Daniel Bezares, fundador de Desaprendo: «Hay niños de espíritu libre»

Olga Suárez Chamorro
Olga Suárez REDACCIÓN

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Daniel Bezares es cofundador de Desaprendo, una escuela online para familias
Daniel Bezares es cofundador de Desaprendo, una escuela online para familias

A este economista madrileño la paternidad le cambió la vida familiar y profesional. En el 2017 fundó junto a su mujer una escuela «online» donde atienden a familias con conflictos en casa y a padres y madres que quieren nuevas herramientas para relacionarse de otra manera con sus hijos

06 abr 2024 . Actualizado a las 22:40 h.

Daniel Bezares vive en la sierra de Madrid y es economista. Pero no es esa formación la que le ha llevado a ser quien es ni a dedicarse a lo que se dedica. «La mejor formación que he tenido son mis hijas, ser padre ha sido mayor reto que cualquier otro profesional que haya tenido», asegura. Padre de dos niñas, en el 2017 decidió montar Desaprendo, una escuela online de padres basada en la disciplina positiva y que a día de hoy ayuda a miles de familias a lograr la paz en casa. Este fue precisamente el nombre que eligió para un proyecto que lanzó a finales de enero, una semana de charlas virtuales gratuitas que siguieron más de 25.000 personas de toda España, más de dos mil procedentes de Galicia. 

—¿Cuándo empezó Desaprendo?

—Yo vengo del mundo de la consultoría y el emprendimiento, Desaprendo es el sitio donde se unen mi parte profesional y personal. Mi mujer, Lourdes, y yo tenemos dos niñas gemelas de 14 años y yo era de esos padres que creía que tenía muy claro cómo quería hacer las cosas. Pero según iban creciendo las niñas, empecé a ver que no salían como yo tenía pensado; estaba enfadado, gruñón y desconcertado porque no las entendía. Y empecé a hacer cosas que no entraban en mis planes como gritar, enfadarme o castigar. Me encontré envuelto en todo aquello, permanentemente frustrado e impotente. Entonces empecé a descubrir estrategias para trabajar con ellas que pusieron voz a todo lo que yo sentía, empezamos a aplicarlas en casa y las cosas cambiaron radicalmente. Tanto es así que di alguna charla en el cole, empecé a compartir estos conceptos, primero en paralelo a mi actividad profesional y ya plenamente dedicado a ello desde el 2017. 

—¿Qué formación llevaste a cabo?

—Yo soy economista, pero siempre digo que mi mayor vía de crecimiento personal ha venido derivada del nivel de exigencia que ha tenido para mí la crianza de mis hijas. En su día me certifiqué como entrenador de padres en disciplina positiva por la asociación americana y también me he formado en resolución de conflictos enfocado a la infancia y la adolescencia, así como en formación específica con niños de espíritu libre, con psicólogos nacionales e internacionales. 

—Háblame de estos niños a los que llamas de «espíritu libre».

—Para mí fue una revelación enterarme de que hay distintos perfiles de niños y hay algunos que suponen un reto mayor. Los americanos les llaman strong-willed child (‘niño de voluntad firme'), pero a mí me gusta más llamarlos niños de espíritu libre, me parece un término más optimista. A los padres les digo que tienen que estar orgullosos de estos niños porque son muy especiales. 

—¿Qué les caracteriza?

—Tienen unas características propias que vienen de cuna y que les llevan a ser más persistentes, más intensos, son niños que quieren tener voz, no les vale un «no» por respuesta, son inflexibles, les cuestan las transiciones y son explosivos. 

—El nombre «desaprender» ya es toda una declaración de intenciones…

—Hay toda una generación de padres y madres que quieren hacer las cosas de otra manera, no quieren utilizar una crianza autoritaria basada en el miedo, pero tampoco quieren ser permisivos; quieren influir para que a sus hijos les vaya bien, pero se encuentran utilizando las herramientas tradicionales: repiten las cosas muchas veces, sermonean, chantajean, gritan o utilizan el castigo. Acabamos haciendo todo esto porque nos frustramos, tenemos ansiedad parental y terminamos utilizando herramientas de poder que lo único que hacen es desconectarnos de nuestros hijos. Además, somos una generación que tiene retos que no tenía la de nuestros padres y abuelos. 

—Supongo que te refieres a las pantallas.

