Vanesa Fernández, doctora en Psicología: «Es peligroso lanzar al aire que no soportas a tu hijo adolescente»

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Padres que echan humo, hijos que protestan... es el pan nuestro de cada día. Pero no tiene por qué ser siempre así. La experta nos da las claves para entender a los adolescentes y establecer límites claros: «No pueden llegar a la hora que les dé la gana»

16 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchos padres de adolescentes se sentirán identificados con el título del libro de la doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid Vanesa Fernández. Padres que echan humo. Cómo sobrevivir a los hijos adolescentes trata de liberar a los progenitores del sentimiento de culpa constante e intenta ser un «salvavidas» para ellos y «una caja de herramientas psicológicas con las que afrontar el reto de educar perdiendo alguna batalla, pero ganando la guerra». Así que vayamos al fango, rebocémonos en el barro de la educación en la adolescencia.

—¿Son muchos los padres que se ven desbordados por la etapa adolescente de los hijos?

—Sí, y es bueno visibilizarlo, porque muchos padres creen que son los únicos. A esto se le une a veces un sentimiento de culpa o de incapacidad. Muchos se muestran como padres perfectos, sin conflictos, con relaciones con sus hijos magníficas, y eso no es verdad. En todas las casas se cuecen habas. Y más en el caso de los adolescentes. Es un estrés añadido, porque implica nuevas formas de conducta, nuevas pautas educativas que tienen que instaurarse en la familia de manera rápida, lo que supone también conflictos entre los padres. Y son muchos padres los que se sienten quemados, desbordados, fatigados, incluso algunos llegan a tener un cuadro clínico, que se llama burnout, que es el síndrome de estar quemado.

—¿En qué consiste?

—Se acuña en la psicología laboral para hablar de un estrés laboral potente, que implica una sintomatología clara y problemas de salud. También se aplica a los cuidadores de personas con enfermedades crónicas y, en la actualidad, a los padres de hijos adolescentes. Pero, ¿cuál es el gran problema del burnout en los padres de adolescentes? Pues que de esto no puedes escapar. No hay descanso los fines de semana. Entonces, muchos padres incluso presentan una sintomatología clínica acusada por este problema.

—¿Cuál es la base del conflicto entre padres e hijos?

—Son varias cosas, una interacción de factores. No es que los padres quieran imponer normas, es que los adolescentes las necesitan, obligatoriamente. Aunque ellos piensen que no, las piden a gritos, porque necesitan aprender a respetarlas. Entonces, una de las complicaciones más importantes es la necesidad de poner esas normas, esos límites claros. Pero el adolescente choca con esa iniciativa y va a buscar violar los límites intentando lograr su propia autonomía e independencia. Esto es una necesidad también del adolescente para el correcto desarrollo social y de la personalidad. Entonces, conjugar ambas cosas, que los padres establezcan normas claras y que el otro las respete, a su vez, y tenga una capacidad de desarrollar una autonomía, un desarrollo social y de la personalidad estable y adecuado, es también una tarea difícil. Exige a los padres aprender a flexibilizar. Y hay muchos padres que por su personalidad no están preparados y les cuesta mucho esto. Y a esto se le une otra cosa...

—¿El qué?

—Que los padres trabajan ambos fuera de casa y están agotados. Lo último que les apetece es llegar y ponerse a discutir con sus hijos adolescentes. Entonces, esto lo dificulta. Y luego, si pasas el fin de semana con ellos, que es el poquito rato que tienes, pues también dices: «Parece que estoy todo el tiempo a la gresca». Y a toda esta situación se le une también ahora la pérdida de control sobre ciertos ámbitos en los que se mueve el adolescente, como pueden ser las redes sociales. Eso también genera conflictos.

—¿Cómo se puede reconducir la situación?

—El diálogo y la comunicación en la familia es fundamental. E imponer las normas porque sí, porque lo digo yo, es un error grandísimo. Pero ojo, hay cosas que tienen que ser así, y no son discutibles. Y eso también el adolescente tiene que saberlo. Muchos padres confunden el diálogo con concederle al niño lo que quiera y que no se frustre. Y eso no tiene por qué ser así. Si se frustra porque no lo entiende, qué le vamos a hacer. Pero sus padres se lo están explicando, esta es la norma, y poco más se puede ceder. Al adolescente hay que hacerle ver dónde se excede. Con el tema del diálogo me refiero a que ellos mismos se den cuenta de que hay normas que no son negociables y que en otras cosas sí hemos sido más flexibles. Y es importante que haya este diálogo.

