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Carlos Olalla, actor: «Me educaron para ser millonario y acabé recitando poemas en el metro y sin nada en la nevera»

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NICOLETA LUPU

Protagoniza este año el anuncio de la lotería. Pero su vida supera cualquier spot. Vivió la ruina del negocio familiar, tuvo éxito profesional y se quedó en el paro con 45 años. Fue actor cuando ya peinaba canas

13 dic 2023 . Actualizado a las 17:22 h.

Sin quererlo, el actor Carlos Olalla nos da el mejor mensaje de Navidad. Él, que este año ha protagonizado el anuncio de la Lotería —interpreta al padre de Bea (Andrea Thurman) —, nos da una lección de humanidad. Y demuestra que su vida sí que es de película. Tras sus palabras se intuye la filosofía de un hombre que lo ha tenido todo y lo ha perdido por circunstancias ajenas. Se ha tenido que reinventar varias veces. Quizás fue el destino el que le hizo descubrir el mundo de la interpretación. O no. Porque solo tenía que escuchar en su interior para encontrarse. Ahora, reconoce que está feliz y enamorado. Porque para él, el amor está por encima de la suerte: «Tengo mucha suerte en el amor. Con lo cual, ya sé que no me tocará la lotería. Llevo ocho años con mi mujer y sé que va a ser mi último amor, pero lo estoy viviendo con la pasión del primero. Y eso me encanta. No me había pasado nunca y soy feliz».

Pero vayamos al principio. Cómo acaba siendo actor con 50 años, después de ser director de la zona de Levante de un banco extranjero y también de una empresa constructora. «Me encontré con 45 años en el paro y cuando iba a buscar trabajo me decían que ya era demasiado viejo. Me cerraban todas las puertas. Traté de salir adelante como consultor independiente. Pero entonces apareció un regalo que te hace la vida. Mi madre hacía figuraciones y me dijo: ‘Mañana tengo un rodaje con Sophie Marceau', la actriz de Braveheart. Y le dije: ‘Apúntame que quiero verla'. Fui y me gustó mucho el ambiente del rodaje», cuenta. Fue así, poco a poco, como se metió en el mundo de la interpretación. «Era el año 2000 y como tenía tiempo, no tenía un duro y vivía en Barcelona, pues hacía hasta cuatro cástings al día. Entonces, tuve otro regalo de la vida. Como yo sabía inglés de mi etapa en el banco, me llamaron para darle una réplica a Christian Bale en el rodaje de The maquinist. Y me quedé tan alucinado de verle actuar que, al día siguiente, me apunté a una escuela de teatro muy conocida de Barcelona», cuenta.

Así fue cómo se convirtió en un alumno con canas para aprender un nuevo oficio: «Estaba con chavales de 18. Yo era el abuelo. Pero era muy bonito, porque cuando había una improvisación o alguna escena que teníamos que hacer, ellos tenían que imaginarse cómo se sentirían si les pasaba una serie de cosas y a mí me bastaba con recordar. Con lo cual, ellos viajaban al futuro y yo al pasado y nos encontrábamos en el presente. Esa era la magia del teatro». Pero también reconoce que fueron años muy duros. «Se te acaba el paro y no tienes un duro. Todos los actores y actrices pasamos por ahí. Solo un 3 % viven de verdad de esta profesión, con algo más de 30.000 euros al año. Luego, hay un 3 o 4 % que está por debajo de esos 30.000 y por encima de los 5.000 euros anuales. Y el resto, tienen que compaginar su labor de actor o de actriz con otros trabajos, porque es muy complicado vivir solo de esto. Hay una precariedad clarísima y, lo que es más grave, nuestra profesión se caracteriza por la intermitencia. Cuando se acabe la participación de mi personaje, me voy a la calle», explica.

PRIMERA BOFETADA, CON 24

Pero el hecho de haberse quedado en paro con 45 años no fue el primer golpe que le dio la vida. «Yo lo pasaba muy mal en el mundo de la empresa, pero me puse a trabajar en el grupo de empresas de la familia. Mi padre murió cuando yo tenía 23 años, y a los 24, me di cuenta de que estábamos arruinados. Esa fue la primera bofetada. Te aseguro que la liquidación del grupo familiar fue el mejor máster de gestión empresarial que pude hacer, pero también el más caro, porque me arruinó. Así fue cómo acabé en el banco. Pero no me gustaba nada ese mundo. Lo único que cuenta es cuánto ganas al año y cuánto suben tus acciones en bolsa. Y a mí eso no me va. Me van más las personas que los números», dice.

