Ana Saavedra: «En Galicia hay mujeres a las que sus maridos las violan todos los días»

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MARCOS MÍGUEZ

La presidenta de la asociación Mirabal lleva quince años ayudando a mujeres a salir del infierno a manos de sus parejas. Ella también fue una más, pero lanza un mensaje claro: «Hay que denunciar». Es la única manera. «El maltratador no es selectivo. Después de una, viene la otra», dice

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que Ana Saavedra (Ferrol, 1973) descuelga el teléfono y escucha la voz de una mujer al otro lado de la línea, ya piensa que es una víctima de maltrato. Tiene un auténtico radar para identificarlas. Eso sí, siempre analiza cada caso desde un punto de vista particular. Desde que fundó la asociación Mirabal, hace ahora quince años, muchas son las mujeres que han logrado salir del infierno que vivían en las cuatro paredes de su casa, sobre todo en el ámbito rural, donde todavía están aún más aisladas. En lo que va de año ya ha atendido más de trescientos casos. Solo en la jurisdicción de Betanzos.

—¿Por qué decidiste ayudar a las mujeres maltratadas?

—Yo también fui víctima de violencia machista. Muchas mujeres me preguntaban cómo había podido salir adelante y que a ellas les estaba pasando también algo parecido. Un día, el alcalde de Betanzos de entonces, Ramón García (PSOE), me vio tomando algo en una terraza y me animó a que montara una asociación para que mi trabajo tuviera más fuerza, porque hacía falta en Betanzos. Le estuve dando vueltas. Ya me había animado más gente, y eso fue la gota que me ayudó a decidirme. Las víctimas tienen muchas carencias y arranqué con el proyecto.

—¿Cómo está siendo este año en cuanto a maltrato se refiere?

—Veo que está siendo más complicado para las chicas jóvenes. Por los pinchazos, por si te echan algo en la bebida... Y esas víctimas no denuncian. Es el problema. Hay muy pocas chicas que llegan a casa y cuentan que las han violado. Y, de repente, padecen anorexia nerviosa, les baja el nivel académico, y los padres ignoran lo que les está pasando.

—¿Ese es el principal problema, que no denuncian?

—Claro, es preocupante. Tengo más chicas jóvenes en psicólogos que con denuncias judiciales. Y yo sé que la palabra denuncia asusta. Siempre les digo que vamos a narrar y a transmitir lo que les está pasando. Y eso ya es diferente. Pero tienen que denunciar. Es el mensaje que quiero transmitir.

—Pero a esas víctimas se les cuestiona de una manera permanente.

—Sí, y no solo les pasa a las chicas jóvenes. Te hablo en el ámbito rural, que es donde trabajo, pero desde que va a poner la denuncia, ya la estamos cuestionando. Luego, tiene que ir delante de un juez y del fiscal, y la cuestionamos también, después tienen que ir al CIM (Centro de Información a la Mujer), más tarde al psicólogo... La estamos revictimizando muchísimas veces. ¿Qué se necesita? Pues cuerpos profesionales y especializados que las ayuden a dejar de ser víctimas. Y siempre hay que analizar cada caso en particular.

—¿A cuántas mujeres has atendido en este año?

—A 328 a día de hoy, en 17 ayuntamientos del partido judicial de Betanzos. Desde Cabanas hasta Sobrado dos Monxes.

—¿Y hay hombres entre esas víctimas?

—Sí, ayudo a hombres también. Pero el porcentaje es muy bajo. Tengo un caso muy sangrante porque es víctima de una denuncia falsa. Y me duele eso porque esas cosas hacen daño a las demás mujeres. Pero la denuncia falsa es muy excepcional. Hay muy pocos casos porque tienen que pasar muchos filtros. O tiene un Óscar por su interpretación o es muy complicado que mientan porque puede incurrir en incoherencias.

—¿Percibes un incremento de la utilización de los menores en los casos de violencia machista?

