Habrán visto ya a estas alturas el vídeo con el que el Concello de A Coruña ha promocionado la ciudad en Fitur, un spot protagonizado por Javier Veiga y Xosé Antonio Touriñán, escrito y dirigido por el primero y titulado Al noroeste del oeste. Al margen de la vocación comercial del trabajo, lo que interesa es la decisión de convertirnos de nuevo en un lugar de vaqueros, sugerido aquí por las referencias explícitas a los tópicos del wéstern que encajan de maravilla en el relato de lo que somos.
Veiga y Touriñán heredan este universo de otros que antes detectaron en el país las hechuras vaqueras, tan bien presentadas en la serie Serramoura y su spin off A lei de Santos, a las que la audiencia acompañó durante años quizás porque el juego de espejos era perfecto.
Nuestro gran escritor contemporáneo, Manuel Rivas, utilizó también esas claves en Todo es silencio, con su bueno Fins Malpica, su malo Mariscal y su chica Leda. La propuesta fue ya evidente en Oeste, en el que se incluía el relato Vivir sin permiso que después se convertiría en serie con José Coronado al frente del reparto. Y en el año 2010, Siniestro Total publicaba Country & Western en el que se jugaba con los géneros musicales y cinematográficos y la ubicación occidental del país.
Puede que esa coincidencia de nombres tan mencionada y utilizada entre nuestro emplazamiento al oeste y los wésterns de malvados que atosigan a colonos e indios haya contribuido a fijar el tópico. O al revés. En muchos lugares del territorio los habitantes arrastran las esencias estéticas y éticas de las buenas vaqueradas, tanto los malos como los buenos, como si el ADN de John Ford escarbase en algún punto de la Serra de A Gañidoira. De aquí partieron en el siglo XVI rumbo al Nuevo Mundo un tipo de caballo pequeño y resistente, quizás un cruce entre equinos gallegos y ponis portugueses, que con los siglos se han convertido en los galicenos, una raza ideal para iniciarse en la monta de los cowboys en Estados Unidos y México.