Carlos Sobera: «Entiendo que las señoras de 90 años se quejen, porque algunos de 80 aparentan 105»

MARTA REY / S.F.

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Carlos sobera es el nuevo director del hotel de First Dates
Carlos sobera es el nuevo director del hotel de First Dates J. Alfaro García

Tras nueve años al frente de «First Dates», el presentador se ha convertido en un auténtico cupido de carne y hueso. Ahora se transforma en el nuevo director del «First Dates Hotel». «A partir de los 50 es tan difícil encontrar trabajo como el amor», afirma

25 jul 2024 . Actualizado a las 20:16 h.

Ha conseguido colarse en nuestras casas a la hora de la cena y que miles de personas decidan ir a su programa a encontrar el amor de su vida. O por lo menos a intentarlo, porque después de nueve años, Carlos Sobera ha tenido que vivir múltiples situaciones junto a los candidatos que van al restaurante más famoso de la televisión. Ahora estrena First Dates Hotel, un spin-off del famoso dating —formato televisivo en el que hay citas entre los aspirantes—.

—¿Cómo te has sentido siendo director de un hotel por unos días?

—Ha sido una experiencia fantástica. La verdad es que salir del restaurante y tener un decorado tan magnífico y tan romántico como es un hotel en el Mediterráneo le ha añadido incluso inputs positivos al programa.

 —¿Qué nos vamos a poder encontrar en este «spin-off» de «First Dates»?

—Es exactamente igual, porque hay conversaciones en barra y hay citas en mesa, pero hay un antes y un después que es el que marca la diferencia. En el First Dates diario le perdemos la pista a las parejas, pero aquí no, porque vamos a poder ver más allá de la cena y los que participan pueden llegar a intuir si son pareja o no porque se conocen.

—Ya coincidisteis en «El precio justo», pero ¿cómo ha sido trabajar en esta nueva aventura con tu hija Arianna?

— En El precio justo la relación entre nosotros era mucho más directa. Aquí está junto a Keko, Lolita, Adrián y Lidia, y su obligación profesional era formar parte de ese equipo, porque con ellos tiene que estar bregando con nuestros invitados todos los días, sirviendo las mesas, haciéndoles preguntas, interesándose por cómo va su relación... Se ha integrado muy bien, a pesar de tener poca experiencia profesional. Han conseguido crear una atmósfera de complicidad con los daters y creo que también con el público cuando lo vean. He estado allí orgullosamente viendo cómo ocurría todo e interactuando con ella. Alguna vez le he tenido que reñir, porque intentaba ligar con algún invitado guapo, le he dicho: ‘Ojo, cuidado, tú trabajas aquí, no mezclemos trabajo y amor’ [risas]. Pero ha sido muy divertido ver cómo iba aprendiendo, con trabajo, con dedicación y humildad. Me ha gustado y pienso que va a estar contenta con el resultado.

—¿Qué tienen los «dating shows» que no tienen otros formatos?

— Este en concreto, tiene mucha verdad, porque la gente viene abierta de corazón y de mente. Eso da mucha frescura y mucha dosis de espontaneidad. Además, este tipo de programas te permiten poder ver a gente normal porque a veces está todo muy profesionalizado. Yo creo que últimamente, hasta en los concursos, los concursantes son todavía profesionales. Sin embargo, en un dating como First Dates la gente es anónima y, aunque haya excepciones, no tienen una aspiración de hacer una carrera televisiva. Ya son nueve años, casi 20.000 candidatos y me da vértigo pensarlo porque llega un momento en el que no me acuerdo de nada. A veces me encuentro con gente que me dice: ‘¡Me fue fenomenal en el programa!’. Como no me suenan, les digo que ese día igual no estaba yo, pero me responden: ‘¡Pero si me recibiste tú!’. [Risas].

—¿Crees que «First Dates» sirve como altavoz para visualizar al colectivo LGTBIQ+?

—Sí. Yo siempre he mantenido, sin pretensiones, que este programa cumple con una función educativa, porque al final está visibilizando muchas realidades que pueden pasar desapercibidas o no son bien recibidas. La diversidad la visibiliza en la sexualidad, pero también en otras áreas como la política, la alimentación, la forma de ver la vida... De alguna manera tienes un mosaico de cómo es el país de diferente y de rico.

