El carrete

YES

istock

26 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la prehistoria de YouTube se hizo viral un vídeo de tres muchachas que se enfrentaban al colosal reto de escudriñar el funcionamiento de un teléfono. Era un teléfono disco de los que estaban presentes en todas las casas hasta los años noventa, cuando los móviles aún eran artefactos prohibitivos que viajaban en maletas en los coches de cuatro ricachones extravagantes. Apenas habían pasado un puñado de años desde la rapidísima muerte de aquellos aparatos, pero las tres chavalas intentaban averiguar qué tenían que hacer con todo aquello, cómo funcionaba el disco móvil con los números, si tenían que colgar o descolgar, todo en medio de un coro de esas risotadas que todos hemos ensayado alguna vez al abordar una tarea indescifrable para nosotros, como si de pronto nos encontrásemos a los mandos de un McDonnell Douglas DC-10 sin haber conducido siquiera una mobilete.

El vídeo era una entretenida representación del muro que se levantaba a toda velocidad entre los boomers y los nativos digitales, a quienes de pronto todo lo previo les parecía tan lejano y pintoresco como un papiro medieval. Muchos aceptamos la derrota y enterramos muchos objetos arrasados por una modernidad agresiva e implacable.

Entre esos objetos, uno de los que nos costó más trabajo despedir fue el carrete fotográfico, exiliado a toda velocidad por las cámaras digitales, que sepultaron también los laboratorios, los líquidos de revelado, las penumbras y, sobre todo, los tiempos de espera entre el disparo y la fotografía y las sorpresas que esa espera muchas veces deparaba. La sustitución fue dramática para empresas como Kodak, sumergida en una crisis gravísima que la obligó a reinventarse, aunque siempre mantuvo una simbólica producción de carretes que abastecieron durante estos años a un puñado de nostálgicos.

La noticia la daba la vieja compañía neoyorquina esta semana. La inesperada y creciente demanda de carretes les obligará a redoblar la producción de películas fotográficas para atender a un público que echa de menos la imperfección de lo analógico, la lentitud del proceso de revelado y hasta el confortable ruido del disparo de una cámara réflex. Quizás haya que recuperar del trastero los viejos teléfonos de disco. Y enseñar a nuestras hijas cómo funcionan.