
Un imponente toro bravo te interpela desde la pantalla en una secuencia de muchos segundos, grabada de noche y en la que el animal destila por los ojos algo que se parece mucho a la inteligencia y la dignidad. Es el simbólico arranque de Tardes de soledad, la película documental con la que Albert Serra se llevó la Concha de Oro y que nos tiene hablando sobre los toros y su muerte en las plazas con un tono nuevo y necesario.
El documental, técnicamente brutal, sigue a Andrés Roca Rey, un joven torero peruano que las crónicas taurinas consideran uno de los superdotados del momento. Se ve a Roca con su cuadrilla, en el hotel mientras se viste, en el coche que los lleva y los trae de la plaza y en la arena mientras torea y ejecuta. Todo es de una plasticidad dolorosa. Se disfruta cuando el ojo entra en la habitación del hotel y sigue el laborioso proceso de vestirse, con una imagen fascinante en la que ese hombre joven, vestido con unos pantis blancos transparentes y unas medias fucsias, entrega su cuerpo al ayudante para que lo embuta en el traje de luces, un prodigio de símbolos y brillos. Pero la película va, sobre todo, de lo que ocurre en la plaza y de lo que le ocurre al toro, al que escuchamos jadear, cuyos ojos perplejos y aterrorizados nos acuchillan desde la pantalla y al que acompañamos en una muerte terrible después de ser banderilleado, picado, toreado, apuntillado e insultado, incapaz de entender la cuadrilla por qué la bestia no se entrega al sacrificio con menos rebelión.
Es fácil preguntarse qué ha llevado a ese chaval de 27 años hasta allí, qué le proporciona ese baile terrible en el que él también se juega la vida. Fascinan sus silencios, su repertorio escasísimo de palabras y un rictus que parece de terror y del que no consigue librarse nunca.
Serra nos ha llevado al cine para enseñarnos qué les pasa a los toros cuando los meten en Las Ventas. Y después de ver esa muerte de cerca es inevitable desear que las de los toros de la película sean las últimas muertes. Por si había alguna duda. Solo por eso, Tardes de soledad era un documental necesario.