PERSONAJES DE 50

Desde que se convirtió en actor nunca le faltó trabajo porque «hay muchos personajes de 50»: «Esta es la profesión más machista que hay. Porque todos esos papeles están prácticamente escritos para actores, no para actrices. Entonces, mi edad que era un hándicap en el mundo de la empresa, fue en el de la interpretación como si me tocara la lotería». Pero la gran cantidad de papeles que interpretó —formó parte del reparto de más de cien series—, no le garantizaba poder llegar a final de mes. «Claro que he pasado hambre. Esto va por rachas. A mí me educaron para ser millonario y acabé en el 2016 recitando poemas en el metro, porque no tenía ni un duro ni nada en la nevera», confiesa. «Mi madre vivía conmigo y entonces tenía 84 años. Teníamos que comer y decidimos ir al metro. Y ahí aprendí muchas cosas. La primera fue que nunca se te ocurra ponerte a recitar poemas en la estación. La gente pasa de largo y se cree que eres un predicador. Y si te metes en un vagón, hazlo, pero ten en cuenta que estás invadiendo un espacio. El público está cautivo allí. No se puede levantar e irse. Tienes que ser muy respetuoso», comenta. Fue así cómo decidió presentarse a la gente: «Dije: ‘Hola, soy Carlos Olalla, me recordaréis de El tiempo entre costuras y de otras series. Soy actor y estoy en el paro como la mayoría de mis compañeros de profesión. Y ella es actriz, Cristina Mariscal, es mi madre y también es poeta'. O sea, fíjate qué dos profesiones habíamos elegido. Pasar hambre garantizado. ‘Y estamos aquí porque queremos leer unos poemas por si queréis echarnos una mano y, sobre todo, para advertiros a todos los que vais en este vagón que os están robando. Porque si los que nos dedicamos a la cultura no podemos vivir con dignidad de nuestro trabajo, a quien le roban la cultura es a todos vosotros‘». Así fue cómo pidió en el metro: «La casualidad hizo que entre la gente estaba un periodista que trabajaba con Carles Francino y nos llamaron por la tarde para ir al programa para denunciar la situación que estábamos viviendo los actores».

LOGRÓ SER PENSIONISTA

Afortunadamente, ese mal momento económico pasó. «Ahora estoy feliz porque el año pasado me jubilé y como coticé más de 40 años con el mundo de la empresa y todo eso, pues me he podido jubilar con una pensión media, que no es ninguna maravilla, pero eso me permite pagar el alquiler y me quita una presión de encima brutal porque lo más básico lo tengo cubierto», afirma.

Además, este año fue seleccionado para la nominación de los Goya con dos películas. Una de ellas su primer film protagonista Nato cero. El origen del mal, que está siendo una de las películas más vistas en Prime Video. Y la otra como actor de reparto en Olvido: «No he salido nominado en ninguna. Pero me ha hecho ilusión haber podido llegar ahí».

Lo que sí le ha salido fue el anuncio de la lotería y eso que estaba recién operado de una prótesis de la cadera. Casi se queda sin poder interpretarlo: «Me dijeron que por cuestiones de localizaciones se iba a rodar esa misma semana, el jueves. Y si me operaban un martes era complicado. Me olvidé de eso, aunque me quedé con pena porque me hacía mucha ilusión participar en el anuncio». «De repente, el sábado a las seis y media de la tarde, me llama el productor y me dice: ‘¿Cómo estas?, ¿te animas a rodar esta noche?'. ‘Claro que sí', le dije. Y así fue. Me operaron un martes, me pusieron una prótesis de cadera y el sábado por la noche rodé el anuncio», dice. Un spot publicitario cuyo slogan de este año es que «no hay mayor suerte que la de tenernos: «Eso es lo que le pido a la Navidad. Que la felicidad se comparta. Porque la verdadera suerte es tenernos. Hay que reivindicar la importancia de un abrazo en estos tiempos de tanto grito. Más contacto humano y menos móviles, máquinas y pantallas». No es por casualidad que al despedirse emule a Eduardo Galiano: «Vuelan abrazos».