Alauda Ruiz de Azúa: «Con "Querer" aprendimos que hay violencias que son más sofisticadas. Todavía estamos aprendiendo cómo funcionan»

MARTA REY / S.F.

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JUANLU REAL

La cineasta triunfa con la miniserie en la que el espectador es testigo de un drama familiar que reflexiona acerca de la violación dentro del matrimonio. «Las víctimas fingen normalidad para evitar un conflicto mayor o asimilar lo que les está pasando», afirma

10 nov 2024 . Actualizado a las 14:34 h.

Gracias a Cinco lobitos, Alauda Ruiz de Azúa consiguió ganar el Goya a mejor dirección novel y, además, conquistar al público con un retrato natural y honesto del viaje de su protagonista como madre primeriza. Ahora la directora y guionista vasca estrena Querer, una serie, emitida por Movistar+, que hace reflexionar acerca de las violencias silenciadas y sumergirse en la historia de Miren, una mujer que, tras 30 años de matrimonio, decide denunciar a su marido por violación continuada. Sus dos hijos, ya adultos, tendrán que posicionarse.

—Tanto «Cinco Lobitos» como «Querer» tratan problemas familiares. ¿Buscas la inspiración en lo cotidiano?

—Es muy curioso, porque Querer no nace de mí, a mí me llega una premisa y lo que hago es llevármelo a lo cotidiano y a lo real. Quería investigar cómo son este tipo de historias y a partir de ahí construir la serie. En eso sí me vi muy atravesada y muy interpelada para hacerlo desde ese punto. Pero es verdad que así como Cinco lobitos sí fue una historia que me surgió, la semilla de Querer vino de dos de los productores, de Juan Moreno y Koldo Zuaza.

—¿Has aprendido algo durante la investigación que habéis llevado a cabo para crear la serie?

—Hubo mucho aprendizaje. Creo que sí que es verdad que existe un desconocimiento de cómo son los procesos cuando eres víctima de una violencia sexual o de género. Desde fuera les aplicamos nuestra lógica y nuestra situación de bienestar y por eso nos cuesta mucho comprenderlos. A las víctimas les exigimos determinados comportamientos para que nos resulten creíbles. Incluso cuando alguna mujer que haya sido víctima se atreve a denunciar aparece la incomprensión de los tiempos. Siempre esperamos que ellas tengan algún tipo de causa-efecto muy lógico y muy concreto. Con el trabajo de investigación que hicimos en Querer, entendimos que es un proceso que muchas veces no es de la noche a la mañana. Primero tienes que ser capaz de identificar lo que te ha pasado, ser capaz de contártelo a ti misma y de contárselo a otro. A veces es un médico de cabecera el que ve algo depresivo y te echa una mano aconsejándote ir a un psicólogo y es ahí donde te empieza a tratar y descubre lo que te ocurre. A veces es una amiga que interviene o una abogada que te asesora. Lo que está claro es que nunca son procesos tan lineales y tan lógicos como parece que esperamos que sean.

—¿Crees que puede haber mujeres que se identifiquen con la protagonista y vean que ellas sufren o han sufrido lo mismo?

—Es verdad que nosotros hemos intentado hacer un retrato muy realista de cómo son ese tipo de procesos. La historia de Miren es ficticia, pero construida en base a relatos de muchas mujeres que han pasado por algo parecido. Cuando nos metimos a escribir la serie teníamos en cuenta que había una responsabilidad extra porque cabía la posibilidad de que esta serie la viesen mujeres que estuviesen en una situación muy vulnerable o en un proceso de violencia. No sé si servirá, pero de alguna manera sí creo que puede ayudar a identificar algunas cosas y a ponerle nombre. O incluso a cómo se puede denunciar. Por eso también quisimos ser muy rigurosos y estuvimos muy atados a lo que es a día de hoy, a denunciar un caso así y vivir en un proceso judicial.

—Aquí el espectador está constantemente creando su propio juicio, pero es que en la realidad también pasa eso de dudar de la víctima...

—Cuando nosotros decimos que nos gustaría generar una conversación pensábamos en una de ese tipo. Una honesta contigo misma o con los tuyos en el salón de tu casa sobre que realmente todos podemos caer en ese mecanismo de no creer a la víctima, de desacreditarla. De que si no es perfecta como víctima, nos resistimos más a creerla. Era conseguir a través de la historia ficticia generar unos sentimientos y unos dilemas éticos que son muy verdaderos. Y desde el marco de la ficción, que siempre es un marco seguro porque no está juzgando a nadie real, queríamos ser capaces de conseguir que el público se preguntara por qué reaccionamos así. ¿Por qué no estamos del lado de las víctimas? ¿Por qué juzgamos las cosas en términos de lo sexual y no en términos de poder o de otro tipo de contexto?

