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Titan, el submarino del horror: pilotar con un joystick y otras temeridades que acabaron con cinco vidas

La maldición del Titanic

Titan, el submarino del horror: pilotar con un joystick y otras temeridades que acabaron con cinco vidas

Stockton Rush, fundador de OceanGate, en el Titan.

Cinco personas murieron a bordo del submarino Titan. Querían ver de cerca los restos del pecio más famoso del mundo. Todos ellos firmaron que podían perder la vida durante la excursión. Alguien sabía que eso iba a pasar. Cuando ha comenzado el juicio por la terrible implosión, te contamos la intrahistoria del submarino que nunca debió existir.

Viernes, 12 de Enero 2024

Tiempo de lectura: 9 min

Una noche, en un bar de las Bahamas, el explorador submarino Patrick Lahey conoció a varios empleados de OceanGate Expeditions. Le comentaron que trabajaban en Titan, el sumergible que llevaría a millonarios a ver los restos del Titanic, y que pronto iniciaría sus primeras pruebas. Cuando Lahey, de 61 años, el piloto de submarinos más experimentado del mundo, vio Titan amarrado a su nave de lanzamiento, se horrorizó. «Parecía una excursión de pesca –dice–. No estaba preparado para llevar a la gente al fondo marino».

Pero lo hizo, al menos durante un tiempo. Hasta que el 18 de junio de 2023, a 370 millas náuticas de Terranova (Canadá) y a 105 minutos del Titanic, Titan dejó de comunicarse con su nave nodriza. La tripulación de superficie dio la voz de alarma. El mundo aguardó noticias del drama que se desarrollaba a casi dos millas y media de profundidad, donde se sospechaba que cinco personas se quedaban sin aire en una nave llamada a convertirse en su tumba.

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El desafío. Stockton Rush nació en una acaudalada familia de San Francisco. El menor de cinco hermanos, siempre quiso impresionar a su padre y desde niño mostró interés por la aviación y el submarinismo, todo lo que supusiese desafíos extraordinarios.

Los pasajeros –tres de ellos pagaron 230.000 euros para ver el Titanic– eran Shahzada Dawood, empresario británico-paquistaní, de 48 años; su hijo Suleman, de 19; el magnate de la aviación Hamish Harding, de 58; Paul-Henri Nargeolet, de 77, guía y autoridad mundial en el Titanic; y Richard Stockton Rush III, de 61, fundador y director ejecutivo de OceanGate.

Cuatro días más tarde, no lejos del pecio, se hallaron trozos del submarino y presuntos restos humanos. Estados Unidos comunicó lo que los expertos sospechaban: Rush y los otros pasajeros no se habían quedado sin oxígeno, murieron en una implosión catastrófica, aplastados bajo más de 379 bares de presión.

Lochridge presentó a Rush un informe de diez páginas con sus preocupaciones sobre seguridad: faltaban tornillos, había juntas sueltas, baterías mal aseguradas...

Titan es el primer submarino de propiedad privada que sufre una implosión, y los expertos culpan a Rush, no a los peligros de las profundidades. Infringió normas e ignoró advertencias. Incluso dijo: «La seguridad es basura. Para estar seguro, no salgas de la cama».

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Explorador suicida. Antes de implosionar, el temerario batiscafo (sin certificado de agencia reguladora alguna) había descendido varias veces hasta el Titanic.

«Era cuestión de tiempo que algo saliera mal», afirma Terry Kirby, de 74 años, antiguo jefe de pilotos de los sumergibles de la Universidad de Hawái. El propio responsable de seguridad de OceanGate, David Lochridge, le dijo a un amigo que temía que Rush «se matara y a otros con tal de satisfacer su ego»; y Karl Stanley, amigo de Rush que opera un submarino turístico en Honduras, trató de frenarlo tras vivir una experiencia inquietante durante la segunda inmersión en pruebas de Titan en 2019.

