Tortilla francesa con cuchara

YES

06 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si la mejor época para dejarse llevar por la embriagadora A fuego lento son estos días de brutalidad gastronómica. Es una duda razonable que queda disipada a los dos segundos de entrar en la cocina de la hermosa Eugénie (Juliette Binoche) para acompañarla en su manera de acariciar un rodaballo, de abrazar las lechugas del huerto, de abrir las vainas de un guisante fresco, de oler los vapores de una cazuela, de meterse en la boca una tortilla francesa poco hecha, siempre con cuchara. De la película de Tran Anh Hung sales llorando a poco que entiendas todo lo que se ventila en unos fogones cuando se cocina para amar y que te amen. Pocas veces se ha retratado tan bien la importancia existencial de un guiso, quizás en la mítica El festín de Babette en la que unas codornices en sarcófago eran capaces de desanudar décadas de odios y desencuentros.

Todo es exquisito y hermoso en esta película en la que Binoche y Benoît Magimel, expareja real durante años, se aman igual que cocinan y comen, todo a fuego lento, en una historia que es también un canto a la pasión en la madurez.

Por la gran pantalla desfilan grandes clásicos de la cocina francesa, incluido un tradicional y modesto guiso llamado pot-au-feu, parecido a nuestro cocido, que cuando sale perfecto resulta inmejorable. Al ver lo que Anh Hung es capaz de hacer con la huerta y el mar franceses, pues al final la película es también un homenaje a su cocina, a sus técnicas, sus cocineros y sus tradiciones, brota la convicción de que un ejercicio de amor semejante trasladado a Galicia daría para un festín audiovisual de los buenos. Pocos territorios disponen de semejante despensa de vegetales, pescados y carnes, y en muy pocos sus oficios quedan tan bien cuando son retratados a través de una cámara.

Pero A fuego lento desata también otras nostalgias. La de todas las mujeres próximas que cocinaron para ti, creando una corriente de amor a través de bacalaos al ajoarriero, empanadas caseras y croquetas de rapante sin los que, seguro, serías una persona peor.