Psicofonías

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MABEL RODRÍGUEZ

08 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De siempre, el fondo de armario más irracional del ser humano ha concedido propiedades mágicas a las casas. El catálogo de las más americanas se puede consultar en la guía telefónica de la humanidad en que se ha convertido Netflix, en donde hay una entrada disponible para cada asunto que nos ocupa, como antes ocurría con los Simpson. La plataforma ultima una serie documental sobre edificios embrujados que aportaría matices arquitectónicos al gusto por lo oscuro que es tendencia. Los ladrillos no son solo ladrillos igual que un Cézanne no es solo un poco de óleo o el pórtico del Paraíso un puñado de piedras policromadas.

Del espíritu del edificio han debido de hablar estos días en el 13 de Génova, antaño el huerto de un convento de las monjas salesas y hoy a punto de ser abandonado por yuyu. El mamotreto se sentenció por maldito al detectarse que por sus sótanos se pasea el fantasma de Bárcenas y un traqueteo que suena como a martillazos contra discos duros perturba el sueño de quien se atreve a dormir dentro.

El hit de las psicofonías lo tiene hasta ahora el palacio de Linares, convertido en icono pop por la revista Tiempo, que en 1990 entregaba a sus lectores un casete en el que un tal Germán de Argumosa presentaba «grabaciones paranormales en cinta magnetofónica que el oído humano no percibe» grabadas en esta mansión ubicada en Cibeles, bien cerca de la sede del PP. Así andaba el periodismo. Entre los mensajes devorados por millones de lectores, sin duda el más perturbador era aquel en el que parecía escucharse «mi hija Raimunda, nunca, nunca, oí decir mamá», icónico resumen de la trágica peripecia de muerte e incesto que habían protagonizado los habitantes del edificio sobre la que se levantó todo aquel bombazo de las psicofonías y que con el tiempo se demostró que era tan falsa como las propias grabaciones.

Con la política convertida ya en entretenimiento, las psicofonías de Génova podrían transformarse en el bombazo del 21, una forma de homenajear al viejo PP que Ayuso ha despedido a la madrileña, con su libertad y su canesú y un formidable éxito de crítica y público de terraceo all day. Hay que ser creativos.