Berta, madre de familia numerosa: «Soy la CEO de mi casa, cuidar de diez hijos es un trabajo»

MARTA REY / S.F.

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Berta y su marido, Eric, posan junto a sus diez hijos, sus nueras, su yerno y cinco de sus nietos en su casa de Galicia
Berta y su marido, Eric, posan junto a sus diez hijos, sus nueras, su yerno y cinco de sus nietos en su casa de Galicia

Cuando Berta y Eric se casaron no pensaban en que iban a formar una familia tan amplia, pero han sido abuelos a la vez que padres. «He sufrido más con dos hijos que con cuatro», asegura esta madre que es todo orden

07 jul 2024 . Actualizado a las 21:36 h.

Son las diez y media de la mañana y Berta ya está intentando que se cumplan los horarios en casa. «Aquí a las diez todo el mundo tiene que estar levantado, la cocina se cierra a las once. Ahora estoy hablando contigo y hay dos que continúan en cama porque me he despistado», bromea. Y es que en el hogar de la familia García de los Ríos es necesario tener el día planificado para que todo funcione, porque al igual que en la película con el mismo nombre, son 12 en casa.

Berta y su marido, Eric, tuvieron diez hijos: Eduardo, Patricia, Daniel, Alejandro, Carlos, David, Pablo, Nacho, Inés y Berta, y ahora ya tienen a su octavo nieto en camino. Aunque cuando se casaron no pensaban en tener una familia tan numerosa, ella sí que creció rodeada de varios hermanos. «Tenemos un caos ordenado. Criarse en una familia numerosa imprime carácter y te deja huella. Al final no te planteas un número concreto de hijos. Nuestra base de pensamiento es cristiana, yo tengo fe, y de alguna forma eso me ayuda a ser más generosa con la vida», explica. Berta estudió Magisterio porque siempre le han gustado los niños, pero tomó por decisión propia no trabajar fuera de casa. «Tomé esa elección y nadie me obligó. Igual que la gente es libre de no tener hijos, yo decidí hacer esto y no voy por ahí juzgando ni preguntando. Sentí que tenía que estar en casa y solo de pensar que me tenía que meter en un colegio con 30 niños más me daba algo. ¿He renunciado a eso? Bueno, pero he tenido otra vida profesional, porque para mí esto es un trabajo», afirma. Cuando le preguntan si no trabaja, ella siempre responde lo mismo.

«Todo lo gestiono yo»

«Yo llevo la economía, la enfermería, los recursos humanos... Soy la CEO de esta casa. Mi marido y yo estamos en comunión, pero aquí gestiono todo yo, porque él trabaja fuera todo el día», dice. A pesar de todo, cada hijo ha cumplido con un rol distinto desde pequeño para ayudar en casa. «Cada uno tuvo su papel en función de la edad. No puedes mandar a una niña de 3 años a comprar el pan, pero a una de 9 sí o incluso que acompañe a su hermana al colegio. Los mayores, Eduardo y Patricia, se gestionaban sus meriendas porque yo estaba moviendo una cuna con un pie y dando el pecho a otro. Vas entrenándolos de pequeños, dándoles tareas y se van volviendo totalmente independientes», afirma. Ellos no han sido padres sobreprotectores, sino que han criado «hijos buscavidas».

Lo primero que se puede pensar cuando alguien dice que tiene diez hijos es en cómo se hace para que todo esté perfecto. «La gente que solo tiene uno puede pensar que diez es imposible. Pero yo, por ejemplo, veo a familias que tienen uno o dos y son mucho más dependientes de sus hijos que nosotros. A mí no me dieron a todos mis hijos de golpe. Con los dos primeros recuerdo estar mucho más esclavizada dependiendo de su llanto y necesidades que con los que vinieron después del tercero. He sufrido más con dos que con cuatro», apunta Berta. Además, asegura que no ha tenido nada que ver criar al primero con el último. «Los primeros te agotan física y psíquicamente. Eres primerizo y nadie te ha enseñado a ser padre ni madre. Es muy sacrificado, hay que renunciar a tiempo, a la comodidad y al dinero y a nadie le gusta eso. El primero lo recibes con una alegría inmensa, pero te rompe esquemas. Yo me acuerdo que leía libros y, al haber hecho Magisterio, pensaba que sabía mucho, y nada más lejos de la realidad. A medida que van pasando los hijos, te van entrenando. Con la novena y con la décima ya no sufro todas esas cosas», explica.