—Sí, hay todo un problema sociológico de una generación y creo que nuestros padres no tuvieron ningún reto similar: por el poder de adicción que tienen, el nivel de información al que dan acceso, por los riesgos inertes a su uso y por la hiperestimulación del cerebro, la falta de entrenamiento para mantener el foco en tareas que requieran más concentración… 

—También tienen mucho positivo.

—Sin duda, la posibilidad que tiene ahora un adolescente de acceder a contenidos de valor para llevar a cabo sus tareas académicas, para sus aficiones, el acceso a tutoriales, la formación online… Mi proyecto es cien por cien digital y soy un gran defensor de las nuevas tecnologías. 

—¿Y cómo hacemos, entonces, para evitar el lado negativo?

—Realmente no es un problema relacionado con las pantallas, sino con la capacidad de solucionar problemas colaborando con los hijos. Necesitamos promover que piensen y desarrollen el espíritu crítico para saber lo que está bien o mal. A nosotros nos gusta hablar de las cuatro C: consciencia, para ver la educación desde otro ángulo; conexión con nuestros hijos; calma; y colaboración: vamos a dejar de solucionar problemas unilateralmente, y vamos a hacerlo utilizando el diálogo, buscando la empatía y teniendo en cuenta su opinión a la hora de buscar una solución. 

—Son consejos basados en el sentido común, en cómo nos relacionamos con iguales, pero ¿por qué no lo hacemos con nuestros hijos?

—Porque hay toda una cultura heredada de relación vertical con la infancia. En nuestra anterior generación nadie cuestionaba una relación vertical entre un marido y su esposa, algo que hoy ya chirría. Sin embargo, una relación donde el adulto no imponga a sus hijos lo que tienen que hacer no ha calado todavía en la sociedad. Es una relación de convivencia totalmente distinta a la que tuvimos en generaciones anteriores y por eso es un proceso social que está en marcha, que no está conseguido. 

—Y llega la adolescencia y todo estalla…

—Efectivamente, en la adolescencia empieza a cobrar importancia todo lo social, los niños buscan las referencias fuera de casa; y si la conexión está rota dentro, nuestra capacidad de influir en ellos va a disminuir. Por eso en Desaprendo decimos que la conexión es sagrada y que hay que alimentarla todos los días. 

—¿Cuál es el denominador común de los adolescentes?

—La adolescencia es una etapa totalmente necesaria a nivel evolutivo, la búsqueda de independencia es algo que les define, es la etapa de contradecir el orden establecido, una época de exploración. Pero sin esa locura transitoria que ocurre en el cerebro y que los neurólogos tienen perfectamente identificada, el ser humano no evolucionaría. Lo que pasa es que es muy incómoda para los adultos. 

— Parece más fácil desaprender cuando tu hijo está aún en la primera infancia, ¿es posible hacerlo cuando ya es adolescente?

—Totalmente. El mejor momento es ahora. Tenemos cientos de ejemplos de familias que han cambiado las dinámicas de relación con sus hijos y que vienen de una herencia de relación muy vertical, con castigos… Esto es un mensaje muy optimista para todas las familias, no se puede tirar la toalla porque nuestros hijos necesitan nuestra compañía y nuestra cercanía. 

—De ahí que decidieron organizar el reto «Más paz en casa» que han seguido miles de familias.

—Antes habíamos organizado algún congreso online, pero esta vez queríamos mostrar a las familias una serie de prácticas bastante simples para trabajar la conexión y la comunicación en casa. Y el resultado ha sido muy positivo por el número de asistentes, la involucración de la gente. Los comentarios que nos han llegado son realmente emocionantes, en solo una semana se pueden ver resultados increíbles. Las familias ven que si no lo han hecho bien hasta ahora es porque no tenían referencias. 

—¿Cómo es hoy Desaprendo?

—El proyecto ha ido creciendo, ahora lo formamos un equipo de seis personas que estamos repartidas por varios lugares de España y trabajamos en remoto. Somos una escuela de padres online donde trabajamos con miles de familias, tanto aquellas que tienen un conflicto grande en casa como con padres y madres que quieren nuevas herramientas para relacionarse de otra manera con sus hijos. Pero no trabajamos con los chavales, sino con los adultos, que son los que tienen que asumir el compromiso de que el cambio empieza con ellos.