
Bea, Guenoa y Yaiza dedican su vida a cuidar de nuestros mayores. Alguien tiene que hacerlo cuando ni tú ni ellos mismos pueden. Pero más allá de eso, también les hacen compañía
17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Limpiar culos es para muchos un trabajo denigrante, vergonzoso y peyorativo que nos recuerdan la falta de respeto y el poco valor que se tiene todavía hacia el sector de los auxiliares y de los cuidadores. Podríamos rebatir a todos los que sueltan estas «perlas» por la boca con un montón de argumentos. Sí, limpian culos, pero si no lo hacen ellos, ¿quién lo hace?. Es probable que algún día se los limpien a ellos. Aunque parezca mentira, estos trabajadores están cansados de escuchar a diario comentarios despreciables hacia su profesión. Para empezar, todo trabajo es digno, y, para continuar, esta es tan solo una de las tantas tareas que realizan por nuestros mayores.
«No nos valoran como nos merecemos», dice un grupo de empleadas que dedican su vida a este oficio. Bea, Guenoa y Yaiza destinan su día a día por y para los ancianos. Tienen un corazón que no les cabe en el pecho. Por lo que cuentan, sin amor no podrían dedicarse a esto.
Cuando hablas con la gente que atiende a personas dependientes te das cuenta del cariño que depositan en cada una de las labores que desempeñan. No les pagan por ser amables, y mucho menos por entablar una relación personal con los usuarios a los que cuidan, lo hacen porque quieren. Para este grupo de auxiliares involucrarse de esta manera en el trabajo significa tener vocación: «Si no estás dispuesto a hacer determinadas tareas escrupulosas por ellos, mejor búscate otra profesión». Está claro que no cualquiera vale.
UN GRAN CORAZÓN
Bea lleva una empresa de atención de personas a domicilio en Santiago de Compostela, llamada Coidando-te. Se encarga de la contratación de auxiliares y cuidadores para personas dependientes en sus casas o en hospitales. Tiene 48 años y lleva diez en el oficio. Además de estar a la cabeza del equipo, ella también tiene personas a su cargo, a algunos los conoce desde hace años. «Hai unha señora que levo anos visitando, ten demencia e non adoita lembrarse da xente, pero en canto lle digo o meu nome, pídeme un bico», explica riendo.
«Paréceme unha burrada que nos chamen limpacús, non se pode decir nada despectivo de ningún traballo, e moito menos dun que ten que ver co coidado de persoas», manifiesta Bea. La auxiliar habla de su trabajo con amor. Le gusta mucho lo que hace. «Cando tratas con persoas non podes ser mecánico, hai que tratalos con cariño, e o mais importante, necesitan ser escoitados», apunta. En Coidando-te los servicios pueden ser de pocas horas al día, o de varios días e incluso semanas de duración. En cualquier caso, la relación que se establece con la persona a la que estás atendiendo es igual de cercana. Muchas veces les contratan para hacer compañía en los hospitales, ya que los familiares no pueden hacerlo. Ahí, los mayores ya reciben el cuidado de los enfermeros del centro, por ello muchas veces su presencia requiere, sobre todo, dar conversación: «Só queren falar». «É moi satisfactorio que che agradezan o teu traballo. Trátase dun emprego moi sacrificado, pero tamén moi agradecido que precisa aloumiño e atención», explica.
Yaiza, por su parte, es auxiliar también en una empresa de ayuda a domicilio llamada Teavi, en Ferrol. A sus 24 años ya ha trabajado en una residencia, además de en Teavi. Sin embargo, confiesa que prefiere su empleo actual, ya que considera que prefiere tener un trato más personalizado con el usuario. «En la residencia tan solo teníamos 10 minutos para preparar a cada persona antes de empezar el día (levantarlo, llevarlo al baño, asearlo y vestirlo), sin embargo, aquí tengo una hora, o más si lo necesito, para cada uno», argumenta. Yaiza acude a siete casas diarias. «A muchos los trato como si fueran mis abuelos. La mayoría viven solos, así que yo llego y hago las tareas que ellos no pueden hacer por sí mismos», dice. Los baña, los viste, e incluso van al supermercado. Y mientras hacen todo esto, se conocen y se hacen íntimos amigos. Como bien dijo Bea, no es un trabajo mecánico, esto sería imposible sin una mínima pizca de cariño detrás.

En el centro de día Bicos, en Culleredo (A Coruña), trabaja Guenoa. Con tan solo 20 años tiene muy claro a lo que quiere dedicar su vida. Le encanta su trabajo. «Hice las práctica en una escuela infantil porque en mi cabeza no concebía el limpiar culos», reconoce la auxiliar. La joven hizo un ciclo de atención a personas con dependencia. De ahí pasó a la escuela, hasta que un día decidió dejar de lado sus prejuicios y se lanzó a probar con personas mayores. La experiencia le encantó. Se dio cuenta de que los ancianos la necesitaban. «En un centro de día la gente va a pasar el rato, no es como en una residencia. Muchos hasta nos llegan a decir: “Aquí vengo porque me dais de comer”», comenta entre risas. Los mayores van felices a pasar ahí la mañana, la tarde o toda la jornada. «Cuando termina el día te vas a dormir valorando cada momento que has pasado con ellos. Te alegras de que ese día fulanita haya estado más lúcida y pudieras salir a pasear con ella, o por que fulanito, con alzhéimer, se haya acordado de tu nombre», dice ilusionada.
LO MÁS DURO
«La gente acostumbra a decir que da asco lo que hacemos. Ponerse los guantes, coger una toallita y limpiar las partes íntimas de alguien que no puede hacerlo por sí mismo, no supone nada cuando te lo agradecen con tanto entusiasmo. De hecho, son ellos los primeros que sienten vergüenza cuando una persona desconocida les ve desnudos», argumenta Guenoa. Como bien dice la joven, todos vamos a necesitar alguna vez en la vida que alguien haga esto por nosotros.

Es una labor que requiere mucha fortaleza. Tratar con personas que ya están llegando a su límite de edad te hace replantearte muchas cosas. Sabes que son personas delicadas que en cualquier momento pueden fallecer. «La familia deposita confianza en ti para que tú les ayudes y les hagas compañía cuando ellos no pueden hacerlo», explica Yaiza. Hay gente que está mejor y otra que está peor. «A primeira vez que se me morreu unha señora fíxoseme moi duro. Tes que gardar a compostura, pero é inevitable que non che marque. É algo que te levas ao persoal», añade Bea.
Este oficio tiene un valor añadido que no está escrito. Requiere de un gran corazón. Bea, Guenoa y Yaiza son solo tres de estas trabajadoras que dedican su vida al cuidado de mayores. Nunca infravalores su trabajo, porque no sabes si algún día lo vas a necesitar, o si lo necesitará alguien cercano a ti. Y sí, están orgullosas de limpiar culos.