Lo que dice el moreno

YES

María Pedreda

30 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algo que se ha vuelto ideológico en el hecho de estar moreno, una especie de desafío de clase que según en qué contextos es muy poco recomendable. Un exconselleiro de la Xunta que practicaba el baño de mar matinal en invierno y en verano viajaba acompañado de excusas cada vez que alguien se detenía en su tez tostada; la gente deducía que tanto dorado resultaba incompatible con una gestión administrativa responsable y siempre indoor, con lo que el afectado se deshacía en explicaciones que como mucho conseguían que de la censura se pasara a la sospecha. Es curioso porque el moreno es hoy una aspiración muy fácil de conseguir, tanto por vía física como química, pero que un político irrumpa en un canutazo con el aspecto de Julio Iglesias en los noventa para cuestionar el trabajo y la dedicación de otro político rechina.

Este verano, con más de media España ardiendo sin piedad, se ha hablado mucho del bronceado de nuestros dirigentes, como si la preocupación por las cosas importantes requiriera de un rictus de amargura que desaparece en cuanto te enfundas el biquini y el sol se lanza sobre la piel. Ha sido un coro de críticas al unísono, a diestra y siniestra, y que ha evitado lo que la ciencia nos dice que en realidad es el moreno, una reacción de nuestra sufrida dermis a una agresión térmica no exenta de riesgos. Quiero decir, que lo que escuchamos no ha sido una apelación a la responsabilidad de los políticos para que se protejan del sol, sino esa vieja suposición de que si un señor está moreno es que se lo ha pasado pipa, en un lugar de ensueño y seguramente carísimo.

En realidad todo es política en el color de la piel, el que indica nuestro ADN y el adquirido, con interpretaciones que han ido cambiando a lo largo de la historia, de manera que el moreno de ahora es equivalente a la palidez del pasado, cuando comparecer en público con un pantone subido de tono revelaba que te ganabas el pan con el sudor de tu frente y al sol.

De hecho, que la piel y su aspecto es fundamental en el mundo que vivimos lo demuestra el hecho de que el emperador de nuestro tiempo sea un señor de color naranja.