facelo», explica Ameixeiras, que ya ha realizado más de 350 recetas en pantalla. «Estou vivindo algo moi bonito, unha experiencia que nunca pensara vivir na miña vida», confiesa al tiempo que se ajusta su icónica y sempiterna visera y baja los ojos. «Pero neste 2020 tamén morreu miña nai... Está sendo un ano moi intenso en todos os sentidos». Esa pérdida, cómo no, condicionará sus celebraciones navideñas. «Xa falei con meu pai e meus irmáns e acordamos que as pasaremos cada un na súa casa. Temos tecnoloxías para conectarnos. E seremos igual de felices».

Respecto al menú, habrá novedades. «Cando somos moitos teño que facer unha opción xeral. Pero este ano, como somos só os cinco, voulle facer a cada un o que me pediu». ¿Y que le pidieron? «Sushi e vieiras para todos e meus fillos queren unha pizza coa masa feita por min, aliñas de polo e pata de cordeiro». ¿Y para usted? «Eu vou coller unha caixa de ostras. E despois irei comendo as sobras dos demais, como dende sempre fixeron as nais». ¿Y cuál será su brindis? «Brindarei por que se solucione isto e por que non veñan máis merdas destas».