Madrid mata

YES

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07 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta semana se celebró en Madrid Fruit Attraction que, aunque por el nombre pudiera parecer un nuevo refresco de maracuyá, es una de las mayores ferias de frutas y verduras del mundo. Para centrar un poco la dimensión del gigante, citar que convoca a cien mil personas de 135 países que literalmente saturan el mercado hotelero de la ciudad y sus bares de copas, «porque esta gente es de mucho salir», según certifica esa fuente del periodista perezoso que es el taxista.

Si vivías ajena a esta circunstancia y te tocó recalar en Madrid durante los días de la feria, habrás podido ver de cerca el monstruo hostil de siete cabezas en el que se ha convertido la capital de España, por muchos eslóganes parrocheiros que invente su presidenta.

Todo lo bueno que tiene una ciudad como esta se va por la alcantarilla, si cada paso que das exige de ti una energía enorme para doblegar la hostilidad, el calor, las colas, el ruido, lo caro que es todo, los millones de personas, las distancias…

Sin duda son los años que se van teniendo, pero se intuye que a partir de un número de habitantes las ciudades piden más de lo que dan. Ni siquiera existe ya ese hecho diferencial que hace unos años exigía estar en las grandes capitales para captar el palpitar del futuro. Ahora, desde ciudades de tamaño humano, como Vigo o Coruña, puedes estar a la vanguardia de muchas cosas, como viene demostrando Marta Ortega con su fundación y las exposiciones que organiza, o festivales como el Wos compostelano. Bastan pocas horas en la jungla madrileña para desarrollar una especie de compasión por sus habitantes, por los cientos de miles de personas que sobreviven con sueldos míseros incompatibles con la exigencia constante de Madrid, por quienes comparten viviendas a precios y tamaños pornográficos. Es inevitable apiadarse de esta gente, pensar que vivirían mucho mejor en otro sitio, constatar una vez más que en estos sitios tu bienestar exige una cuenta corriente repleta al alcance de unos pocos. En semanas como esta es inevitable contar los minutos que restan para volver a ver Madrid desde el aire, de vuelta a casa.