La conversación

YES

MABEL RODRÍGUEZ

18 feb 2023 . Actualizado a las 09:45 h.

Justo cuando menos se conversa existe el acuerdo de llamar «conversación» al movimiento de impresiones que genera un programa, una película, una serie, la última intervención de Feijoo, los globos chinos extraterrestres o Zelenski el audaz, de manera que uno de los grandes medidores del éxito de un asunto, la prueba de que conecta con el alma de los tiempos es justo la capacidad que tiene de generar ese diálogo público y colectivo. No importa que la historia en cuestión sea importante, a veces, las cuestiones fundamentales, las que nos modifican, no son interesantes para la mayoría; importa que incorpore los ingredientes que el zeitgist reclama, ese espíritu del momento para el que algunos tienen un radar extra afinado.

Pues mientras esa gran conversación acontece, la pequeña conversación desaparece. En lo privado, aflora un miedo eléctrico a platicar, en persona o por teléfono, hasta el punto de que por debajo de los treinta todos los paliques son asíncronos, primero se graba, después se envía, después se escucha, después se graba, después se envía, después se escucha. Como si voluntariamente todos introdujeran un retardo de seguridad en la charla, esos segundos de red para reaccionar que cuando se nos imponen desde fuera son las patitas de un alma censora. No se habla por debajo de los treinta, se intercambian grabaciones, y llamar por teléfono así, sin más, se considera agresivo, maleducado. Eso no te atreves a decírmelo a la cara.

Por encima de los treinta, nuestras biografías están marcadas por un puñado de grandes conversaciones. Las que tuviste con tu padre, con tu mejor examiga, con el amor de tu vida, con tus queridas hermanas, con tu hija, encuentros en vivo y en directo, en el mismo espacio y en el mismo tiempo que, a veces, incluso se anunciaban con un preámbulo: tenemos que hablar. Esas eran tan importantes que podían paralizarte y convertir la interviú en una chapuza. Las conversaciones nos marcaron incluso en negativo; con el tiempo sabes cuáles te faltaron y cuántas te sobraron. Hay quien corrige el balance de las charlas pendientes o las resintoniza cuando el final aprieta y sospecha que dejar las cosas bien habladas es importante para largarse en paz. Pero ahora se aplica la conversación en diferido y una no puede dejar de pensar que se pierde toda la magia del directo.