Cristina tardó ocho años en recibir ayuda. Y en cuanto se recuperó decidió contar su historia en TikTok para que otras personas no pasaran por su situación. «Nunca me imaginé que tendría tanta repercusión», dice
20 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Cristina Fouz estuvo durante ocho años calmando su ansiedad comiendo, lo que le derivó en un trastorno por atracón. Ella sabía que tenía un problema mayor al sobrepeso, pero tardó años en dar con una solución. No encontraba ningún tipo de ayuda psicológica.
Cuando la joven tenía 18 años se encontraba en una relación tóxica con la pareja que tenía en ese entonces. «Yo siempre había sido gordita. Pero, en ese momento, descargaba mi ansiedad comiendo», cuenta. Después de superar el bullying que sufrió de niña en el colegio, la situación se agravó cuando llegó a la adolescencia. El problema no fue el instituto. «La gente era buena conmigo y tenía amigos, pero mi novio me creaba una inseguridad que derivó en un desorden alimenticio», apunta. Para Cristina la forma de descargar ese estrés era mediante la ingesta de comida en exceso. En ese momento, se empezó a preocupar. En varias ocasiones tuvo que ingresar en el hospital por enfermedades derivadas del sobrepeso. «Está bien visibilizar la gordofobia, pero también se tienen que buscar soluciones cuando esto te supone algún problema de salud», afirma. Le diagnosticaron diabetes, comenta que se tenía que pinchar insulina tres veces al día. Su cuerpo empezaba a sufrir las consecuencias de lo que realmente era un problema psicológico.
"Mis padres me cerraban la cocina con llave para evitar que me pegara atracones de comida"
«Mi médico de cabecera solo me mandaba dietas, y al ver que no funcionaban, me recomendaban operarme. Sin embargo, era muy joven para someterme a esa intervención de reducción de peso», explica. Pero la joven, después de informarse en varios foros de otras chicas que se encontraban en la misma situación, se dio cuenta de que realmente se trataba de una enfermedad mental. Fue ella la que solicitó ayuda psicológica a su médico de cabecera. «Me cambiaban de psicólogo cada dos por tres. Cuando empezaba a coger confianza con uno, me lo sustituían por otro», revela. Estaba desesperada, ya no sabía qué hacer. Por ello, decidió buscar ayuda en un centro de adictos anónimos. «Yo sabía que lo mío era una adicción. Mis padres me cerraban la cocina con llave para evitar que me pegara atracones de comida. No me sorprendía tanto el ir a terapia con personas con problemas de alcoholismo o drogas, lo que me llamaba la atención era que no existiera un centro para gente con trastornos alimenticios», reacciona. Las terapias con estos profesionales le sirvieron para localizar el foco del problema. Cuando dejó a su pareja ganó en salud y autoestima. Cuenta que estaba más contenta. Gracias a ello, superó su trauma y se centró en mejorar su condición mental. «Mucha gente se piensa que cuando tienes trastornos por atracón es porque te gusta comer. La gente come por necesidad, pero cuando sobrepasas los límites es porque calmas tu ansiedad comiendo. Entras en un bucle: comes para desestresar, y te agobia el engordar», reconoce.
SU FAMILIA, UN PILAR
Pasaron los años y Cristina conoció al que a día de hoy es su marido. Cuenta que él, junto con sus padres y las terapias, le ayudó a superar su enfermedad. Pero fue después de tener a su hija cuando decidió dar el siguiente paso y bajar de peso. «En ese momento tenía muchas enfermedades provocadas por la obesidad. Primero bajé diez kilos por mi cuenta, y luego ya decidí operarme», comenta. No fue un proceso fácil. Señala que por la Seguridad Social era mucho el tiempo de espera, y ella se encontraba ya muy mal, así que pidió un crédito y solicitó cita en una clínica privada. «Me sorprendió que uno de los requisitos que te piden para someterte a esta operación fuera entregar un parte psicológico, que confirmara que había superado el Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA). Mientras que en la sanidad pública lo veían como la segunda vía si no te funcionaba la dieta», asegura. Fue ahí cuando se dio cuenta de que existirían otras muchas personas que, por seguir el camino fácil, no buscaran ayuda psicológica.

Después de operarse decidió contar su historia por TikTok. No se imaginó nunca que fuera a tener tanta repercusión. Con el nombre de @cristinalacysa subió un vídeo en el que hablaba de su cambio de 130 kilos a 76 en tan solo ocho meses. «Me habló gente para insultarme y criticarme, pero era más la gente que me preguntaba cómo lo había conseguido, la mayoría con mi mismo problema», afirma. De ahí, que sus próximos vídeos fueran para dar importancia a la salud mental antes de someterse a cualquier operación. Su objetivo es que la gente que sufre de este tipo de trastornos alimenticios trate de buscar ayuda psicológica. «Si yo me hubiera hecho la reducción de estómago sin antes tratar mi ansiedad, al poco tiempo hubiera vuelto a engordar», matiza. Por eso, hace un llamamiento para que todas las personas traten de buscar ayuda.
BAJÓ UN TOTAL DE 62 KILOS
Actualmente, pesa 68 kilos, frente a los 130 que pesaba hace dos años. No recomienda operarse por la clínica privada en caso de que se pueda hacer por la sanidad pública. Explica que tiene que pagar un crédito durante ocho años, algo que no le parece razonable tratándose de un tema de salud. «Además, hay que hacer hincapié en destinar más ayuda a los trastornos psicológicos. Sobre todo después de las depresiones que ha causado la pandemia, entre otras cosas», insiste. Asegura, que en Lugo no hay centros especializados en este tipo de enfermedades. Por lo que supone que existirán muchos más casos en el resto de España que estén pasando por lo mismo que ella.
Ahora Cristina pesa alrededor de 68 kilos y hace mucho ejercicio. No pretende operarse las pieles sueltas que le quedaron tras la operación, para ella son marcas de guerra. «Me tuve que comprar ropa nueva porque cuando llegué a mi máximo peso ya me había dado por vencida», revela. Pero no se arrepiente, cuando nació su hija, ella apunta que también volvió a nacer.