La gallega que mejora la vida de las mujeres en cuatro meses

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Oscar Vázquez

Con 23 años acabó sus estudios y se enroló como cooperante. Regresó en el 2015 y se replanteó la vida. Apostó por ayudar a mujeres que busquen reinventarse. Ahora presume de haber conseguido que un millar ganen más dinero y puedan conciliar

18 oct 2024 . Actualizado a las 13:54 h.

La suya siempre fue una vocación enfocada a mejorar la sociedad en la que vivimos. Con solo 23 años, dos después de finalizar la carrera y trabajar en finanzas, dejó España y se fue a recorrer mundo como cooperante. En este ámbito, ejerció durante diez, principalmente en países de Asia y Latinoamérica, y conoció a Rosario Ortiz, la que un lustro después se convirtió en su socia. En el 2015, en plena madurez, regresó y buscó la forma de aplicar en nuestro país lo que había aprendido en los proyectos de formación e inserción laboral en los que había participado en el extranjero. Analizó el mercado laboral, las necesidades femeninas y de las empresas. Las tasas de desempleo eran altísimas y encontró ahí un nicho por explotar. Tras un año de investigación, nació Adalab. Ahora, Inés Vázquez Ríos (Bueu, 1982) ejerce de especie de hada madrina que, en solo cuatro meses, es capaz de mejorar la vida de las mujeres que se apuntan a su centro de formación. En ocho años, lo ha conseguido con casi mil. ¿Cómo lo hace? Ella misma lo explica: «Con dedicación, ilusión y la apertura femenina a un mercado, el tecnológico, que todavía estaba por explotar».

Para conocer la fórmula que lleva a mejorar la vida de las mujeres en solo cuatro meses hay que profundizar un poco en lo que es su empresa y su filosofía. El nombre de Adalab lo pusieron en honor a Ada Lovelace, la considerada madre de la programación, que escribió el primer algoritmo informático de la historia. Para poder entrar en esta escuela solo hacen falta tres requisitos: ser mujer, tener una mínima formación y ganas de aprender y progresar.

«Cuando estábamos en pleno análisis, vimos que en el sector tecnológico todo el mundo decía que había muchísimo trabajo. Por un lado, empresas que no tenían gente especializada y, por otro, mujeres que, o no gozaban del trabajo que deseaban o que estaban en paro, directamente. Así que con esas dos premisas y muchas ganas, empezamos nuestra misión», relata con la pasión de una novata, pese a llevar ya ocho años de trayectoria.

«Creamos la empresa con una finalidad social: proporcionar un empleo de calidad a las mujeres»

A estas alturas, te preguntarás cómo Inés puede mejorar la vida de las mujeres. Muy sencillo, con unos cursos formativos, un elevado contenido práctico y una bolsa de empleo con unos resultados, según ella misma afirma, que rondan el 90?% de inserción global, entre las que consiguen trabajo con ayuda de Adalab y por su cuenta. Y cómo y por qué en este escaso período de tiempo se produce ese cambio. La clave está en el mercado al que va enfocado: «No hay más de un 15?% de mujeres trabajando en carreras de ciencia y tecnología, en las que la calidad de vida que te dan es incomparable a otras».

Para esta emprendedora, nacida en Bueu y residente en Vigo, todavía hay ciertos estigmas a la hora de los estudios femeninos: «Las mujeres nos basamos en lo que vemos alrededor cuando decidimos qué queremos cursar... Un motivo de que haya tan pocas en tecnología es que no vemos que otras mujeres lo hagan. Hay que visibilizar que eso no es cosa de hombres, ni de genios ni de frikis. Nosotras hemos formado a mujeres que venían de muy diversos ámbitos y hemos conseguido que vean que hay otra vida desconocida para ellas».

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Después de esos cuatro meses (seis, si se hace a tiempo parcial), las tituladas descubren cómo se puede conciliar el trabajo con la vida familiar, cómo pueden producir desde casa o cómo los fines de semana existen y no son una fábula que sus amigas les contaban.

De camarera a analista

Es el caso de Laura Sabrina Mellado (Sèvres, Francia, 1990). Tras más de quince años en hostelería, con horarios rotativos, turnos partidos, jornadas nocturnas y sin parar festivos ni fines de semana, hizo el curso de Programación Web. En la actualidad, teletrabaja como analista de negocios para una multinacional francesa desde su domicilio.

El empujón para estudiar le llegó cuando, con solo 33 años, se quedó en el paro y la sensación de que le costaría encajar en otro equipo de restauración. Entonces, retomó los estudios. Finalizó el curso y se encontró con una propuesta. Al cambiar la bandeja por un ordenador, no solo logró mejores condiciones laborales, sino económicas. «El salario, de entrada, en este sector no tiene nada que ver con lo que yo ganaba después de muchos años, muchas tablas y mucha experiencia en hostelería. Llegó un punto en mi anterior oficio en el que ya daba igual la experiencia que tuvieses y la cantidad de idiomas que hablases. Allí hay un techo muy bajo. En la tecnología, me encontré todo lo contrario», reflexiona. Solo tres meses después de debutar en su nuevo puesto de trabajo, todo son buenas palabras: «Para mí, era inimaginable poder descansar el fin de semana, acabar el viernes a las tres de la tarde, no trabajar los festivos o que hubiera una planificación de las vacaciones sin tener que estar desgranando los cuatro días que tienes», explica con la felicidad de quien disfruta de su primer trabajo.

Bolsa de trabajo

El de Laura no es un caso aislado. El secreto está en la bolsa de trabajo con la que la empresa colabora: «Mas de trescientas firmas han contratado a nuestras estudiantes. Tenemos un servicio gratuito para ellas, que publican ofertas de empleo que trasladamos a las alumnas a través de nuestro propio canal. Y, a la hora de crear los contenidos de los cursos, lo hacemos en colaboración directa con esas empresas, nos trasladan las necesidades que tienen y nosotros ponemos en marcha los programas educativos», explica Inés Vázquez.

Un aspecto a tener en cuenta es que ningún contrato es de beca. Los de menor categoría son júniores, con lo cual la remuneración media de entre 18 y 21.000 euros anuales, algo que destaca la empresaria momentos antes de que salga a relucir la citada vocación por mejorar la sociedad: «Nosotras creamos la empresa con una finalidad social. Claro que queremos ganar dinero, pero el principal objetivo era proporcionar un empleo de calidad a las mujeres que o carecían de trabajo o no estaban todo lo a gusto que podrían con el que tenían».

En este momento, surge la experiencia de Bella García Villegas, una onubense de 36 años con dos hijas y un grado superior de Óptica. «Llevaba dos años trabajando en un centro comercial todos los fines de semana. Los horarios apenas le hacían poder ver a sus pequeñas. Quería conciliar y nosotras le proporcionamos esa flexibilidad, con un trabajo híbrido, en el que los viernes a las tres de la tarde quedaba libre para su familia», subraya la emprendedora de Bueu.

Otra mujer que ha encontrado en la gallega Inés Vázquez esa mano tendida que le ha abierto un horizonte desconocido y le ha permitido disfrutar de una vida inimaginable para ella.