—¿Cuando ves a las parejas por primera vez ya sabes si va a funcionar?

—¡Ya me gustaría! Pero no. Cuando sabes que hay una gran diferencia por razones de cultura o por forma de ser, intuyes que va a ser complicado que salga bien. A veces te llevas sorpresas, y parejas que piensas que no iban a funcionar, terminan de maravilla. También pasa al revés, que ves que tienen muchas cosas en común, como el lugar de donde vienen o la ideología política, y luego resulta que no hacen match. Lo del amor es muy difícil, es acertar y jugártela, como sacar una bolita y decir este sí, este no, pero ya sabes que eso tiene mucho riesgo.

—¿Cómo se gestiona un plantón?

—Es difícil. Procuramos ponerle pañitos calientes a la persona que acaban de rechazar y darle la posibilidad de volver. No es su culpa, es una cuestión de gusto y de mal gusto o falta de cortesía por parte de la otra persona. Si se quiere marchar, le abrimos la puerta porque no obligamos a nadie a quedarse.

—¿Tienes algún tipo de candidato favorito? Los señores mayores suelen ser los que más ternura dan...

—¡Sí, claro! Los jóvenes, en general, lo tienen todo más fácil, pero a medida que nos hacemos mayores, sobre los 50 años, es tan difícil encontrar trabajo como el amor. Ya hemos tenido experiencias previas que nos han vuelto raros, sabemos lo que queremos y lo que no y ya no aceptamos correr riegos de cualquier manera. Entonces vienen con una ilusión especial al programa. Cada día llega gente más mayor, te hablo de 75 años para arriba. Terminas por ser consciente de la tremenda dificultad que tienen para encontrar pareja. Otra cosa importante es que son hombres y mujeres que están buscando más compañía para salir a bailar o pasear, que una relación sentimental y mucho menos sexual. Comprender que ahí hay dificultad te pone muy a su favor, porque te enternece y te da pena. Hay gente que es maravillosa y lo pasa muy mal para encontrar algo tan básico como tener compañía.

—Pero alguno se ha quejado de que no le buscaran una mujer más joven que él...

—Sí, y también ha pasado con ellas. Hay una cosa que es muy curiosa. Siempre se dice que la mujer envejece peor que el hombre, pero yo, por lo menos, compruebo que a cierta edad envejecen mucho mejor ellas que ellos. A veces una mujer de 90 años recibe a un hombre de 80 y me protesta porque le parece viejo. En algunos casos no me queda más remedio que reconocer que no le falta razón, porque el señor con esa edad parece que tiene 105 años por su actitud o por cómo está físicamente [risas]. Está claro que aunque tengamos 105, hay cosas que nunca vamos a poder dejar de lado, como que el hombre no tenga barriguita, que tenga pelo en la cabeza... Sí que es cierto que se quejan a esas edades de que no sean menores que ellos o ellas, pero creo que es una cuestión de actitud. Ellos detectan enseguida si su pareja está en la misma onda o si está años por detrás y si es así, huyen como de la peste [risas].

—Todo el mundo se sorprendió cuando dijiste que ibas a presentar un «dating»...

—Me decían que no tenía nada que ver conmigo. Yo creo que era porque pensaban que al ser un dating, conceptualmente hablando, iba a ser morboso y poco elegante, y probablemente televisión basura. Después, descubrieron que es un programa que visibiliza temas y trata con respeto a todo el mundo, por muy peculiar que sea su historia. Creo que se han reconciliado con él y se dieron cuenta de que es un programa que pueden ver incluso los niños sin que se corra el más mínimo riesgo de malformar a nadie.

—¿Qué dirías que te ha aportado «First Dates» a tu carrera?

—Me permitió cambiar de registro y reinventarme. Gracias a este programa, hay gente que me ha cogido más cariño. Ya no solamente soy el presentador de sus concursos, sino también de otros formatos. Me dio también la posibilidad de conectar con el público más joven de una forma brutal, porque este programa es muy devorado por ellos, y me demostré a mí mismo que, a pesar de mi edad, tenía todavía la capacidad de acercarme a los jóvenes.