Marciana Winslet

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

05 jun 2021 . Actualizado a las 09:28 h.

La serie del momento se titula Mare of Easttown y la protagoniza una Kate Winslet marciana. Entregada por HBO a capítulo por semana, como toda la vida de dios, la historia de estas mujeres de un pueblo de Pensilvania confirma que la emoción del buen cine se sustenta en los mismos pilares de siempre: un guion magnífico y unas interpretaciones espectaculares. Winslet perpetra su último éxito con la convicción de que su popularidad la compromete más allá de su trabajo. Hemos sabido, por ejemplo, que convenció al director para que no eliminara un plano de su barriga en una escena de sexo; que devolvió hasta en dos ocasiones el cartel promocional porque el Photoshop le había despeinado las arrugas más allá de lo decente y que defendió a una Mare que se movía y tenía el aspecto de las mujeres que tienen la edad y las circunstancias de la propia Mare. Winslet, de hecho, relaciona el éxito de la serie con el hambre que los espectadores tenemos de historias y personajes verdaderos, saturados todos de filtros, yabadabadús digitales e indigestiones de bótox que convierten a las personas que vemos a través de la pantalla en gemelas de Neytiri te Tskaha Mo'at'ite.

Como la vida rima, la emisión de Mare of Easttown ha coincidido con el reencuentro de los protagonistas de Friends en la misma plataforma, en lo que parece haber sido un ejercicio de melancolía necrófila que ha generado más desconsuelo que felicidad. Esas tres parejas de actores que han enganchado a millones de mozos de varios generaciones, incluidas algunas muy tiernecitas, se muestran en el documental rellenos de rellenos hasta componer un rictus colectivo que deja un poso inevitable de pesadumbre y que debería disuadir a todos los que revisan las estanterías del hialurónico para inyectarse un chute que te venden como si fuera de juventud cuando en realidad es de pura flaqueza. Porque la Mare de Winslet es hermosa a pesar de las lorzas, las greñas, el velo de los años en la mirada y una torpeza incipiente imposible de disimular. Una belleza que jamás estará en un vial de hialurónico.