A medida que la nave descendía, oyó crujidos «como de disparos de armas de pequeño calibre –me dice–. Nadie quería entrar en pánico. Yo di por sentado que Rush tenía todo controlado, que no corríamos peligro de morir. Ahora veo que estuvimos más cerca de hacerlo de lo que pensaba». Stanley cree que Rush sabía que el casco acabaría por desintegrarse. «Con cada inmersión, el casco se hacía pedazos. Sabía cómo acabaría».

Titan es el primer submarino de propiedad privada que sufre una implosión. Los expertos culpan a Rush, quien llegó a decir: «La seguridad es basura»

Pero Rush estaba decidido a dejar huella. Quiso ser piloto de cazas, pero su vista no era perfecta y estudió Empresariales. Luego se apasionó por el espacio, quería ser el primero en pisar Marte. Pero, cuando Richard Branson anunció una nueva era de turismo espacial con su proyecto SpaceShipOne en 2004, perdió el interés: «No quiero ir como turista –dijo en 2019–. Quería ser el capitán Kirk en el Enterprise; explorar». Así que se enfocó en el océano y construyó un sumergible monoplaza que pilotó por aguas poco profundas cerca de su casa en Seattle.

En 2009 fundó OceanGate junto con Guillermo Söhnlein, un excéntrico empresario argentino. «Queríamos ser el SpaceX de los océanos», afirma Söhnlein, de 57 años. La mayoría de los submarinos de inmersión profunda estaban en manos de gobiernos y oligarcas y querían 'democratizar' las profundidades con un nuevo tipo de sumergible.

4 graves riesgos de los que advirtieron los expertos

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Manejado con un 'joystick'

El pilotaje se hacía con un mando de videojuego conectado por bluetooth. Como lastre se utilizaban tuberías de construcción. Algunas de las piezas usadas en el Titan fueron adquiridas en tiendas de camping y las cámaras eran iguales a las que se pueden comprar en tiendas de electrónica o Internet.

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A Rush le fascinaba el mítico transatlántico hundido en 1912. Además, por una extraña coincidencia, los tatarabuelos de su esposa, los millonarios Isidor e Ida Straus, fallecieron en el naufragio. James Cameron, director de Titanic, los representó abrazándose en su camarote en medio del agua. El propio Cameron estableció un paralelismo entre el Titanic y Titan. «Ambos naufragios son el resultado de no prestar atención a las advertencias».

El nombre de Titan ya era un mal augurio. Así se llama el barco de la novela El hundimiento del Titán, de Morgan Robertson, publicada en 1898, sobre un navío 'insumergible' hundido al chocar contra un iceberg. Más allá del nombre, la elección de un ligero casco de fibra de carbono iba en contra de todos los consejos. O el sistema electrónico, diseñado por estudiantes en prácticas de la Universidad de Washington, con un mando de PlayStation como timón.

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Él no quería... Suleman tenía 19 años y estaba aterrorizado. Se embarcó por complacer a su padre, el magnate Shahzada Dawood. Las renuncias que firmaron incluían la palabra 'muerte' ocho veces.

En enero de 2018, con Titan casi terminado, Lochridge presentó a Rush un informe de diez páginas con sus preocupaciones sobre seguridad. Faltaban tornillos, había juntas sueltas, baterías mal aseguradas... Además, usaba un material altamente inflamable, había mangueras en el exterior, lo que implicaba un alto riesgo de que se enredaran... Y lo más preocupante: la fibra de carbono se estaba deshaciendo, escribió, por lo que recomendaba un escaneo del casco. Nunca se hizo esa comprobación y Rush lo despidió.

Por si fuera poco, en 2018, Will Kohnen, director general del fabricante de submarinos Hydrospace Group, advirtió a Rush por carta de que su planteamiento «experimental» podría tener consecuencias «catastróficas». Firmaban la misiva docenas de expertos; entre ellos, Rob McCallum, gran especialista en aguas profundas. Rush enfureció: «Estoy harto de los actores de la industria que se excusan en la seguridad para parar la innovación», escribió a McCallum en 2018. Pero este insistió: «Por mucho que aprecie el espíritu emprendedor y la innovación, puede poner en peligro toda una industria. Le imploro que tenga mucho cuidado en sus pruebas. No se pueden hacer recortes en las profundidades. No se trata de ser un disruptor. Sino de leyes de la física».

