A estas horas del día, quizás haya concluido la investigación emprendida por el Servicio Secreto de los Estados Unidos de América del Norte, para determinar si el fallo sufrido por la escalera mecánica del edificio ubicado en el número 405 Este de la avenida 45 de Nueva York fue un problema de mantenimiento o una conspiración de los zurditos de la ONU, para dejar en ridículo al presidente de los Estados Unidos de América del Norte y a su primera dama. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, ha prometido llegar al fondo del asunto y encargarse personalmente de que se rindan cuentas por un incidente que, sospechan, pretendía forzar un tropezón de Donald Trump en tierra hostil y componer una fotografía de un simbolismo contrario al signo de los tiempos. Cuentan con las interferencias posteriores en un teleprompter que, sumadas a las interferencias en el referido artilugio ascensor, componen un patrón de sospecha que la diligencia de la inteligencia del actual Gobierno de los Usamérica detectó con una perspicacia eminente.
El hombre que sortea las balas estuvo a punto de caer doblegado por una escalera mecánica deficiente que quizás, quizás, alguien manipuló en la sombra obedeciendo órdenes de un servicio de contrainteligencia empeñado en dejar desnudo al presidente.
Di tú que la elasticidad de la primera dama desactivó en medio segundo el complot y con un saltillo, apenas perceptible de sus 180 centímetros de estatura emprendió una firme promoción al piso superior que enseguida fue imitada por el presidente y su corte. Qué gran momento, Melania guiando al pueblo.
Hace bien la Inteligencia de los Estados Unidos de América del Norte en sospechar de las escaleras mecánicas que en los lejanos años ochenta fueron un indicio de progreso y modernidad en las pequeñas ciudades de este país. Pregunten a los denostados boomers y coincidirán en recordar su primer viaje en escalera mecánica, en el Pote de A Coruña, en las galerías Roma de Ourense o en El Corte Inglés de Vigo, adonde la chavalada acudía a pelar la pava y despegar hacia el futuro, eso sí, casi cien años después de que lo hubiesen hecho por primera vez en Harrods.
Así que ver a Donald Trump detenido en uno de esos bichos, que hoy tienen ya las hechuras de un clásico, sí que podría ser el fruto de una ingeniosa conspiración para dejar por los suelos la imagen de este buen hombre. Lo veo. Al fin y al cabo, si el paracetamol provoca autismo en los niños no nacidos, qué podría desencadenar una escena así.