
La venta de esta obra por 6,2 millones de dólares en una subasta ha abierto el debate sobre qué es arte y qué no. Pero no es la primera obra polémica que acaba en cifra estratosférica
13 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Imaginemos ir al supermercado o cualquier frutería a comprar plátanos y que al poco tiempo, nos enteremos que uno como los que hemos comprado se ha vendido por 6,2 millones de dólares (5,6 en euros) con un único accesorio: un trozo de cinta adhesiva que lo pega a una pared. Parece ciencia ficción, pero ha sucedido. Esa es la obra de un conocido artista italiano, Maurizio Cattelan, que bautizó como Comediante y que supone una sátira al propio mundo al que pertenece, el del arte. No conocemos quién compró el resto de plátanos del racimo en aquel establecimiento, pero sí al que se hizo con el que pasó a considerarse una obra millonaria. Un criptoempresario llamado Justin Sun. En realidad, el desenlace seguramente haya sido el mismo, porque él, después de pagar semejante cantidad de dinero, también se lo comió. Y además, compartió el momento con millones de personas a través de sus redes sociales. Un espectáculo sin precedentes que abre (o reabre) el debate sobre qué es el arte y cuáles son los límites de este.
Novedad como requisito
«Para min esta obra si que é arte», sentencia Miguel Anxo Rodríguez, profesor de Historia da Arte en la Universidade de Santiago de Compostela (USC). Eso sí, «aínda que admiro a súa traxectoria, iso non quita que me pareza unha barbaridade o que se pagou pola obra, porque non existe ningún tipo de correspondencia entre ese prezo e o traballo e materiais que hai detrás».
El experto reconoce que puede resultar chocante para muchas personas que una fruta pegada con cinta se considere arte, pero indica que no es un fenómeno nuevo: «Xa o vivimos coas vangardas. No mundo moderno, á arte sempre se lle pediu que tivese un punto de novidade. De algún xeito, aos artistas se lles solicita que ofrezan algo distinto e orixinal». En un recorrido por la historia, indica que «en Oriente sempre se valorou ben seguir os pasos do mestre, que o artista fixese unha copia moi fiel». En cambio, en Occidente, «sobre todo desde o Renacemento, non». De esta forma, no solo se consideraría artista a aquel que tiene buena técnica, «senón que ademais, as súas obras teñen que ser orixinais». En su opinión, las obras de Cattelan entrarían dentro de estos criterios, «pero dentro desta dinámica de orixinalidade, cando o mesturamos co sistema capitalista no que vivimos, pódese chegar a pagar moito por pezas que sexan orixinais».
Por su parte, Camilo Chas, galerista y fundador de ArtBy's en A Coruña, sentencia: «En mi opinión, esto no es arte, es una estrategia de márketing que busca repercusión mediática o afán de protagonismo desmedido». De hecho, describe como «muy injusta» la situación. «Si tú eres un artista que se ha pasado cinco años estudiando, con grandes maestros, que has expuesto en todo el planeta y, de repente, ves esto, es frustrante», critica. Chas define el arte como aquel elemento que nos transmite «algo»: «Puede ser recuerdos, sentimientos o sensaciones, como pasión. Y es diferente para cada persona, porque si tú vas acompañado a una galería, puede que te veas atraído o inquietado por una obra y la otra persona no comparta lo mismo».
Cuando el arte es la idea
Este plátano con cinta adhesiva que se vendió por 6,2 millones de dólares es solo la representación física de una obra que Cattelan ya había hecho en el 2019 para la edición del Art Basel de Miami, donde se vendió por 120.000 dólares. El comprador, David Datuna, también se lo acabó comiendo. Así, Comediante entra dentro del arte conceptual, donde la idea es más importante que la obra de arte como objeto físico o material. De hecho, el artista italiano hizo tres ediciones y una de ellas se exhibe en el Museo Solomon R. Guggenheim, después de la donación de un anónimo. Es decir, lo que se suele vender en estos casos es un certificado de autenticidad y una lista de instrucciones para que los propietarios sepan cómo deben cuidar e incluso vender sus adquisiciones.
Pero Cattelan no es el único que forma parte de este polémico movimiento artístico. Su compatriota Salvatore Garau creó una obra que no se puede ver, ni tocar, llamada Yo soy. Él mismo la denominaba «el vacío». El cual no es precisamente barato, ya que se acabó vendiendo por 15.000 euros en una subasta en el 2021. «Cuando decido ‘exhibir' una escultura inmaterial en un espacio dado, ese espacio concentrará cierta cantidad y densidad de pensamientos en un punto preciso, creando una escultura que desde mi título solo tomará las formas más variadas. Después de todo, ¿no le damos forma a un Dios que nunca hemos visto?», declaraba el artista.

Otra figura relevante en el arte conceptual es el francés Marcel Duchamp y entre sus obras más famosas (y a la vez, polémicas), se encuentra Fuente, un inodoro de porcelana con el que pretende cuestionar la naturaleza del arte. En realidad, es un objet trouvé («arte encontrado», en su traducción al español): un término que se utiliza para describir un objeto o un fragmento del mismo que un artista descubre o incorpora en una obra de arte. También lo es Anticipo de un brazo roto, una pala de nieve del artista dadaísta que se vendió en una subasta de Christie's por 3,1 millones de dólares.

¿Quién compra arte?
Ante la pregunta, «¿quién compra arte?», Chas responde sin titubeos: «Aquellas personas que tienen capacidad económica para hacerlo». Y amplía: «Además de comprarlo porque te apasiona, también es uno de los tantos símbolos de estatus personal. Si puedes permitirte una obra de arte, no pones en tu salón una lámina de Ikea, por ejemplo».
Comediante fue adquirido por Justin Sun (34), fundador de la criptomoneda Tron. Dejando a un lado que el año pasado fue acusado por la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos de venta no registrada de valores de criptoactivos, es conocido por compras ostentosas y extravagantes, y no era la primera vez que pujaba grandes cantidades de dinero en el mundo del arte. En el 2021, adquirió el cuadro de Picasso Mujer desnuda acostada con collar por 20 millones de dólares. «Saber o motivo último dun comprador que paga tanto diñeiro é moi difícil. Pode ser por investimento, pero tamén por amor ao arte ou prestixio, xa que este é sinal de valor», opina Rodríguez.
Ambos expertos están de acuerdo en que las cifras que se alcanzan en estos casos son desorbitadas. Y lo que se esconde detrás de ello sí está claro. «El mercado del arte se divide en dos vías principales, una es la compra a través de galerías, donde existe el precio fijo; y por otro lado, las subastas. Y estas funcionan como cualquier mercado: si hay demanda, sube el precio», explica Chas. Estas obras polémicas suelen tener bastante repercusión, tanto en el propio mundo artístico, como a pie de calle. El artista gana fama y las personas que quieren adquirir una obra suya, aumentan. «Hay solamente una cosa en el mundo peor que que hablen de ti, y es que no hablen», diría Oscar Wilde. Eso sí, «estes prezos que se acadan nas subastas falan máis do que é o propio sistema no que nos atopamos ca do estado do mundo da arte», concluye Rodríguez.