—Gracias a Rocío Carrasco y con el apoyo de la ministra [de Igualdad, Irene Montero], se hizo visible la ley de violencia vicaria. Al menos este aspecto se ha hecho mediático y ha salido a la palestra. Pero ahora, con el cambio de ley, si una víctima tiene una orden de alejamiento hacia su expareja, quedan suspendidas temporalmente las visitas con sus hijos para que no manipule a los niños. Gracias a eso ha descendido, o al menos, este tipo de violencia está más controlada. Yo, por ejemplo, solo tengo cuatro casos.

—¿Y las violaciones dentro del ámbito familiar, es muy común en este tipo de casos de violencia?

—Sí. En Galicia hay mujeres a las que sus maridos las violan todos los días. Pero también es muy complicado demostrarlo porque ocurre dentro del ámbito doméstico y ellos se amparan en que sí hubo consentimiento. Además, lo hacen porque piensan que ella es su posesión. Es mi coche, mi casa y mi mujer. Y por dominación también. Pero hay que denunciar. Normalmente, es un maltrato prolongado en el tiempo. Conozco un caso en que ella llevaba muchos años casada con él. No le dejaba tener móvil. Y la obligaba a lavarse en la pila de la cocina. Y para hacer sus necesidades tenía que ir al baño de fuera, el que había en las casas antiguas. No le dejaba usar el cuarto de baño de su casa. Y la violaba todos los días. Eso es muy común.

—¿Cuál es el perfil del maltratador?

—Son embaucadores sociales. Aíslan a la víctima de los amigos y de su familia. Son celópatas y hablan de posesión. Ellas no hacen nada ni valen para nada. Al ser suyas, las tratan como si fueran una pertenencia, las utilizan como ellos quieren. Hay chicas que me dicen que cuando les dicen que no valen para nada, se giran y lloran de impotencia.

—¿Qué frases sutiles apestan a maltrato?

—«¿Qué harías sin mí?», «si te atreves a dejarme, no te va a querer nadie», «¿Quién te va a querer a ti?...» Vejaciones todas y más. Hay mujeres que dependen económicamente de su pareja o que él la ha agobiado tanto que le hizo perder el trabajo. Incluso las acompañan cuando tienen que ir al ambulatorio y entran en la consulta con ellas. Ellos también tienen miedo de lo que puedan contar. No las dejan solas en ningún momento. Creen que son sus rehenes, que son suyas.

—¿Un maltratador se puede rehabilitar?

—Yo conozco a un chico que se rehabilitó. Pero siempre tienen que ir voluntariamente a los cursos que se imparten en prisión.

—¿Y el maltratador siempre maltrata a todas sus parejas o es solo en ciertos casos?

—No es selectivo, después de una, viene la otra. Esto es en la mayoría de los casos, aunque estamos generalizando mucho. Normalmente, en aquellos casos con víctimas mortales, ellos suelen tener antecedentes por violencia machista. Quieren seguir maltratando. Hay un estudio que dice que el agresor que mata a su víctima no reporta el asesinato en el momento. Es decir, él se queda allí mirando cómo está muerta y le invade un vacío emocional, en el sentido que dicen: «¿Y ahora qué hago, a quién sigo maltratando?». Por eso se quieren suicidar, por ese vacío. No es que teman ir a prisión.

—¿Y luego son cobardes en otros ámbitos?

—Sí, claro. Son embaucadores emocionales, sociales, familiares y laborales. Existe un círculo del maltrato. Al principio empieza de una manera sutil. Con frases de este estilo: «Mira, cariño, esa falda te queda muy corta». Y ya empieza: «No te pongas esto, no te pongas lo otro... mucha risa con aquel, bloquea a estos amigos....». Comienza a hablarle mal de su familia y de sus amistades para aislarla. Y si le contesta que ella no lo ve así, ya le dice: «Tú estás loca». Y como ya vaya a un psicólogo, pues dice que ella está mal. Luego, el siguiente círculo ya es: «Se me fue la mano, fue solo un golpe, un cachete en la cara.... Es por el estrés, no tengo trabajo» y pide perdón. Y de ahí se pasa al círculo de agresiones físicas más importante, pero sigue pidiendo perdón. Y hace sentir a la víctima que la que está mal es ella, que está loca.