¿Y cómo se mantiene el orden en una casa con tanta gente? Enseñando a recoger. «Nadie nace ordenado, eso se va aprendiendo. Yo me volví ordenada cuando me fui a estudiar fuera. Mi casa, a pesar de que éramos mucha gente, siempre estaba ordenada porque mi madre decía que el orden te da serenidad y paz mental. Eso se lo vas transmitiendo a los niños desde pequeños con otros métodos, pero tienes que mantenerlo en el tiempo. Para mí es mas fácil dar un toque de atención a cerrar los ojos para no ver el desorden, porque termino malhumorada. A mis niños les digo que dejen las habitaciones ordenadas por la noche que así por la mañana es más fácil. Y si el armario está hecho un caos, va todo al suelo y tienen que colocarlo de nuevo», afirma.

En cuanto al gasto que hacen en el hogar, Berta admite que es una de las cosas que más les preguntan. «La gente quiere saber todo. Si trabajo, el sueldo de mi marido... De dinero en casa no se habla», dice. «Si cada uno puede beberse medio litro de leche al día y ahora somos ocho, echa cuentas. Fijo que una familia con dos niños gasta más porque aquí no entra nada que no sea imprescindible, como galletas, zumos, cereales... No porque no sean sanos, sino porque cada uno se puede comer un paquete entero. Saben apreciar mucho más cualquier detalle que traigas sin que ellos mismos se den cuenta», explica.

Veranos en Galicia

La familia se mueve en un coche de siete plazas, pero en palabras de Berta, todos sus hijos saben organizarse. «Veraneamos en Ferreira, Lugo, porque mi madre era de allí. Unos iban con nosotros en el coche y otros se iban en tren desde Albacete a Ribadeo o Lugo, y allí los recogían. Ahora, como ya tengo a unos cuantos casados y con coche propio, ya ayudan a sus hermanos», cuenta. Además se siente privilegiada porque a todos les gusta seguir yendo. «Mi marido puso un pie en Ferreira y ya nunca lo sacó. Es un enamorado de A Mariña. Los casados ya tienen alquiladas sus casas al lado de la nuestra, y mi hijo de 18 años tiene allí su pandilla. Con los que viven todavía conmigo me suelo pasar 20 días. En mayo ya me suelen decir: ‘Mamá, huele a Ferreira’», bromea.

Con sus nueras y su yerno tienen una relación excelente, y ahora que esperan a su octavo nieto, Berta recuerda cuando llegaron los primeros. «Con 45 años di a luz a Inés y con 48 a Berta. Cuando yo tuve a las pequeñas, mi nuera y mi hija Patricia ya tenían un bebé. Criamos a un recién nacido y hemos compartido biberones y paseos en la silla las tres a la vez. Al principio no tuve ese sentimiento de ser abuela, lo único que tenía era mucho cansancio en mi cuerpo. Mis hijos nos pedían que nos quedásemos con los nietos, pero teníamos que decir que no, porque no podíamos con nuestra alma. Casi me han ayudado más ellos a mí que yo a ellos. Somos abuelos pero padres de niñas pequeñas. Es una mezcla explosiva, pero llevo un par de años que ya disfruto porque es muy divertido», confiesa. Ahora lo comparten por las redes sociales, una idea de sus hijos Carlos y Daniel. «Yo no tengo ni perfil de Instagram, me voy enterando de lo que suben por lo que me cuentan por Albacete», bromea.

Con las discusiones entre hermanos, ellos lo tienen claro, porque su casa no se pisa si no se hacen antes las paces. «Cuando yo me peleo con mi marido y ha sido delante de ellos también ven cómo nos disculpamos. Las pequeñas se pelean pero a los dos minutos ya se están pidiendo perdón y jugando juntas. A los mayores les decimos que si no se reconcilian, a casa no vienen, porque aquí estamos para disfrutar. Luego está la personalidad de cada hijo. Yo también tengo hijos con los que me resulta más fácil llevarme que con otros», afirma. Berta y su marido les han enseñado a sus retoños que las cosas materiales no tienen ningún valor. «Les decimos que no les podemos dejar nada de herencia y que se llevarán la formación y los valores que les hemos enseñado para la vida. Aunque suene muy duro, todos nos vamos a morir. O vives con esa idea de que nadie es eterno o te esclavizas a este mundo que te crea necesidades», apunta. Pero una madre muchas veces también necesita a su madre y en esos momentos de dudas con el mundo y sus hijas pequeñas, Berta se acuerda de ella. «A mi madre se la llevó el covid siendo el motor de esta familia. La noche antes de ir a la uci, pidió grabar unos audios para nosotros. Nos dijo que no estuviésemos tristes porque estaba muy contenta de haber tenido una vida plena y llena de celebraciones. Cuando mis hijas me dicen que no tienen alguna cosa o no van de viaje, les digo que recuerden lo que dijo su abuela y que tienen la suerte de celebrar con la familia», dice emocionada.