Los tatarabuelos de la esposa de Rush, los millonarios Isidor e Ida Straus, fallecieron en el Titanic. James Cameron los representó abrazándose en su camarote en pleno naufragio

Por su parte, Stanley –el amigo de Rush que oyera los espeluznantes crujidos– le envió un aluvión de mensajes instándolo a seguir sin tripulación y no arriesgar vidas. Rush no estuvo de acuerdo: «Guárdate tus opiniones», replicó.

En 2021, Rush decidió que estaba listo para llevar a sus primeros pasajeros al Titanic. Brian Weed, cámara de la serie documental Expedition Unknown, debía filmar la primera inmersión. «He caminado por Siberia a 50 bajo cero, he descendido en rappel por acantilados y he buceado con tiburones tigre», dice este aventurero, quien reconoce que en un principio el viaje le hacía ilusión; hasta que en mayo, en una inmersión preparatoria, se asustó. Lo primero que falló fueron las comunicaciones con la superficie. «El ordenador tuvo que reiniciarse varias veces. No podíamos movernos, el submarino estaba muerto en el agua», recuerda.

Al cabo de tres horas lograron salir a flote soltando lastre. Weed pensó: «Esto es peligroso». Además, la nave no tenía escotilla de escape y solo podía abrirse desde el exterior. Una grave desviación de todas las normas de seguridad. Cuando Weed preguntó a Rush qué pasaría si tuvieran que abortar una inmersión y salir a superficie lejos de la nave nodriza, con oxígeno disponible solo para cuatro o cinco días, el magnate respondió con desdén: «Bueno, si no te encuentran en cinco días, estás muerto de todos modos». Weed se retiró del proyecto.

El 18 de junio, Christine Dawood y su hija Alina vieron desde el Polar Prince, el rompehielos contratado por OceanGate, cómo su marido, Shahzada Dawood, y su hijo eran trasladados a Titan. El joven estaba «aterrorizado». Pero quería complacer a su padre. Las renuncias que él, Suleman y los demás firmaron antes de embarcar mencionaban la muerte tres veces en la página uno, dos en la dos, otras dos en la tres y una en la última.

Cuando lo caro sale... caro

Los Dawood son una de las familias más ricas del mundo. Una de sus hermanas cree que la actitud de Shahzada era: «Si es caro, tiene que ser bueno, ¿no?». La familia había volado a Terranova para embarcar en el Polar Prince. A bordo les presentaron a los otros pasajeros; OceanGate insistía en llamarlos «especialistas de la misión» en lugar de 'turistas' o 'clientes'.

A última hora de la mañana del 18 de junio, Christine Dawood oyó que habían perdido la comunicación con el submarino. Le aseguraron que era normal. Si el apagón duraba más de una hora, el submarino soltaba lastre y ascendía. A última hora de la tarde alguien le dijo que no sabían nada de Titan ni de su tripulación. Cuatro días después era oficial. Su marido y su hijo no volverían a casa.

Söhnlein, el cofundador de OceanGate, que dejó la empresa en 2013, insiste en que no se infringió ninguna ley estadounidense porque Titan operaba fuera de sus aguas territoriales. Además, asegura: «Las cinco personas a bordo sabían lo que se traían entre manos. Sus familias tienen que lidiar con ello: es lo que hay». Para él, Rush es un innovador «como Thomas Edison».

Esta visión llena de consternación al reducido club de exploradores de aguas profundas. Tras la catástrofe, Lahey, director general de Triton, asegura: «Titan nunca debería haber transportado personas. No había alcanzado el nivel de certificación para cualquier transporte de personas». Para Weed, el cámara de aventuras, «todo fue producto de la arrogancia. El océano te pone en ridículo si no le tienes respeto».


© The Sunday Times Magazine