Adónde se va el talento

YES

MABEL R. G.

16 abr 2025 . Actualizado a las 09:58 h.

Elogia estos días el mundo el talento de Vargas Llosa y el escalofrío ante la muerte tiene que ver con la convicción de que cada óbito es una tragedia por el genio que se pierde para siempre. En el caso de un tipo como el peruano el temblor acude al saber que ya nada saldrá de esa cabeza, con lo que el duelo sucede no por lo que escribió, sino por lo que dejará de escribir. Ese es el drama de la muerte, un cortocircuito con lo que cada uno aporta al mundo, una interrupción que a veces es brusca y otra natural, como si hubiese un momento adecuado para morirse y muchos otros que contravienen las reglas del universo.

Se ha contado estos días que en realidad Vargas llevaba un puñado de años despidiéndose del mundo. Hace cinco fue diagnosticado de una enfermedad mortal, con horizonte de disolución cierto, pero a un ritmo digamos que humano, que le permitió poner las cosas en orden y despedirse de las personas, las cosas y las memorias, un diagnóstico en el que quizás reside también su ruptura con Isabel Preysler y con el desaforado chapuzón de mundanidad extrema que el Nobel se metió en el preepílogo de su existencia. Estos últimos años de despedida al ralentí, Vargas Llosa los pasó con la madre de sus hijos y ese gesto es también literatura e ideología del protagonista del puñetazo más elevado de la cultura en español, pero puñetazo al fin y al cabo.

Esa debería ser la forma de palmar, un desenchufarse paulatino en el que las neuronas se fuesen apagando poco a poco y la idea de la muerte te entrase de manera natural y no con la urgencia con la que tantas veces la gente se marcha.

En el caso del escritor, la pérdida por lo que nos dejará de contar es flagrante, pero esa desaparición de todo lo que una persona sabe cuando esa persona se va es tan doméstica y universal como la parca en sí. Y cuando eres consciente de esa quiebra te castigas por todas las recetas que no pediste, por todas las conversaciones que no tuviste y por todas las preguntas que tampoco hiciste.