Marco, redactor en prácticas de La Voz: «Este es mi día a día con un 9 % de visión»

Marco Pereira / Y. G.

YES

XAIME RAMALLAL

Son muchos los obstáculos que debo sortear en mi rutina, física y mentalmente conviviendo día a día con la discapacidad visual. Estoy en prácticas en la delegación de Viveiro, y aquí narro mi relato más personal

28 ago 2021 . Actualizado a las 13:13 h.

Mi nombre completo es Marco Samuel Pereira Oliveira y nací en Xove, concello de A Mariña, en 1993. Si bien es cierto que cada persona con baja o nula visión tendrá la suya, aquí os contaré mi experiencia. Pretendo mostrar cómo vive una persona con discapacidad visual, su día a día y rutina desde un prisma diferente. Lo hago, además, desde mi período en prácticas este verano en la delegación de La Voz de Galicia en Viveiro. Curiosamente, la misma edición en la que fue protagonista mi nacimiento, ocupando páginas del diario, incluso portadas, a raíz de toda una respuesta social y solidaria de recaudación de fondos para una operación que requería en mis ojos siendo tan solo un bebé. La vida me ha vuelto a traer a La Voz de Galicia, pero ahora para ser yo el que hable en primera persona... Y escribir sobre mí mismo, ayudando a descubrir otras realidades.

 En lo que se refiere a mi etapa escolar, desde temprano conseguí salir adelante a pesar de las dificultades a lo largo de todos estos años. Inicié la escolarización en preescolar con cinco años, tras dos anteriores en la guardería y después, arrancando primaria con un año de retraso (alegaron cuestiones de adaptaciones, entre otras). Evidentemente, fue algo distinto a lo que ha vivido el resto, ya que yo no podía disfrutar de algunos juegos que sí realizaban mis compañeros. Aunque he tenido la suerte de que la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) respaldó siempre mi desarrollo educativo, proporcionándome todas las herramientas que he necesitado como los libros en braille, así como otro tipo de materiales para asignaturas como matemáticas. No obstante, ese sostén siempre continuó en el ciclo de secundaria y después en bachillerato. Una época en la que siempre me ha tendido la mano una profesora de apoyo o PT. Me acuerdo de Leonor Llenderrozas o Cristina Ramudo hasta terminar el ciclo superior de Administración y Finanzas, hace ya cuatro años. Ahora, estudio Periodismo en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), demostrando una vez más que se pueden derribar multitud de barreras, físicas y psicológicas, a la hora de perseguir cualquier sueño.

Y yo también tengo el mío.

Tanto a la hora de llevar a cabo mi trabajo, como periodista en prácticas en La Voz, como al estudiar, utilizo el ordenador como herramienta (lo uso desde primero de ESO) y gracias a VoiceOver, un lector de pantalla que va describiendo los contenidos de la pantalla mediante una síntesis de voz (en Windows existen otros, como NVDA o JAWS, que realizan la misma función), que me permite utilizarlo como cualquier otra persona. Lo mismo, con el móvil, pues tanto iOS como Android cuentan con sus lectores de pantalla. En el trabajo en oficina no encuentro demasiadas dificultades, aunque por razones obvias no puedo usar los programas de maquetación, por lo que escribo en Word las noticias y entrevistas necesitando que otro redactor las prepare en página, para publicar, como esta. Otra herramienta que me facilita el día a día es un aparato llamado «línea braille»: convierte cualquier texto a ese lenguaje.

Os abro ahora, literalmente, la puerta de mi casa. ¡Adelante! Para alguien con discapacidad visual es importante que estén las cosas mínimamente ordenadas y que si se cambia la colocación de los objetos sea con previo aviso, para que yo que pueda saber dónde se encuentra lo que busco. Así, la ropa está clasificada por tips, es decir, fila de pantalones o grupo de camisetas con secciones de verano e invierno... Aquí os cuento un pequeño secreto: mi resto visual me permite distinguir los colores, así que no encuentro grandes problemas a la hora de combinar unas prendas con otras, pero sí que es cierto que cada ciego tiene su manera de distribuir o identificar la ropa.

 Pueblos más accesibles

En mi rutina diaria no me queda otra que salvar dificultades que para muchas otras personas simplemente no existen. Tan solo el hecho de vivir en A Mariña o una ciudad como Compostela, es todo un reto. Hablando de cómo puedo ir de un lugar a otro compruebo que, por ejemplo, el nivel de los transportes mariñanos podría funcionar mejor, no tanto dentro de la costa lucense como fuera de ella, hasta hacer reflexionar a los demás sobre cómo o cuánto se cumplen normativas básicas de accesibilidad en las zonas urbanas, que es una asignatura en general pendiente. Una excepción sería Burela, para mí un ejemplo de cómo debería ser el resto de ayuntamientos de la zona, con semáforos sonoros y pasos de cebra correctamente indicados en las aceras, con un relieve especial para que con el bastón yo lo note sin problemas. En Xove hace tiempo solicité ese tipo de semáforos, pero de los tres que había, solo funciona uno. Y cuando camino por la calle debo buscarme la vida para no chocar con nada, como las típicas jardineras. Muy bonitas, pero si a ellas le sumamos, al lado, un banco y algún que otro elemento más, caminar es para mí una odisea sorteando obstáculos a cada paso. Eso sí, es el entorno ideal para quien practique parkour...

Mi formación en prácticas me obliga a desplazarme a Viveiro todas las mañanas, gracias a la ayuda de mi padre para ir y volver en coche. Sin embargo, en el municipio vecino, con mucha más población, ¿cómo puede ser que una localidad considerada ciudad y tan turística en Semana Santa y verano carezca de semáforos sonoros? Además, como no puedo conducir, reivindico que empresas de autobuses y Xunta mejoren las comunicaciones externas de A Mariña y me asombra que no haya enlace en tren con la capital lucense. Sin visos de que vayan a cambiar las cosas, queda mucho por hacer... Yo lo veo, otros no.