Sólo sí

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

MABEL RODRÍGUEZ

11 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La encarnizada guerra que desde ¡hace 12 años! venían librando los solotildistas contra los nosolotildistas se ha dirimido en unas decepcionantes tablas por culpa de la cobardica decisión de la RAE. En los grandes asuntos conviene tener las posiciones claras y esa marcha atrás con la que la Academia medió el lunes para zanjar el estruendoso alborozo de los que durante una década han desobedecido a la santa autoridad de la lengua, después de que el jueves pareciera que volvían a estar dentro de la ley, deja a la Real como una bienqueda con todos, que es la mejor manera de quedar mal con el universo.

Cuando en el año 2010 la institución aplicó con rigor la retirada de la amada tilde diacrítica de solo, la brecha se abrió en la RAE y en la sociedad entre los del sólo, sí y el sólo, no. Parece que la resistencia inquebrantable a seguir usando el acento gráfico ha sido más sentimental que racional, como casi todas las cosas importantes de la vida. Todos los boomers nos pasamos la EGB y planes previos recitando un puñado de oraciones ortográficas de una eficacia mágica y una capacidad de imprimir carácter parecida a la de los sacramentos. Una de las biblias era un librito negro con las letras rojas de Samuel Gili Gaya, Ortografía práctica española, en la que aparecían recogidas todas esas plegarias. Y la del «solo se escribe con tilde cuando equivale a solamente» era tan redonda como la canción del Colacao y un asidero emocional eterno. Las tibiezas de la RAE en este asunto la alejan de la valentía, aunque fuese descarriada, con la que otros antes se atrevieron a plantar cara a la ley. Juan Ramón Jiménez ganó el Nobel a pesar de sus heréticos procedimientos que le llevaron a destrozar las normas ortográficas para aproximar la palabra escrita a la dicha. Aclaró en un artículo publicado en la revista puertorriqueña Universidad: «Se me pide que explique por qué escribo yo con jota las palabras en “ge”, “gi”; por qué suprimo las “b”, las “p”, etc, en palabras como “oscuro”, “setiembre”, etcétera, por qué uso “s” en vez de “x” en palabras como “excelentísimo”, etc. Primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, y no hablar en ningún caso, como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante». Una filosofía cuyo fondo compartía García Márquez y su fracasada propuesta de «enterrar el h de guerra».