Ese resort de vacaciones

YES

04 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La persona que inventó la pulserita que da acceso a un resort conocía muy bien el alma humana. Porque ese pobretón trozo de plástico inocula en su portador una inquebrantable sensación de poder comerlo todo, beberlo todo y hacerlo todo, una ficción tan bien guionizada que millones de personas se la tragan cada año sin percatarse de las trampitas que sus autores nos han colado en la trama. Un resort es un lugar fuera del espacio y del tiempo, de manera que al otro lado de sus muros puede habitar el infierno y dentro olvidar si estás en Varadero o en Jandía Playa, porque precisamente el éxito reside en que no sepas donde estás.

Indago en la biografía de un tal Gerard Blitz, a quien hay un cierto consenso en concederle la invención del todo incluido que hoy triunfa entre Cancún y Croacia. El eureka le habría asaltado a este campeón de natación belga durante el verano del 49 cuando acompañado por un pequeño grupo de amigos eligió Mallorca para descansar en tiendas de campaña rodeadas de naturaleza, mar y luz del Mediterráneo. Enseguida se percató del negocio, sustituyó las tiendas por cabañas y después por modernos alojamientos turísticos y se convirtió en uno de los principales magnates de la industria hotelera con su Club Méditerranée.

Tantos años después, los resorts y las pulseritas forman parte del sueño vacacional del ser humano medio, pero un análisis posmoderno puede convertirlos en un reflejo concentrado y deformado de la realidad, como si los espejos del Callejón del Gato estuviesen colocados en los muros infranqueables de todos estos complejos. Allí dentro, en ese universo cerrado, la vida transcurre bajo reglas precisas que conviene no saltarse si no quieres que la realidad se manifieste cruda. En esas claves se mueve The White Lotus, la inquietante ficción de Mike White que programa HBO y que bajo el caramelo golosón que sugiere su aspecto oculta algunas interesantes turbaciones. Ese grupo de millonarios blancos de vacaciones en Hawái, sus relaciones enfermas, su condescendencia utilitaria con los trabajadores del resort acaba siendo una metáfora con puestas de sol paradisíacas de cómo funciona el mundo. Lo pensaré la próxima vez que me pongan la pulserita.