—Normalmente, cuando vemos una relación tóxica, solemos hacerle ver a esa persona que está dentro de una. Sin embargo, Miren cuenta lo que le ocurre y nadie la cree...

—Con Querer aprendimos que hay violencias que son más sofisticadas y más difíciles de detectar porque han estado silenciadas mucho tiempo, se han justificado. No sé si se han normalizado, porque pienso que la violencia siempre nos toca y somos capaces de detectarla, pero desde luego que se han tolerado. No se nos ha dado ese espacio para decir que algo es violento, causa un daño y que además puede ser el indicativo de algo peor en un momento dado. Esa conversación yo creo que no estaba, y ahora empieza a estar. Las violencias que son más sofisticadas se pueden identificar, pero hace falta tener una mirada más amplia y tener algo de contexto para entender los procesos psicológicos.

—A veces para que no se dude, la víctima debe tener un moratón en el ojo...

—Es terrible, pero es verdad. Las violencias invisibles han sido más difíciles de denunciar y de hablar. Creo que estamos todavía aprendiendo cómo funcionan.

—«Querer» también trata la utilización de los hijos en un proceso de divorcio...

—Cuando decidimos que íbamos a abordar el punto de vista también de los hijos fue muy importante que fuesen adultos. Porque ser adulto te coloca en un sitio que puede ser muy complejo y muy doloroso, pero en el que ya tienes capacidad para decidir. Incluso el no decidir y no tomar posición, que de alguna manera ya es posicionarte. Para mí habla de un conflicto que es muy real con este tipo de casos. Nos cuesta posicionarnos porque no lo hemos hablado mucho hasta ahora, lo hemos tenido debajo de la moqueta y parece que queremos que lo resuelva todo el sistema judicial. Por supuesto, que el sistema judicial tiene que resolver lo que le toca, pero hay una parte social y familiar en la que nosotros, si somos adultos, también tenemos que tomar parte.

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—¿Cómo puede ser posible que dos hijos educados de la misma forma puedan ser tan distintos?

—Eso pasa en todas las familias, que los hermanos son muy distintos. Siempre me ha parecido muy curioso eso de cómo con una misma educación afectiva y una misma relación familiar hay uno que hereda unas cosas o las traduce de una manera y el otro hereda otras y las traduce desde otro sitio. Creo que en la serie los dos hermanos tienen algo en común, aunque lo manejen y lo vivan desde un sitio distinto, ya que en un momento dado los dos tienen que enfrentarse a lo que han heredado en casa y a quiénes son. Es uno de los viajes más interesantes de la serie, porque creo que mucha gente se puede identificar con ese instante en el que, aunque seas joven, ya eres adulto y en el que empiezas a ver a tus padres como individuos donde los datos familiares que habías dado por buenos ya no lo son.

—Y aunque convivan con sus padres, pueden no ser conscientes de lo que ocurre entre ellos. Hay una escena muy significativa entre Miren y uno de sus hijos que demuestra que siempre queda un rincón de privacidad, en este caso, la intimidad del dormitorio...

—Era necesario tratar si realmente para juzgar una violencia sexual solo tenemos que mirar lo que ocurre en el dormitorio. Igual también es importante mirar fuera de él, porque normalmente la violencia sexual va acompañada de otra como la psicológica o la económica. No digo que no haya que hablarlo, pero muchas veces se va todo el foco de la conversación en el sexo, en lo que ocurre en el cuarto. Al final, estamos hablando de un abuso de poder donde alguien genera miedo en otra persona. Para mí esa escena habla de algo muy importante que es como a muchas de las víctimas se les suele echar en cara el fingimiento. Esta cosa de que han fingido normalidad o estar bien durante todo ese tiempo hasta que denuncian. No entendemos que eso puede ser un mecanismo de supervivencia que no tiene nada de malo ni de maquiavélico, sino que muchas veces, una persona en una situación así, precisa fingir normalidad para evitar un conflicto mayor o mientras su cuerpo y su cabeza asimila lo que está pasando.

—«Divórciate, pero no denuncies», le dicen a Miren...

—Eso también es otro ángulo de lo incómodo que es para los entornos cuando una mujer que es víctima denuncia y, además, reclama justicia por la vía judicial. En lugar de respetar ese derecho que ella tiene a reclamar, el mundo se asusta ante esa ruptura que hace con lo que había y comienza a cuestionar, a justificar y a minimizar. Eso forma parte del viaje de la denuncia judicial y es muy duro. La víctima tiene el derecho, como cualquier otra persona, a reclamar justicia por vía judicial, pero se le intenta quitar la idea de la cabeza.

—¿Para ti qué significa «querer»?

—Es verdad que a nosotros nos gustó el título porque tiene como doble acepción ya que puede ser amar o lo que uno desea. Pero a mí la primera acepción que se me viene a la cabeza tiene que ver con lo que realmente es tu voluntad y lo que quieres hacer.