—¿Hay algún aspecto más a tener en cuenta?

—Sí. La aceptación. Un adolescente no va a aceptar una norma si se siente rechazado, cuando siente que no le gusta a los padres. No se trata de hacer como que tu hijo te gusta, es que tu hijo te tiene que gustar. No puede ser que no te guste. Lo tienes que aceptar como es. Otra cosa es que no apruebes ciertas cosas. Y en esa no aprobación hay frases del tipo: «No lo soporto». Y puedes no soportarlo, pero en momentos concretos y en conductas concretas. Pero es peligroso lanzar al aire que no soportas a tu hijo adolescente. Y mucho más si lo oye. Lo que le tienes que decir es: «Yo te acepto. Tienes un montón de cosas buenas, pero esta parte tuya no me está gustando». Eso ya es diferente.

—¿Qué errores comunes cometen los padres con los adolescentes?

—Ceder porque sí ante la presión es un error. Pero esto no quiere decir que seas inflexible. Vuelvo a decir que la comunicación está para algo. Y la asertividad no significa salirte con la tuya, significa: «Vamos a negociar, vamos a exponer nuestros puntos de vista y vemos». Y si en lo que tú me estás diciendo, tienes razón, pues puedo ceder, ¿por qué no? Pero no voy a ceder porque tú me sometas a un chantaje. Y el otro gran error es el que hablábamos antes, la no aceptación de cómo es tu hijo: «No me gustas y te quiero cambiar». No puede ser que no te guste nada de tu hijo. Y lo que sí está bien, refuérzaselo, házselo ver.

—¿El chantaje psicológico es algo muy común?

—Sí, sí. Muy común. Y más ahora. Ellos mismos también lo sufren en el cole, en los grupos sociales... entonces lo suelen emplear también. Y ellos prueban ensayo-error con los padres.

—¿Qué líneas rojas hay que establecer?

—Son importantes los horarios. Parece algo anecdótico, pero no lo es. No solo tiene que ver con la norma, sino que es un tema de convivencia y de respeto a la familia. Muchos adolescentes piensan que como ahora están de vacaciones o es fin de semana pueden llegar a la hora que les dé la gana. Eso no puede ser nunca, porque viven en una casa con gente. Y respetar una hora implica respetar también hábitos familiares y tiempo con la familia. Y eso no quita tener cierta flexibilidad por un evento determinado, o tampoco pasa nada por ampliar el horario un poco, siempre que tenga un sentido. Y se tiene que consensuar desde el primer momento, antes de que empiece el verano. No se puede ir a salto de mata. Las normas siempre es mejor dejarlas claras desde el principio. Y si son consensuadas, mejor.

—¿Alguna línea más?

—Sí, el respeto hacia las figuras de autoridad, en este caso los padres o los hermanos. En este aspecto hay que ser intransigente.

—¿Y si se pasan estos límites, es el castigo una solución?

—El castigo hay que emplearlo lo menos posible, pero cuando es necesario hay que aplicarlo. Siempre que sea posible hay que educar desde el refuerzo positivo en lugar de castigar. Pero si esto no funciona, tendré que castigar. Porque los adultos también funcionamos con el castigo. Otra cosa son los padres que solo utilizan el castigo como única pauta educativa. Lo único que hace es generar hostilidad con los hijos. Pero es muy importante aplicar castigos restitutivos, es decir, que enmienden lo que has hecho. No tiene sentido que te esté castigando porque no recoges la mesa y lo que haga sea quitarte el móvil. No vale que sea lo único que le fastidia. Porque así lo único que haces es tocarle las narices a tu hijo y que se genere hostilidad. El castigo restitutivo implica que si no ha querido poner la mesa, y se lo llevas diciendo varios días, pues que ahora se pase una semana entera poniendo la mesa. Y si eso no funciona, entonces tendrás que ir tirando de más cosas.

—¿Siempre hay que llevar a cabo un castigo a término o se puede levantar?

—Yo creo que si hay arrepentimiento de verdad, se puede levantar un castigo, aunque no sea por completo, pero sí ajustarlo, si toma conciencia del error. Si no, le estás enseñando que da igual lo que haga, porque el resultado será el mismo. La toma de conciencia del error tiene que premiarse de alguna manera. Y debe haber diálogo.