Shakira, nos agotas

YES

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22 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En la mejor campaña que se ha hecho sobre lo necesario que es pagar impuestos, una inspectora de Hacienda se dedica a contar los días que una cantante colombiana de éxito internacional residió en España. La serie Celeste, que prepara ya su segunda temporada, nos sirvió entre otras cosas para saber que a partir de 184 días las obligaciones fiscales se contraen con España y que una indagación adecuada puede convertir en inútiles todas las estrategias de despiste que es capaz de desplegar un multimillonario para serlo todavía más. En teoría la serie no va de Shakira, pero las referencias son evidentes, pues esa fue justo la táctica que empleó la exmujer de Piqué para hurtar al fisco 25 millones de euros, la suma de los 17,4 que defraudó y los 7,3 que se le impusieron de multa por intentar hacerse la loba loca.

Tras la sentencia y el divorcio, Shakira cogió los bártulos, se marchó a América y convirtió su peripecia española en una afrenta vital muy inspiradora. Y muy rentable. Hace ya dos años que la cantante no pisa Barcelona, pero la profundidad del agravio debió de ser tal que cada canción que publica y que convierte en pelotazo mundial relata algo nuevo de su intimidad con el futbolista. O viejo. Desde aquí asistimos primero con regocijo a la ventilación de los trapos sucios entre dos ricachones exhibicionistas. Nada nuevo, por otra parte, en la semana que enterramos a Paquita la del Barrio. Pero como lo poco gusta y lo mucho cansa, la colombiana avanza desde hace tiempo imparable hacia la turra, excitada, quizás, por esta versión siglo XXI de una trovadora que dominaba las cantigas de amor y ahora ya anda por las de maldizer. La dinámica tiene sus riesgos, porque el umbral de tolerancia de la audiencia asciende y cada vez exige un poquito más. Maestra como es de las exigencias de la globalidad, hace unos días introducía un nuevo matiz en su beef con su ex. «Por ti renuncié a todo lo que tenía y me mudé a un país socialista», proclamó desde el escenario del estadio Nilton Santos, de Río de Janeiro. Un país socialista este en el que un inspector de Hacienda que no tiene glamur ni lo pretende consigue demostrar que te tocaba pagar. Sin llorar, please.